El Athletic empata contra sus propios fantasmas
Después de pasar el trago de la última jugada del partido, es como para empezar a pensar que este equipo está en disposición de pelear por algo importante este año.
Otros años a Vesga esos zapatazos se le iban fuera por centímetros. Son cosas de las dinámicas del fútbol, de los estados de ánimo, en ... fin, de esos intangibles que en este juego tienen más influencia incluso que esas líneas tan presuntamente exactas que nos enseñan con el VAR. Las fuerzas ocultas se mueven a placer en el fútbol, y no me estoy refiriendo ni a los árbitros ni a esas teorías de la conspiración que tanto se estilan. Hablo de tradiciones, de leyes no escritas que a fuerza de repetirse acaban dictando sentencia.
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El Athletic está metido en una dinámica tan positiva que Vesga pudo rescatar un punto con su sensacional zurdazo, superando la maldición que se cierne sobre este equipo cada vez que visita los campos sevillanos. Es verdad que el punto sabe a poco después de lo visto sobre todo en la segunda parte, pero después de pasar el trago de la última jugada del partido, es como para empezar a pensar que este Athletic está en disposición de pelear por algo importante este año.
No fue, ni mucho menos, el mejor partido que han jugado los de Valverde este año, y no lo fue posiblemente porque estuvo condicionado por un gol a los tres minutos que tuvo el efecto de un chute de adrenalina en vena para un Sevilla que compareció en el campo con muy mal color.
Sevilla, siempre Sevilla… una jugada tan inocua como un saque de banda a medio camino entre el centro del campo y la línea de fondo, se convirtió en una jugada de gol a la que todos los rojiblancos asistieron como espectadores despistados. El Athletic llegó tarde a un partido que se presumía que había que disputar desde el túnel de vestuarios y en el pecado de su despiste llevó la penitencia de tener que jugar cuesta arriba durante demasiado tiempo.
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Intangibles
No era tanto una cuestión de fútbol como de psicología. Otra vez los intangibles. Un Athletic lanzado visitaba a un Sevilla deprimido. Semejante enunciado invita a desarrollar todo el repertorio de tópicos al uso. Sampaoli, que haría un excelente secundario en una serie como Gomorra, agitó a los suyos con siete cambios que probablemente buscaban más la motivación que los arcanos tácticos. No le salió mal la jugada porque hasta el descanso sus hombres se emplearon con más intensidad que un Athletic fofo.
Valverde puso en liza a los mismos que tanto brillaron ante el Almería, pero en el Sánchez Pizjuán, algunos solo comparecieron para la foto protocolaria. Sancet no estuvo y Muniain no entró en el partido hasta el tramo final. Solo Nico Williams recordaba al Athletic afilado de hace siete días. Muy poco para sostener la bandera de la ilusión en un partido que empezó torcido.
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La maldición de Sevilla volvía a pesar demasiado y aunque lo que se veía en el campo animaba a pensar que, a pesar de todo, el partido tenía solución, los viejos fantasmas agitaban sus cadenas y sus sábanas; Unai Simón tuvo que salvar el segundo gol en un mano a mano con Papu Gómez que hubiera sido definitivo.
Afortunadamente el equipo local está tan mal como nos lo pintaban y el Athletic sigue siendo un grupo capaz de sobreponerse a las desgracias que a veces sufre por su mala cabeza. Mientras Sampaoli trataba de recomponer sus líneas, los de Valverde se fueron decididamente arriba y pusieron cerco a la portería rival. Entre que Vesga aportó más argumentos ofensivos que Dani García y que al Sevilla le temblaron las piernas, el partido se convirtió en un barullo continuo en el área local aunque el zapatazo salvador llegó desde la larga distancia.
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La lógica, el propio desarrollo del partido y el estado de ánimo de los dos equipos hacían presagiar que el Athletic podía acabar ganando. Hasta el Sevilla lo entendió así y se resignó a dejar correr el reloj para salvar el punto. Pero estábamos en uno de los campos en los que menos partidos ha ganado el Athletic a lo largo de su historia. Los aficionados rojiblancos que se relamían ante el asalto final sobre la portería de Dmitrovic, de pronto se vieron jugando a susto o muerte en el minuto 92. Afortunadamente salió susto, pero todavía sin terminar de recomponerse de una molesta sensación de oclusión en la garganta, tuvieron que asistir a una última jugada de esas que te quitan cinco años de vida.
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