Derrota inapelable ante un rival muy superior

Miércoles, 3 de diciembre 2025, 22:18

En la sala de prensa de Newcastle Valverde recordó un poco a Felipe II cuando dijo aquello de que si el Athletic se hubiera presentado ... con todos sus efectivos, el partido, y el resultado, hubieran sido otros. Los elementos que hundieron a la Armada Invencible son, en el caso del Athletic, las lesiones que están asolando a media plantilla. El técnico rojiblanco bien pudo repetir anoche su lamento. El Athletic volvió a encarar un partido prácticamente con lo puesto. Y cuando sales con lo puesto lo más lógico es que afloren todas tus vergüenzas. Si el rival es de tu talla o más pequeño, hasta puedes disimular y pasar el trago, pero si enfrente te encuentras a un gigante las probabilidades de éxito son mínimas.

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Son ya muchos los partidos en los que el Athletic comparece con lo puesto y así le está luciendo el pelo este año. No hubo novedades en ese sentido en la cita de ayer. Valverde volvió a hacer encaje de bolillos para presentar una alineación con las mínimas garantías en un envite de alto calibre. Apostó por Lekue y Adama en las bandas, pero la noticia estuvo en la media punta, que quedó en manos de Jauregizar, en ausencia del sancionado Sancet y el lesionado Navarro.

El resultado saltó a la vista desde el primer minuto. El Madrid encontró una autopista en la banda derecha del Athletic, por la que transitó una y otra vez sin que nadie acertara a poner remedio. Si alinear a tres centrocampistas pretendía equilibrar la superioridad física de los blancos en esa zona del campo, la solución tampoco funcionó.

Valverde debía de tener un plan, pero ya nos dijo Mike Tyson que todo el mundo tiene un plan hasta que recibe el primer puñetazo en la cara. El Madrid punteó dos veces en el rostro del Athletic antes de que Mbappé conectara un derechazo letal a la mandíbula. Habían pasado solo seis minutos y el Athletic cogido con alfileres ya perdía y no había visto todavía el balón.

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Tampoco puede decirse que el plan de partido de Xabi Alonso fuera uno de esos prodigios dibujados en la pizarra electrónica tan de moda en estos tiempos. Le bastó con aplicar músculo y energía en el centro del campo y ordenar pelotazos para las carreras de Mbappé y Vinicius. El francés se lo pasó bomba ante un Vivián que está bastante lejos de su mejor versión y un Laporte cuya mejor virtud no es la velocidad. El brasileño se dedicó a torturar a un Lekue que se quedó en la caseta en el descanso.

Contra Courtois

Es lo que tiene disponer de estrellas de nivel mundial. Tanto Valverde como Alonso llegaban al partido entre sospechas, pero el segundo tiene en el vestuario un cartel que pone 'rómpase en caso de incendio' y sale Mbappé a apagar el fuego. Si además tienes al que probablemente es el mejor portero del mundo hasta puedes pasearte con una lata de gasolina en medio del incendio.

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Porque a pesar de todo, el Athletic tuvo media hora para comprobar que las debilidades que cuentan que tiene el Madrid son reales. Guruzeta y, sobre todo, Berenguer, tuvieron dos ocasiones que no se pueden fallar ni en este partido ni en ningún otro, pero los dos se estrellaron contra Courtois. Quizá el partido podía haberse ido por otros caminos de llegar el empate, nunca lo sabremos. El marcador que figuraba al descanso hacía justicia, en cualquier caso, a lo que había ocurrido en la primera parte. El portero blanco hizo dos grandes paradas, pero Simón había tenido que trabajar bastante más que su colega.

Había que ser muy forofo para ni siquiera imaginar en el descanso que el Athletic sería capaz de darle la vuelta a aquello. La de ayer no iba a ser una de esas noches épicas que tanta fama han dado a La Catedral. No pasó un cuarto de hora para comprobarlo. Nada más empezar, Courtois se quitó de encima de un manotazo, como quien espanta una mosca, un disparo lejano de Jauregizar. Apenas diez minutos después, Mbappé se hizo con un balón a diez metros del área. Aprovechando la pasividad general miró, calibró, apuntó y soltó un trallazo al que Simón no llegó a pesar de la distancia.

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Quedaba media hora todavía y Valverde tuvo que sustituir su plan original por otro de contingencia. Ya solo se trataba de llegar al vestuario evitando males mayores, o sea, sin más movimientos en el marcador, sin tarjetas y sin que nadie tropezara en la escalera que conduce a la caseta. El Athletic alcanzó esos objetivos ante una grada desolada por el abandono prematuro de una afición decepcionada.

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