Agirrezabala en la jugada de la expulsión. Manu Cecilio

Athletic 1-1 Sevilla

El Athletic se queda corto ante el Sevilla

El equipo de Valverde, que se adelantó con un gol de Jauregizar, no supo cerrar el partido y acabó empatando tras quedarse con diez en un error de Agirrezabala

Domingo, 29 de septiembre 2024

La cuarta victoria consecutiva del Athletic en la Liga estuvo muy cerca, pero no fue posible. Lo impidieron varios factores, uno de ellos fundamental: a ... los rojiblancos le faltó juego para ampliar la ventaja obtenida con el gol de Jauregizar en el minuto 36. No supieron darle el finiquito a un Sevilla flojo y acabaron jugando con fuego y quemándose. Un error de Agirrezabala en el minuto 81, al írsele largo un control con el pecho y derribar a Mateo, le costó la tarjeta roja. En inferioridad, al equipo de Valverde le dio un extraño ataque de vértigo. Se metió muy atrás, tanto que al final, ya en el descuento, cuando su área era el camarote de los hermanos Marx, un golpe de mala suerte en un gol en propia puerta de Padilla acabó suponiendo el 1-1.

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Así como en otros partidos el Athletic ha demostrado aplomo para defender bien un marcador ajustado, ayer no supo hacerlo. De ello se aprovechó el Sevilla, que no tenía otro remedio que jugársela y se la jugó. Cuando en el minuto 89 Lukébakio, que ya había mandado un balón al poste en el 54, falló una ocasión clamorosa sobre la raya de gol –Berchiche le molestó lo suficiente como para que no pudiera empujarla tranquilo– más de uno pensó en que la diosa Fortuna volvía a acompañar al Athletic. Ejuke, sin embargo, no estaba dispuesto a aceptar veredictos divinos. El nigeriano estuvo muy activo todo el partido, pero en los minutos finales, sencillamente, se puso a volar. Lekue todavía le está buscando. Suya fue la jugada del empate y hasta tuvo otra muy similar poco después, entrando hasta la cocina, que pudo significar el 1-2.

Visto lo visto, quedó claro que ayer el Athletic se quedó corto. En juego, en solidez y en efectividad. Porque lo cierto es que esta vez tampoco mostró una pegada de peso pesado, como hizo contra el Celta, por ejemplo. Iñaki Williams en el minuto 38 y Berenguer en el 70 tuvieron dos ocasiones magníficas para ampliar la ventaja y dejar la moral de sus rivales por los suelos. El caso es que les dejaron vivos y lo acabaron pagando en un choque muy denso, sobre todo en la primera parte. Entre el calor, la brisa del sur y el sopor de la sobremesa, el aficionado necesitaba de algún tipo de sensación fuerte en el campo para reaccionar y venirse arriba. El Athletic y el Sevilla, sin embargo, comenzaron el partido sesteando a un ritmo bajo, con un cierto aire contemplativo, sin ninguna gana de poner la carne en el asador.

En el caso de los sevillanos, era algo esperado. Son un equipo en busca de identidad. Su crisis deportiva –de la institucional no hablamos pero parece ser tan entretenida como Falcon Crest– se reflejaba en un hecho curioso: el de haberse convertido, de repente, dieciséis meses después de ganar la Europa League con Mendilibar, en un equipo poco menos que desconocido. De hecho, cuando el 'speaker' de San Mamés cantó el once inicial de García Pimienta la mayoría de los hinchas rojiblancos tuvo que hacer un esfuerzo para identificar a algún jugador sevillista con un mínimo de pedigrí. Reconocieron a Gudelj, a Badé, a Lukébakio, que estuvo la pasada temporada... A Iheanacho también le tenían identificado los seguidores del fútbol inglés, ya que es un veterano de la Premier, pero de los demás apenas sonaba su nombre. No hace falta decir que, a partir de ahora, el de Chidera Ejeku será muy reconocido en San Mamés. Hasta le podrá ver en carteles de «Se busca».

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Era lógico, en fin, que el Sevilla jugase un poco a verlas venir. Lo del Athletic era distinto. No podía hablarse de desgaste por el partido del jueves, ya que Valverde continuó con sus rotaciones e introdujo seis cambios en el once. La impresión es que su actitud obedecía, por un lado, a algunos desajustes técnicos en el centro del campo, con Vesga demasiado impreciso, Unai Gómez errático y Jauregizar corriendo demasiado para cosa buena. Y, por otro, a lo que parece una nueva mentalidad en el equipo, más templada y madura podría decirse. Es como si ya no fuera tiempo de abordajes, como si una mentalidad pirata no tuviera sentido en un equipo con vitola europea, obligado a medirse más por su calendario tan apretado, a jugar con la cabeza y no tanto con el corazón. Algo así.

A la trinchera

Los rojiblancos, de hecho, ni siquiera aumentaron sus revoluciones tras el descanso para intentar no seguir en el alambre y dictar sentencia. La primera jugada de la segunda parte, de hecho, fue otra trastada de Ejuke por su banda. Su disparo lo tapó Agirrezabala, que al final se acabaría convirtiendo en el protagonista del partido. Y fue una pena. Podían haber sido otros como Jauregizar, que fue de menos a más y se estrenó como goleador. O Peio Canales, que hizo su debut sustituyendo a Berenguer. Pero no. El fútbol quiso otra cosa y fue, curiosamente, un despeje del canterano de Barrika en una disputa el que llegó al área de Agirrezabala, que tuvo tanto tiempo para pensar lo que hacer con ese balón que, como suele ocurrir en esos casos, hizo lo peor: controlar con el pecho. Lo hizo y acabó derribando a Mateo.

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Es evidente que esa tarjeta roja tuvo importancia en lo que sucedió después. El problema es que tuvo una importancia excesiva. Al equipo de Valverde, al que esta vez no le funcionaron los cambios y no le rescató ninguna de sus estrellas, se le fundieron todos los plomos y sólo pensó en atrincherarse, en defender como si no hubiera un mañana. Lo más curioso es que, después de recibir la estocada del empate, de repente les volvió de nuevo toda su valentía y hasta tuvieron un par de llegadas con peligro en unos minutos finales de locura.

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