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Oihan Sancet, que hoy cumple 25 años, edad perfecta para cualquier atleta, sufrió el miércoles su sexta lesión en lo que va de temporada. En ... realidad, la sexta en los últimos siete meses, cuatro musculares y dos de tobillo. Todas ellas han sido calificadas en los partes médicos del club -el último el de ayer- como «moderadas» o «leve moderadas», pero el caso es que han impedido al navarro tener la continuidad debida y le han hecho perderse partidos muy importantes: la semifinal de la Supercopa ante el Barcelona, los octavos de final de Copa ante Osasuna, los dos de la eliminatoria contra la Roma, los del Mallorca y el Sevilla en San Mamés, el del Atlético en el Metropolitano... Por no hablar de que en choques como los del Slavia de Praga, el Viktoria Pilzn o el Villarreal en La Cerámica sólo pudo jugar unos pocos minutos. Pues bien, ahora le va a tocar perderse la ida de las semifinales contra el Manchester United y quién sabe si la vuelta en Old Trafford.
Que a pesar de todo esto el Athletic esté en una situación tan buena y que Sancet haya conseguido los mejores números de su carrera, 17 goles por ejemplo, es algo magnífico que, por supuesto, hay que celebrar. Ahora bien, que los rojiblancos sean un equipo sólido y competitivo incluso sin su jugador más desequilibrante y que éste responda tan bien cuando juega no significa que su ausencia no sea algo grave y preocupante. ¿Cómo no va a serlo? ¿Alguien duda de que con Sancet en el campo el juego del Athletic tiene otro nivel, otro vuelo, y que de cara a una eliminatoria como la del United esta circunstancia puede ser decisiva?
Si todos estamos de acuerdo en esto, sospecho también que una inmensa mayoría de los aficionados del Athletic coincide en su deseo de reclamar al club una explicación. ¿Qué pasa con Sancet? ¿A qué se debe esta repentina sucesión de lesiones en un futbolista que en las dos temporadas anteriores apenas se había perdido partidos y cuando se los perdió fue por expulsiones tontas?
Como es sabido, desde hace años los responsables de los servicios médicos del club sólo comparecen una vez ante los medios y lo hacen en pretemporada. Es decir, para hablar de las pruebas físicas de los jugadores, de alguno que se está recuperando de una lesión o que vaya a pasar por el quirófano, como ocurrió con Unai Simón el pasado verano. El resto del curso, chitón. Lo que puedan decir los médicos, por lo visto, ya no tiene interés informativo. Si los aficionados se hacen mil preguntas, que se rasquen.
Me temo, sin embargo, que con lo de Oihan Sancet este silencio empieza a ser insostenible. Salvo que, de repente, deje de lesionarse y pueda jugar sin ningún problema y con la continuidad que quiera darle Valverde, va a ser obligada una explicación por parte de los servicios médicos. Porque lo que está sucediendo no es normal, por mucho que el jugador, al menos en apariencia, se lo esté tomando con una tranquilidad que para sí la quisiera el campeón del torneo de calma intermonasterios de monjes budistas. El miércoles, por ejemplo, se retiró del campo con un levísimo gesto de contrariedad y, una vez en el banquillo, cuando otro en su lugar estaría llorando inconsolable o pegando patadas a los botellines de agua, se mostró serio, sin más.
La familia rojiblanca merece saber si el futbolista tiene un problema médico que los galenos rojiblancos no logran detectar. O saber si lo han detectado y no dan con el tratamiento y están buscando alternativas. O si se han podido precipitar en algunas de sus reapariciones. O si creen que esto es algo casual, pura mala suerte. Qué se yo. Merecen una respuesta. Por supuesto, nadie espera que contesten a la pregunta que casi todos se hacen: si la vida privada del jugador se corresponde con la de un buen profesional y, en caso contrario, si eso podría estar influyendo en sus lesiones recurrentes. Ya sabemos que de estas cosas no se habla. Pero una cosa es que no se hable de cuestiones privadas y otra que no se hable de nada cuando estamos hablando de una de las grandes estrellas del equipo, con contrato hasta 2032.
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