La estabilidad de Ibaigane como sinónimo de éxito
Uriarte empeñó su palabra descartando cualquier posibilidad de un adelanto electoral interesado
El tiempo vuela. Casi sin darnos cuenta hemos llegado a un nuevo curso electoral. Dentro de apenas tres semanas se cumplirán tres años de la ... llegada de Jon Uriarte y su equipo a Ibaigane después de arrasar en las elecciones con el 46,78% de los votos emitidos; una goleada de récord en las urnas rojiblancas. Reconozco que la mención a un nuevo proceso electoral en la comparecencia del presidente del pasado jueves me pilló por sorpresa, pero no descarto que les ocurriera lo mismo a un buen número de socios. El tiempo vuela y más cuando ir a San Mamés es una fiesta.
El Athletic vive días de vino y rosas. ¿Quién se acuerda de unas elecciones con las imágenes de la gabarra todavía frescas en la memoria y la perspectiva de la Champions a la vuelta de la esquina? No news, good news, dicen los ingleses, y habrá que estar de acuerdo con ellos. A falta de un año para la próxima cita electoral, por los mentideros de Bilbao no corre el menor rumor acerca de movimientos hacia Ibaigane. Todo un síntoma que denota el excelente estado de salud del club.
Admitamos que esto son habas contadas y que unas elecciones a la presidencia de un club de fútbol se circunscriben a dos aspectos: el económico y el deportivo. En el caso del Athletic suele haber un tercer elemento de discusión: Lezama. A veces ocurre que las cosas marchan de manera aceptable en el campo, pero las finanzas flaquean; en ocasiones, también puede ocurrir lo contrario. Lezama es el tema comodín. Está en cuestión desde su creación en 1971, casi siempre desde la ignorancia de lo que allí se cuece realmente. Tan mal no se habrán hecho las cosas si lleva alimentando al primer equipo durante casi seis décadas. Si el equipo está en Champions después de ganar una Copa que se resistía desde el siglo pasado, y la contabilidad está en números negros, no cabe ni siquiera el comodín de Lezama para pensar en una alternativa de cambio.
Uriarte se curó en salud recordando lo voluble del mundo del fútbol o lo arriesgado que puede resultar anticipar el paisaje rojiblanco dentro de doce meses. Pero empeñó su palabra descartando cualquier posibilidad de un adelanto interesado de la cita con las urnas. Se agradece la claridad. Desde que la democracia llegó al Athletic de la mano de Beti Duñabeitia en 1977, los socios han elegido por sufragio directo a doce presidentes, de los que solo tres, Lertxundi, García Macua y Elizegi, cumplieron el mandato de cuatro años. Lamikiz aguantó dos temporadas y su sucesora, Ana Urquijo, diez meses. Javier Uria falleció el segundo año de su mandato y Ugartetxe convocó elecciones un año y un día después de sustituirle.
Duñabeitia fue presidente durante cinco años por una prórroga general extraordinaria que ordenó en su día la Federación para facilitar la organización del Mundial de 1982. Arrate, bajo cuyo mandato se celebró el Centenario y el Athletic alcanzó el subcampeonato de Liga, obteniendo su primera clasificación en el formato Champions League, así como otra clasificación para la UEFA, permaneció siete temporadas, el mismo tiempo que Urrutia, con el que también se alcanzó la Champions además de cuatro billetes para la UEFA.
Pedro Aurtenetxe, el presidente de las dos últimas Ligas y el doblete de la 83-84 estuvo ocho temporadas al frente del club. Si Uriarte se decide a prolongar su mandato se encaminaría a igualar ese récord. Enrique Guzmán, el presidente que proclamó aquello de que «¡con once aldeanos les hemos pasado por la piedra!» sigue siendo quien más tiempo ha permanecido al frente del Athletic: nueve años, desde 1950 a 1959.
Está claro que la estabilidad en Ibaigane es sinónimo de éxito. La lectura de la trayectoria de los presidentes de la era moderna tiene una traducción literal en los vaivenes del primer equipo. Las turbulencias en San Mamés tienen un reflejo inevitable en Ibaigane. Aunque los comicios no siempre sientan bien al Athletic, el hecho de que los socios sigan siendo los dueños del club es un privilegio que a la larga resulta beneficioso, a pesar de que su escrutinio de la gestión de los dirigentes a veces ralentice o condicione la toma de decisiones y hasta haya llegado a plantear algún problema para la gobernabilidad, algo que no ocurre allí donde los que fueron socios han quedado ahora relegados prácticamente a la condición de clientes.
Otros modelos, como el del Real Madrid, con Florentino Pérez al mando durante los últimos dieciséis años, o el de Aperribay al frente de la Real Sociedad durante diecisiete, por citar un club deportivo y una sociedad anónima, favorecen el establecimiento de estrategias a medio o largo plazo, pero también abren la puerta a personajes como Piterman o Lim, dos paradigmas de lo que puede suceder cuando los socios pierden el control de sus clubes.
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