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Ya es casualidad que justo el día en el que al presidente le da por mentar en público la Champions League, a los chicos les ... salga la noche tonta. Todos pensábamos, como Uriarte, que el Athletic acabaría el día con tres puntos más a la espera de lo que haga el Atlético en su partido. Y todos soñábamos, como el presidente, con un final de Liga que pusiera la guinda a la gran tarta de la Copa. Sobre el papel, la visita del Granada a San Mamés no debía ser más que un trámite en el trecho final del curso.
El partido se prestaba a recordar uno de esos lugares comunes que tanto abundan en el fútbol, en concreto ese que se refiere a ganar un partido sin bajar del autobús. Ocurrió que el dicho tuvo anoche otra interpretación. El Athletic sí se bajó del autobús, pero tarde, y para cuando los rojiblancos llegaron al partido ya perdían por un gol que no fue olímpico porque Iñaki Williams peinó el córner dejando a Unai Simón con el molde del balón entre los guantes.
El partido empezó torcido y así siguió hasta el final sin que los esfuerzos del equipo, tan abundantes como imprecisos, consiguieran enderezar el rumbo. Son dos partidos, éste de ayer y el del Villarreal, que no son comparables, ni en su desarrollo ni en sus circunstancias, pero que tienen un elemento común: el Athletic no ha conseguido ganar ninguno de los dos que ha disputado desde la final de Copa. Serán las cosas del fútbol.
De pronto, los hados han dado la espalda al Athletic. Por decirlo de alguna manera, el partido de anoche era uno de esos que el equipo ganaba este año, o sea, uno de esos que la temporada pasada acababan como ayer en empate o derrota. Llevábamos meses felicitándonos por ese cambio, pero se ve que las cosas, por desgracia, vuelven a ser como eran.
Y los árbitros tampoco son ajenos a este cambio del viento. Este viernes tocó el clásico que se deja tomar el pelo por el portero y sus pérdidas de tiempo y que, además, tiene un criterio manifiestamente mejorable a la hora de señalar faltas y mostrar tarjetas. La entrada que le costó a Yuri una lesión que le retiró del campo, no fue merecedora de amonestación a juicio de un Iglesias Villanueva que, en cambio, se dio un paseíllo torero desde el centro del campo para mostrar la amarilla a Valverde.
No puede decirse que fuera decisivo en el marcador de una manera tan grosera como su colega de la semana pasada, pero no colaboró en nada para que el partido tuviera un mínimo ritmo y, además tampoco supo deshacer los embrollos que buscaban los jugadores del Granada con más dedicación a medida que transcurrían los minutos. Esta vez no hubo intervención del siempre impredecible VAR. Esta vez había un árbitro bastante malo en el campo, que se llevó la gran bronca de un público frustrado y enfadado porque llovía sobre mojado.
Es verdad que el bajísimo nivel del árbitro no colaboró para que viéramos un mejor partido, pero los verdaderos responsables del desaguisado fueron los jugadores del Athletic, otra vez sorprendentemente torpes en los metros decisivos y en los últimos pases. Volvió a faltar finura para ejecutar y claridad para construir. Ni el relativamente rápido empate aclaró las ideas de unos futbolistas que, de pronto, parecen haber perdido toda la frescura y la inspiración que les ha traído hasta aquí. Tuvieron ocasiones para ganar, sí, y dominaron el partido, pero salvo el balón que sacó de la raya un defensor, tampoco es que el Granada sufriera el agobio que predecíamos.
El Athletic voló en el primer tiempo con un motor y una sola ala. Todo el juego de ataque pasó por Sancet y Nico Williams. Iñaki estuvo desaparecido y el experimento de Unai Gómez al lado de Ruiz de Galarreta en la creación no funcionó. Guruzeta apareció en el gol y en la ocasión antes comentada.
Cuando los que tiraban del carro fueron agotando su energía el partido se enturbió y los cambios tampoco aportaron soluciones. El Granada se sentía cada vez más cómodo acumulando gente en su área y los de Valverde no encontraron la fórmula para subvertir la ley física que establece la impenetrabilidad de los cuerpos.
Cuando menos lo esperábamos llegó el bajonazo fatal que deja al equipo entre dos aguas. Cuando hagamos balance de la jornada veremos si todavía procede seguir con el cuento de la lechera o el momento de hacer balance de la temporada se ha adelantado unas semanas en el calendario.
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