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«El triunfo del Athletic de Bilbao se ha cargado la campaña electoral, a nadie le interesa, está todo el mundo con el Athletic. La campaña electoral en el País Vasco ha pasado a un tercer plano». Son palabras de Ana Rosa Quintana, en su ... conexión con Bilbao, el jueves de la gabarra. Lleva razón. Pero no por lo que ella cree. Pensar que la ciudadanía, y en especial la que celebra un triunfo deportivo, esté cegada por el dios balón y sugerir con ello que le importa un comino asuntos de más calado es tirar de tópico. Aquello de fútbol y opio para el pueblo. Y creer que la campaña electoral cambia lo que la mayoría vamos a votar, es como pensar que la jornada electoral sirve, de verdad, para pensar qué sobre meteremos. Porque, seamos serios, los resultados dependen del voto fiel por un lado y del voto con la nariz tapada por otro. A ese segundo le llaman voto útil. Para que no gane zutano, tengo que votar a mengano. De hecho, esos días de éxtasis athleticzale vino bien para lo más importante de las campañas. Que el candidato no meta la pata. A veces cuando menos hablen mejor. Pero Ana Rosa se equivoca también en otras cosas. Empezando por corregir al reportero de Tele 5 al referirse a la Copa.
«Copa... del Rey», corrigió al compañero la popular periodista. Y no es exacto. Si somos puntillosos debería decirse «Campeonato de España-Copa de su Majestad el Rey». De hecho es más lo primero que lo segundo. Porque antes se llamó «Copa de la Coronación», «Copa de su Excelencia el Presidente de la República», «Torneo Nacional de Fútbol», «Copa de su Excelencia el Generalísimo» y desde 1976 tal y como se denomina ahora. Por eso se le llama Copa y punto. Pero monarquías aparte, servidor le llama Copa del Rey y no me sale sarpullido. De hecho el Athletic sigue siendo denominado el Rey de Copas por muchos periodistas, incluso foráneos, pese a que el Barcelona haya ganado más ediciones. Aclarado el asunto, pasemos a un detalle que me apuntaba un conocido periodista de EITB. «¿Te has fijado en las banderas durante el recibimiento?». Interesante. Resulta imposible ver un partido por televisión donde no veamos enseñas o pancartas sobre temas políticos o reivindicaciones. De manera especial en nuestra tierra.
En cambio, aquí está la madre del cordero, en una cita histórica que congregó a más de un millón de personas abarrotando las márgenes de una ría a lo largo de 13 kilómetros, solo se veían banderas rojas y blancas. Como mucho ikurriñas. Nada más. Me decía el periodista que sonaba a consigna tipo «no hagamos nada que el efecto va a ser el contrario al deseado». Porque el Athletic Club está por encima de todo. Se han querido hacer con él, no hablo de pillar palco sino de su esencia, ideologías de un lado, del otro y del de más allá. Lo han intentado, desde su lejana fundación, derechas, izquierdas, republicanos, franquistas y nacionalistas. Pero no pueden con él. Porque es lo único que nos une. En este caso a los athletizcales, sobre todo, de Euskal Herria. Para explicarlo mejor contaré una historia personal.
El último partido de Liga jugado en La Catedral antes del cambio y giro de 45º, nunca le llamaré nuevo San Mamés, los vecinos de asiento intercambiamos teléfonos y nos sacamos unas fotos. Llevaba en ese lugar 32 años. Un tiempo en el que me abracé con esas personas en cada gol, bebí de sus botas, compartimos bocatas y sobre todo, lloramos y reímos. Pero jamás hablamos de política. Salvo ese último día. Desvelamos en qué trabajaba cada cual. Y descubrí que uno era concejal del PNV en su pueblo, que otra había sido candidata del PSOE a Juntas generales, que dos eran liberados sindicalistas y de la izquierda abertzale y que el tipo que se sentaba al final de la fila era el guardaespaldas de su vecino de asiento. Tres décadas y lo supe entonces. Por eso es verdad lo que dijo Quintana y otros muchos periodistas y tertulianos. Desde la Copa hasta la gabarra, incluso antes y después, el Athletic eclipsó la campaña electoral. Pero no es culpa del fútbol. Sino de la política que hace mucho que dejó de ilusionarnos.
No hay mejor invento que la democracia. Pero en los días de colegio, por lo general, se votaba como delegado al más gamberro, al más tonto o al que no tenía otra cosa que hacer. Rara vez al más capaz. No hemos cambiado. Seguimos con esa máxima. Ojalá salga el más válido. Nos jugamos mucho. Pero sea quien sea deberá entender que el Athletic ha logrado algo que ellos no han podido hacer jamás. Unirnos. De hecho lo que hacen, y aquí meto a los periodistas, es separarnos.
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