Laporte fue titular en el encuentro de anoche en San Mamés. Luis Ángel Gómez

Enmienda a la totalidad

Nico Serrano perdió el duelo de meritorios de la misma quinta ante el cedido Hugo Rincón

Martes, 23 de septiembre 2025

Cuatro cambios en el descanso no se ven en el Athletic todos los días. Valverde es hombre de ideas fijas y no suele empezar a ... mover el banquillo hasta la hora de juego. Lo hacía antes y lo hace ahora que dispone de cinco relevos. Claro que espectáculos como el que dio el Athletic en el primer tiempo tampoco se ven todos los días, afortunadamente. De hecho, en los últimos tiempos los habíamos olvidado por completo.

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El Athletic confundido que no sabe si va o viene, obtuso en ataque y flete en defensa, había quedado arrumbado en el baúl de los recuerdos hasta que reapareció ayer, para sorpresa y desconcierto de una afición que acabó silbando a su equipo en el tramo final de la primera parte y cuando se retiró al descanso.

El hecho es que Valverde se vio en la tesitura de presentar una enmienda a la totalidad de su planteamiento inicial. Las novedades que introdujo respecto al partido de Valencia se quedaron en la caseta en el descanso. El asunto tiene su miga y remite a un debate a fondo sobre la verdadera dimensión de la plantilla. Los que ayer tenían la oportunidad de dar un paso al frente para adelantar posiciones en la lista de preferencias del entrenador, tropezaron de la manera más lamentable.

Hablando de la dimensión de la plantilla y de los problemas de este Athletic, llama la atención que con dos delanteros centros en el banquillo, Maroan e Izeta, el técnico eligiera a Robert Navarro para la que se suponía ofensiva final sobre el área del Girona. Parece que la cruda realidad describe al plantel con mucha más precisión que cualquier declaración autocomplaciente.

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Aunque en estos casos se suele hablar de señalados, no queda más remedio que apuntar a los cuatro que dejó Valverde en la caseta en el descanso: los dos laterales, Gorosabel y Adama, Nico Serrano y el ya veterano Vesga. Sobre sus hombros depositó el míster el desastre del primer tiempo. Podía haber cambiado a unos cuantos más, pero el reglamento no lo permite.

Hasta la fecha sabíamos que el Athletic estaba teniendo algo más que dificultades para ver puerta. La novedad que nos trajo el arranque del partido de ayer es que el equipo también puede tener algo más que problemas para defender su portería. El antaño baluarte prácticamente inaccesible para cualquier rival, se convirtió ayer en un coladero por donde circulaban los atacantes del Girona como Pedro por su casa. La cosa tiene su explicación, claro. Todo tiene su explicación, incluso en el fútbol, ese mundo tantas veces inescrutable.

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El Girona encontró dos autopistas en las bandas y las aprovechó para cobrar ventaja. Que ésta fuera mínima en el descanso hay que agradecérselo a que el equipo catalán tampoco está como para tirar cohetes, aunque en los primeros cuarenta y cinco minutos pudiera evocar a aquel equipo que deslumbró hace un par de años. El Athletic sufrió medio partido con los laterales desbordados, un Paredes que tampoco está en su mejor momento y Laporte que tuvo que recurrir a todo su depósito de calidad para compensar su evidente falta de ritmo competitivo.

En el otro lado del campo la cosa no pintó mejor. De proyectos de grandes futbolistas que se quedaron en eternas promesas se puede escribir un libro, y Nico Serrano empieza a dar señales preocupantes. En la banda se había planteado un bonito duelo de meritorios de la misma quinta entre el extremo y el cedido Rincón, resuelto a favor del defensa. Y no vale apelar a la juventud; Jauregizar es ocho meses más joven, ayer volvió a ser el líder del equipo y marcó un golazo de rabia y rebeldía, de carácter en definitiva, que, de paso, acababa con la sequía de los últimos tres partidos aunque solo sirviera para salvar un punto.

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Y solo se salvó ese punto porque aunque los cambios y el gol nada más arrancar la segunda parte podían hacer presagiar una remontada, en el balance final hubo más ruido que nueces. Es cierto que Berenguer no acertó en un mano a mano con el portero, que Gazzaniga respondió a un cabezazo potente pero centrado de Paredes, y que el balón rondó más el área catalana. También es verdad que el Athletic mejoró, solo faltaba, porque peor no lo podía hacer, pero la rabia, el empuje y la entrega indudable no fueron suficientes para compensar la falta de acierto y las imprecisiones que siguen repitiendo los rojiblancos cada vez que ven de cerca la portería rival.

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