Satisfacción, mensajes y balones fuera
Uriarte lanzó ideas muy concretas y el directoe de Fútbol compareció con la obligación estricta de no decir nada
Fueron casi dos horas de rueda de prensa. En concreto, 110 minutos. Hago la precisión porque la comparecencia del presidente del Athletic y del director ... de Fútbol se inició a las 11.42, es decir, con dos minutos de retraso sobre el curioso horario previsto, y acabó a las 13.32. Un espectador desinformado quizá atribuya la larga duración del encuentro de Jon Uriarte y Mikel González con los medios de comunicación al hecho de que tenían que hacer balance de una temporada histórica y de que es muy natural demorarse hablando de los éxitos propios.
La realidad, sin embargo, fue otra. No que ambos se comportaran como un niño engreído al que le piden que hable de sus notas cuando ha sacado todo sobresalientes. Lo que ocurrió es que el presidente se presentó con varios mensajes muy concretos sobre los que quiso extenderse y percutir como un pilier de los 'All Blacks' y, sobre todo, que el director de Fútbol lo hizo con la estricta obligación de no decir nada. Y eso suele requerir de mucho tiempo salvo que uno decida guardar silencio.
El papelón de Mikel González en la rueda de prensa me hizo pensar en el ridículo inevitable que se produce cuando alguien siente que tiene que cumplir a la vez dos obligaciones incompatibles entre sí. En su caso, la de presentarse delante de los periodistas y, a la vez, la de no contestarles; es decir, algo tan absurdo como sentirte obligado a ser socorrista en una playa y a no pisar la arena.
Salvo una serie de datos estadísticos que ofreció al inicio de su intervención, algunos ya conocidos y otros interesantes, y que el club podía haber colgado perfectamente en su página web, el responsable de la dirección deportiva se dedicó a tirar balones fuera sin ningún recato. Le preguntaban en qué posiciones se puede reforzar la plantilla y contestaba que la ambición del club es tener mejor equipo cada año. Le preguntaban si el club hizo a David Aznar una oferta de renovación y replicaba que el exentrenador del Athletic femenino es una gran persona y que fueron con él de la mano. Le interrogan sobre si le parece complicada la convivencia entre dos porteros como Unai Simón y Agirrezabala y dice que el club tiene otros porteros muy buenos como Padilla, Mikel Santos u Oier Gastesi. Y todo así. De Areso o Laporte, por supuesto, ni mu. Vamos, ni citar su nombre.
Me dio la impresión de que González podía haberse pasado horas y horas yéndose por la tangente o los cerros de Úbeda. En varios momentos, sonrió con sus respuestas clichés que es como calificó Uriarte a las evasivas más recurrentes. Se le notaba a gusto en su papel, como quien disfruta de una destreza recién adquirida de la que se siente muy orgulloso; en su caso, la del escapismo argumental, la del circunloquio vacío. Los periodistas, además, insistían con bravura, inasequibles al desaliento. Por momentos, viéndoles insistir en preguntas que no iban a tener respuesta o que, de hecho, no la habían tenido, sentí que había algo heroico en la persistencia de mis colegas. En otro momento, en cambio, pensé en ellos con solidaridad y esa lástima fugaz que provocan los insectos cuando se estrellan contra el parabrisas de un coche.
En fin, que imagino a Mikel González al término de la rueda de prensa retirándose muy feliz por no haber dicho nada y, por supuesto, sin llegar a pensar en ningún momento que para eso se podía haber quedado en Lezama. O en casa. El presidente, además, se bastaba y sobraba ayer para comparecer. Jon Uriarte, que prometió que no haría cosas raras con el calendario electoral, algo que todos agradecimos, sí tenía cosas que decir y mensajes que mandar.
El primero fue de ambición, autoexigencia y humildad en estos momentos de euforia. Al dirigente rojiblanco, como sabemos desde la campaña electoral, no le salen bien las analogías gastronómicas y pudo haber encontrado una mejor que decir que «hemos comido caviar y queremos seguir comiéndolo y no sólo en Navidades». Pero, más allá de eso, su mensaje se entendió. Como se entendieron su contundente recuerdo a la Herri Harmaila por su huelga de animación –llegó a hablar de casi un inicio de guerra civil– o su réplica a Masip y por extensión a Laporta y al Barcelona, del que detalló una por una todas las razones que extendieron por San Mamés «el cansancio» que, a su juicio, provocó la pitada en el último partido en San Mamés.
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