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Endika Buján, otro de los debutantes el sábado, intenta irse del veterano Daley Blind. Ignacio Pérez

Cómo nos gustan los debuts

Lunes, 10 de febrero 2025, 23:57

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A todos los aficionados les hace ilusión ver debutar a un jugador en su equipo, y más si se trata de un chaval que procede de la cantera. Creo, sin embargo, que en el Athletic esta ilusión es superior, única y diferente a los demás clubes. Y me explico porque estas afirmaciones hay que explicarlas para que no parezcan arbitrarias, un producto barato de la mirada del periodista a su propio ombligo. Veamos. En el Athletic cada debut viene a ser una reafirmación de la validez de su filosofía, una garantía de futuro. Y esto no ocurre con ninguno de sus rivales, que pueden fichar futbolistas sin limitaciones geográficas y para los cuales la cantera es un recurso que explotan más o menos en función de las circunstancias, pero no su principal razón de ser.

Pensemos en el Barcelona, por citar a un club con una cantera extraordinaria. Por supuesto que la 'gent blaugrana' disfruta viendo estrenarse en el primer equipo a Pedri, Yamal, Balde, Gavi, Cubarsí, Casadó y demás perlas de La Masía. Y por supuesto que en estos tiempos en los que la economía del club catalán es un desastre que haría posible la imagen de ejecutivos tirándose por las ventanas como en el crack del 29, la aparición de esos chavales es un maná llegado del cielo. Sin ellos, directamente el Barça se habría hundido. Pero aún así el socio culé se siente igual de reafirmado en su identidad con fichajes de postín como Neymar, Luis Suárez, Ter Stegen o Lewandowski que con un canterano, ya sea éste de Mataró, de Sevilla, de Girona o de Las Palmas..

En el Athletic hay dos tipos de debuts: el del futbolista forjado en Lezama y el del fichaje. Y dentro de este segundo grupo haríamos dos distinciones: el del jugador consolidado (Raúl García, Iñigo Martínez, Berchiche o Berenguer) y el del joven que es un enigma, un melón sin abrir. Por ceñirnos a esta temporada, sería el caso de Djaló, aunque había jugado en Primera e incluso en Europa con el Braga, y sobre todo el de Maroan Sannadi. Pues bien, cualquiera que lleve tiempo presenciando estrenos de jugadores en el Athletic se habrá dado cuenta de las distinciones, a veces un poco sutiles, que hace en ellos el público en San Mamés.

Al gran fichaje se le recibe con esperanza, respeto y una opinión ya formada sobre él y sobre lo que debe ofrecer en función de su coste. A veces, las opiniones son divergentes, pero a poco que el jugador sude la camiseta los aficionados acaban confluyendo con el tiempo en un sentimiento común. Y no importa que en el pasado ese recién llegado se las haya tenido tiesas con la afición rojiblanca. De repente se convierte en «uno de los nuestros». Y no hay más que decir.

El canterano, por su parte, es recibido siempre con un cariño paternal o maternal. Lo vimos el sábado con el debut de Endika Buján, un extremo eléctrico y encarador formado en el Danok Bat y en el Barakaldo antes de ingresar en el filial rojiblanco. La hinchada de San Mamés ovaciona a estos chavales como lo haría al escalador que, tras mucho esfuerzo, alcanza la cima con la que lleva soñando toda la vida. Eso sí, dependiendo de las expectativas que haya puestas sobre él, los decibelios de la grada tendrán más o menos intensidad. Vamos, que no es lo mismo asistir al debut de Sancet o Nico Williams, jugadores de los que se oía hablar como futuras estrellas desde que eran cadetes, que al de Papín, Solabarrieta o Albizua. A partir de ahí, de esos primeros aplausos de reconocimiento y apoyo, al debutante se le pone la lupa, al principio siempre con benevolencia, resaltando los detalles positivos y rebajando el valor de los defectos, atribuyéndolos a los nervios del estreno. Los juicios más severos llegan más tarde.

El joven fichaje desconocido también recibe cariño, pero el listón de la exigencia que se le pone depende de su coste. No es lo mismo que el club haya pagado 15 millones por él, como es el caso de Djaló, a que haya invertido una cuarta parte de esa cantidad, como ha hecho un Maroan. Con el vitoriano, por cierto, ocurrió una cosa muy curiosa. Yo al menos no le encuentro un precedente claro. Me refiero a que un futbolista desconocido y sobre quien era lógico tener muchas cautelas -al final y al cabo, con 24 años todavía estaba en Primera Federación- generase en unos pocos días semejante expectación. Supongo que a ello ayudaron los medios, las redes sociales, las películas de la Marvel y hasta la propia sugestión de los aficionados, ilusionados con tener un delantero de ese perfil, un tiarrón, un primo de Zumosol preparado para machacar defensas rivales. El caso es que el chaval salió al campo en loor de multitudes y dejó a la gente encantada con su potencia y desparpajo. ¡Cómo nos gustan los debuts!

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