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Quedémonos con lo bueno. Bilbao parecía Sevilla a media tarde; Pozas era el barrio de Triana y García Rivero la calle Sierpes. Como la explanada ... de San Mamés se asemejaba a La Cartuja, despoblada tres horas antes del partido, la similitud se incrementaba, y ya sabrán los lectores a qué día me refiero con lo de Sevilla. Lo único, claro, que las distancias son menores, que en Bilbao se puede ir andando a cualquier sitio, como presumen los habitantes de la Villa y de lo que enseguida se dieron cuenta los mancunianos que viajaron desde su ciudad para apoyar al Manchester United.
¿Cómo vinieron? Ese es el misterio, porque cuando jugó el Rangers en cuartos de final, en Loiu aterrizaron ocho aviones procedentes de Glasgow entre el día anterior y el del partido, y, sin embargo, de Manchester llegó un vuelo el miércoles, en el que viajaba el equipo, y un avión privado con pocas plazas, a mediodía del jueves. La proporción, con la cantidad de gente que había en el campo, no se corresponde.
Pero quedó claro que los de Manchester son un poco como los de Bilbao, que vienen como les da la gana, y eso hicieron también para llegar a San Mamés: dejaron plantada a la Ertzaintza, que esperó como alguien al que su pareja no se presenta para la cita. Tal vez consideraron que ellos no son ningún rebaño al que hay que conducir al redil, y posiblemente hicieron bien, porque el 99,9% llegaron hasta la capital vizcaína para divertirse.
Y lo hicieron, claro, es ese cuarto de hora nefasto que hundió al Athletic en la miseria y obligaría, hipotéticamente, a una hazaña de dimensiones homéricas, que podría ser, y todos nos alegraríamos, por supuesto, pero el bajón ha sido importante en la moral de los 49.000 aficionados rojiblancos que lo dieron todo en San Mamés (sacando de la cuenta a los del Manchester), y quienes durante toda la tarde le pusieron color a esa tarde sevillana que si entonces acabó en noche feliz, esta vez se convirtió en tragedia.
Valverde habló en la víspera de apagón, y no suele ser gafe el entrenador rojiblanco, pero esta vez fue, por lo menos, premonitorio, porque eso es lo que sucedió en esos 15 minutos dramáticos que dejan al Athletic casi fuera de la final del día 21 en San Mamés. En el caso del equipo rojiblanco anoche hubo apagón, bajada de tensión, y como en las explicaciones que se vienen dando a esa jornada tan extraña del lunes, las energías sostenibles no se sostuvieron y se produjo el colapso, que no se puede atribuir a un hackeo arbitral, por mucho que el noruego que dirigió el partido, y que era muy malo, contribuyera lo suyo al enfado de la grada.
Pero el penalti de Vivián se puede pitar, y según el reglamento acarrea tarjeta roja por mucho que duela. Después del gol de Casemiro, que no es nuevo en esta plaza, se les fundieron los plomos a los de Valverde y de esos polvos llegaron los lodos que enfangaron el resultado.
Lo más lógico, salvo que el Bodo le monte una encerrona al Tottenham en Noruega, es que la fiesta del 21 de mayo sea exclusivamente inglesa, y que los más de 2.000 seguidores del United se multipliquen y regresen a Bilbao. Se lo pasaron bien e intentarán volver a hacerlo, con la cerveza muy barata, como confesaron algunos a EL CORREO en las horas previas. Ya se sabe: a reponer barriles.
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