Los tres años victoriosos de Jon Uriarte… y lo que le queda
Bonanza ·
Los éxitos del equipo y su impacto positivo en las cuentas del club y en el ánimo de la afición permiten al presidente del Athletic entrar muy reforzado en su último año de mandatoSe cumplen este martes tres años de la victoria de Jon Uriarte en las elecciones del Athletic, de manera que ya podemos hablar de que ... su mandato, con independencia de que pueda tener continuidad, entra en la cuenta atrás; una 'countdown' que esta vez, según confirmó el propio presidente rojiblanco en su última rueda de prensa, va a ser bastante previsible, «sin cosas raras» en lo que se refiere al calendario electoral. Dicho de otra manera: de haber elecciones, éstas se celebrarán en junio de 2026, al final de la próxima temporada. Esta circunstancia no evitará, por supuesto, que a partir de septiembre ya empiecen a surgir noticias y rumores sobre las intenciones de Uriarte, la fecha exacta de los comicios, la aparición de posibles candidaturas... La salsilla de siempre, vaya.
A la espera, por tanto, de que en otoño comiencen a caer las primeras hojas de la cuestión electoral es obligado referirse a algo que, a día de hoy, más que una sospecha ya es una convicción muy extendida entre la masa social rojiblanca: que Jon Uriarte volverá a presentar su candidatura y que no tendrá una plancha rival, por lo cual podría continuar en el cargo hasta 2030. Por supuesto que en un año pueden pasar muchas cosas. Incluso que el presidente, como él mismo bromeó hace unos días, tenga trillizos y no se vea en condiciones de compaginar la dirección del Athletic con el trabajo en sus empresas y la crianza de tres hijos simultáneos. Pero si todo transcurre con normalidad, es decir, si el presidente no se convierte de repente en padre de familia numerosa, el Athletic sigue cosechando éxitos deportivos y su afición continúa feliz y orgullosa de su equipo, el escenario que se vislumbra es el de una continuidad plácida, casi automática.
El verdadero electroshock ha sido el magnífico progreso del equipo
Porque, al final, esta es la clave: que la pelotita entre. Siempre lo es en el fútbol. No hay otra. En 2022, la victoria de Jon Uriarte se basó en que, frente a dos candidatos más clásicos, por decirlo de alguna manera, él supo representar muy bien la novedad, el aire fresco, la innovación, la modernidad, un Athletic nuevo sin el lastre de viejos convencionalismos. Esta percepción arraigó de forma tan rápida y profunda que generó una corriente transversal de partidarios, de jóvenes a viejos, que le siguieron a las urnas como a un líder promisorio. Ahora bien, tres años después pocos de ellos podrán decir, siendo sinceros, que el Athletic les parece ahora un club nuevo, mucho más moderno e innovador. En lo que todos coincidirán, sin embargo, es en la ilusión que les produce ver a su equipo llenando San Mamés cada partido, ganando la Copa cuarenta años después, clasificándose para la Champions y siendo el Athletic más competitivo del siglo XXI.
El entrenador
Este es el gran cambio. Dejémonos de milongas, algoritmos y descubrimientos del Mediterráneo. Aquí el único electroshock ha sido el magnífico progreso de un equipo. Con Uriarte la pelotita ha entrado –y de qué manera– en las dos últimas temporadas. Y esto es lo que ha marcado su trayectoria como presidente y lo que, en junio de 2026, si los jugadores mantienen su nivel, podría convertirle en un candidato sin rival o poco menos que imbatible.
El éxito de Uriarte es imposible disociarlo de la figura de Valverde, el artífice de este Athletic
El éxito de Uriarte es imposible disociarlo de la figura de Ernesto Valverde, el gran artífice de este Athletic de postín. El presidente, por supuesto, tiene todo el derecho del mundo a atribuirse el acierto de haberle contratado, por mucho que Txingurri también fuera el entrenador de Ricardo Barkala. También puede presumir de sus muchas renovaciones, que han servido para dar continuidad a la plantilla. Pero ahí se acaban las medallas que puede ponerse en el pecho. Porque lo cierto es que, salvo Ruiz de Galarreta, no hay otro futbolista importante en el Athletic que no estuviera ya en el primer equipo o destacara en la cantera de Lezama cuando él entró en Ibaigane. Ninguno de sus fichajes, con la excepción de 'Galaxy', ha sido relevante en el crecimiento del equipo. De ahí que este verano Uriarte se enfrente a un duro examen, nuevo para él, ya que ninguna de las opciones de refuerzo que se barajan –Laporte, Areso o Borja Sainz– va a ser fácil de conseguir.
