El discurso de Nico Williams
El guionista que escribe los partidos había decidido que los protagonistas debían ser personajes elegidos
Más que el Sevilla o la floja pretemporada, al personal rojiblanco le preocupaba sobre todo la mala costumbre del equipo de no ganar el primer ... partido de Liga. A lo largo de la semana se manejaban estadísticas y se agolpaban los malos recuerdos. Cuando no era por una cosa era por otra, pero lo cierto es que el Athletic llevaba cinco temporadas perdiendo o empatando en el estreno. Si se le suma que Valverde solo había conseguido ganar una vez en las nueve temporadas que ya acumula en el banquillo rojiblanco, se comprende que el aficionado recurriera a la cábala para calcular las posibilidades de que, otra vez, el equipo le amargara el inicio de la Aste Nagusia.
Y a punto estuvo de repetirse la historia porque a falta de veinte minutos un Athletic desarbolado veía cómo el Sevilla le igualaba una ventaja de dos goles y se iba directo a por una victoria con la que ni siquiera hubiera podido soñar en el descanso. En esos minutos de zozobra en los que Unai Simón mantuvo la nave a flote, más de uno pensó que lo de no ganar en el estreno ya era más vicio que costumbre.
Pero la tarde estaba más para la épica que para la perdición. El guionista que escribe los partidos había decidido no solo que éste merecía un final feliz, sino que los protagonistas debían ser personajes elegidos. Así, cuando todo estaba prácticamente perdido, resurgieron los hermanos Williams con la capa de héroe. Iñaki para ver el desmarque de su hermano; Nico para remontar la línea de fondo y dar un centro atrás que Robert Navarro empalmó a la red en posición acrobática. ¿Cabe un final mejor? Solo faltó que un rayo de sol alumbrara la escena mientras sonaba de fondo una música celestial.
Después de volver a ser el gran protagonista del verano, Nico Williams llevaba dos meses sin decir esta boca es mía. Son las cosas que tiene este fútbol moderno: el que más explicaciones tendría que dar a los aficionados no se deja ver por la sala de prensa. Su silencio se extendía además a los terrenos de juego, en los que había hecho mutis por el foro durante toda la pretemporada. Ambas circunstancias le habían puesto bajo la lupa para el estreno liguero.
Afortunadamente, a Nico le dio por hablar sobre el césped, que, a fin de cuentas, es el foro donde tiene que expresarse. Y lo hizo con contundencia, hablando alto y claro, con un discurso que encandiló a los aficionados, que ya no tienen necesidad de hacer preguntas. El fútbol es así, un territorio donde las discusiones se zanjan con goles y las dudas se convierten en certezas de un plumazo.
Se le vio al pequeño de los Williams con ganas de hablar desde el primer minuto. Intentó la jugada personal cada vez que tuvo el balón, y tuvo muchos. El problema es que no terminaba de culminar lo que empezaba, algo que tampoco es nuevo, porque si terminara todo lo que empieza sería bastante más que el número quince en el Balón de Oro. Tenía ansias de agradar Nico, y el público tenía ganas de aplaudirle. Las dos partes lograron su objetivo.
Cuando Juanlu le derribó en el área en una jugada que no iba a ningún lado, comenzó a pronunciar el discurso que todo el mundo estaba esperando. En realidad, el penalti lo empezó a propiciar con un pase a la espalda del defensa, Berenguer, hasta entonces el único que trataba de poner algo de cordura en un equipo sobreexcitado y demasiado acelerado.
El penalti tuvo su intrahistoria y una puesta en escena acorde con la situación. Iñaki tenía el balón en el punto de penalti, pero se lo cedió a su hermano con un abrazo. Nico ejecutó con frialdad y cerró la escena con un beso al escudo que en el lenguaje futbolístico viene a ser como una declaración de amor incondicional, o algo así. Nico ya estaba desatado y se permitió un lujo dentro del área que precedió al pase que regalaba a Maroan un gol a puerta vacía.
El partido estaba sentenciado para el descanso, o eso parecía aunque el Sevilla ya hubiera dado un par de sustos a la parroquia. Pero un buen guion siempre debe guardar algunas sorpresas. Lo finales son más felices cuando hay que sufrir para llegar. Nico por aquí, Nico por allá. Una buena jugada de Areso acabó en las botas del pequeño de los Williams, que lo estrelló en la cruceta. También hubiera sido un bonito final, pero dos golazos del Sevilla y el colapso del Athletic propiciaron un nuevo capítulo en el que los hermanos volvieron a ser protagonistas, esta vez con Robert Navarro como invitado especial.
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