La convicción general es que el empresario se presentará en 2026 y que no tendrá rivales
Lo que nadie discute es que el máximo dirigente del Athletic va a entrar en el último año de mandato en una situación que hubiera firmado con sangre en 2022. La suerte le ha acompañado. Son días de vino y rosas. Nada disturba a la familia rojiblanca, que como mucho sufre el cansancio mortal del culebrón Nico Williams. Es lógico, por tanto, que mantener la estabilidad reinante sea un deseo colectivo. El hincha es feliz y sólo quiere que su club siga lo bien que está, que se mantenga la inercia positiva de buenos resultados deportivos, mayores ingresos económicos y optimismo general.
Por su peculiar personalidad, Uriarte ha traído un nuevo tipo de liderazgo al club
El gran cambio que se ha producido en estos tres años de mandado de Uriarte, queda dicho, es este círculo virtuoso de buenos resultados, más dinero y mejor ambiente. Hay otro, sin embargo, que también ha llamado la atención: su peculiar estilo a la hora de gobernar el club. Uriarte nada tiene que ver con sus predecesores, que con sus diferencias, algunas significativas, compartían unos mismos códigos tradicionales en sus relaciones con la masa social y los medios de comunicación. El empresario bilbaíno, por el contrario, va a su aire. Salvo que sea estrictamente necesario, no se relaciona con nadie fuera de su círculo de confianza: ni con expresidentes o exjugadores, ni con periodistas, ni tampoco con socios o peñistas.
En una situación como la actual, la afición no quiere cambios, sólo continuidad
Hay en él algo que destila distancia. Es de esas personas a las que la simpatía y la cercanía amable nunca les salen de forma espontánea y natural sino siempre forzada, ya sea por protocolo o por simple educación. No es extraño que sus dos únicos tropiezos en las asambleas, que han transcurrido siempre con tranquilidad y mayorías poco menos que búlgaras, como corresponde a unos tiempos de bonanza, tuvieran que ver con su talante. Hablamos del reajuste de las cuotas y del nuevo reglamento para las peñas. Uriarte presentó estas dos propuestas a porta gayola, sin el debido diálogo, y se llevó el revolcón. Los compromisarios se las tumbaron por amplia mayoría. Esa derrota, sin embargo, pareció afectarle lo mismo que la rotura de una cañería en Bangkok. Ni se inmutó. Su enorme seguridad en sí mismo le ha forjado un espíritu desafiante y retador. Así se entiende también su actitud valiente y sin concesiones en su choque con parte de la Herri Harmaila o en la polémica con el Barça y Joan Laporta.
El jefe
Jon Uriarte está inaugurando un nuevo tipo de liderazgo al frente del Athletic. En un club tan acusadamente sentimental, él es una especie de anomalía, producto de los nuevos tiempos:un empresario inteligente, expeditivo y meticuloso, de apabullante capacidad de trabajo y frialdad contrastada. Parece más uno de esos CEO sagaces y de alma recaudatoria que se disputan las multinacionales que el responsable de un club de fútbol obligado a lidiar con una filosofía romántica y con los imponderables propios de un juego; es decir, de una actividad en las que las teorías de asunción de riesgos en la inversión se pueden descalabrar sin saber por qué. Pensemos en los 15 millones por Djaló.
El dirigente rojiblanco mantiene las distancias y sólo se relaciona con su círculo de confianza
Con este perfil tan peculiar, que se hable de su presidencialismo no tiene mucho recorrido. Todos los presidentes lo han sido en mayor o menor medida y Jon Uriarte lo es a su manera. Después de tres años en Ibaigane, cualquiera de sus directivos puede salir a la calle pasando desapercibido. Trabajan en la parcela que les ha adjudicado su jefe, al que le informan y aconsejan. Y ya está. El presidente hace y deshace. Su principal apoyo es, sin duda, Jon Berasategi, el director general, ya casi insustituible por su conocimiento del club, como ocurrió con su predecesor Fernando Ochoa entre 1982 y 2003. Lo cierto es que sólo Mikel González, el director de fútbol, tiene visibilidad con su media docena de ruedas de prensa y sus entrevistas a pie de campo, cargadas siempre de un optimismo mineral, antes de los partidos. Otra cosa es que en las decisiones deportivas de gran calado la opinión de Valverde sea capital. Lo ha sido en toda la trayectoria de Jon Uriarte.
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