El Athletic ya conoce el camino: arriesgar más en ataque
Aumentar la vocación ofensiva del equipo es indispensable para que los rojiblancos puedan progresar esta temporada
Extraer conclusiones de un solo partido es una ligereza, como todos sabemos aunque a veces caigamos en esa tentación. Conviene ser prudentes, por tanto, respecto ... al alcance del cambio visto en Ipurua en un aspecto del juego que es fundamental para que el Athletic progrese. Nos referimos a la aportación goleadora de los centrocampistas. O dicho de otra manera: a la evidente necesidad de que el equipo de Garitano llegue al área rival con más jugadores, una necesidad que el propio técnico reconoció en la rueda de prensa posterior al derbi contra el Eibar. «Estamos en ello», dijo, como diría el encargado de los fontaneros que progresan en el arreglo de una tubería.
Asumir la obligación de corregir una inercia perniciosa y llevar más futbolistas al ataque es un paso importante. El diagnóstico de Garitano se ha hecho esperar más de la cuenta. Y tiene su lógica. A un hombre tan obsesionado con la solidez defensiva como él es normal que le cueste asumir la paradoja de que el mayor riesgo que sufre su equipo, con los delanteros que tiene, es no arriesgar más en ataque implicando en la ofensiva a un mayor número de futbolistas. Pero lo importante es que el diagnóstico es acertado. Lo dicen las estadísticas, que son abrumadoras. El Athletic lleva tres temporadas consecutivas terminando la Liga con 41 goles a favor, una cifra que le condena a la mediocridad.
Es obligatorio, por tanto, mejorar ese registro, y hay que hacerlo sin Aduriz y sin más goleadores en la plantilla que Raúl García, a quien tampoco se pueden pedir heroicidades con 34 años y más batallas encima que Viriato. Lo que pueden aportar Williams o Muniain ya es de sobra conocido, y Villalibre todavía es una esperanza; cada vez más sólida, es cierto, pero una esperanza al fin y al cabo. De manera que hay que involucrar en la responsabilidad del gol a los interiores y los mediocentros, que llevan demasiado tiempo exentos de ella. La estadística que ofrecíamos ayer en estas páginas sobre la aportación goleadora de Dani García, Unai López y Vesga, los tres mediocentros habituales desde la llegada de Garitano, era como para hacer sonar la alarma de un camión de bomberos. Entre los tres habían marcado dos goles en 191 encuentros como rojiblancos. Los mismos que hizo Unai López el domingo en Ipurua.
La actuación del futbolista de Rentería merece detenerse en ella. Concretamente, en su comportamiento en los goles. Que los metiera con dos disparos magníficos, ambos a la base del poste, imposibles para Dmitrovic, fue digno de aplauso y decisivo para la suerte del partido. Pero lo más importante, lo realmente significativo, es que Unai López llegara como llegó a las posiciones de remate. Y, además, pidiendo el balón, casi exigiéndolo con los brazos en alto. En el primero lo hizo desde la media luna del área, ayudando a que Williams le viera. En el segundo fue todavía más ambicioso. Salió como un tiro hacia el área eibarresa justo después de darle el balón a Sancet y, según lo cogió Capa, se puso a levantar y agitar los brazos como un descosido para que el portugalujo le viera llegar. Lo hizo y el guipuzcoano acabó rematando al borde del área pequeña; un lugar que le debió parecer tan exótico como a un esquimal la feria de Sevilla.
Apariciones decisivas
Si uno se toma la molestia de ver repetidos los goles acaba convencido de que, sin la incorporación de Unai López, el 0-1 y el 1-2 no hubieran subido al marcador. Las jugadas hubieran quedado en agua de borrajas, como tantas veces sucede en las ofensivas del Athletic. Williams no habría encontrado ninguna línea de pase porque no la había. Hubiera necesitado irse de tres rivales y hacer la jugada de su vida para poder contactar con Morcillo, Raúl García o Muniain, los tres compañeros que tenía en el área. En el segundo gol, Capa tuvo una segunda opción de pase atrás, que era la de Sancet, pero las condiciones de remate del navarro eran muchísimo peores que las de Unai López para hacer gol.
La lección es bien fácil de aprender. El Athletic ya conoce el camino. Sólo necesita voluntad para transitarlo sin miedo, con convencimiento. Si quiere crecer e ilusionar a su afición en estos tiempos de melancolía tiene que afilarse, ser más intrépido, convertirse en un equipo con mayor vocación ofensiva. ¿Cómo era posible que un futbolista como Unai López sólo hubiera marcado un gol en 62 partidos y que las pocas ocasiones que creaba fueran en disparos lejanos o alguna falta? ¿Por qué no pisaba más el área?
Lo visto en Eibar ha sido como un pellizco de optimismo. Como lo está siendo la aportación cada días más trascendente de futbolistas como Villalibre, Morcillo y Sancet. Los tres pueden dar un nuevo brillo al ataque rojiblanco. Y lo mismo puede decirse de Iñigo Vicente, un talento al que hay que pulir con cariño, o de Zarraga, un centrocampista con una gran capacidad para traspasar líneas y magnífica llegada que, a sus 21 años, no pinta nada en el filial. Con ellos hay que fomentar la competencia dentro de la plantilla, algo que en el Athletic supone elevar el listón de la exigencia a algunos titulares indiscutibles cuyo rendimiento está muy lejos de ser satisfactorio por mucho que Garitano confíe en ellos a ciegas y les mantenga en el campo contra viento y marea, a veces llegando a ser injusto. Los casos de Muniain y Williams están en boca de todos y con razón.
Las claves
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Estadística Viendo lo que hizo Unai López en Ipurua no se comprende que este jugador sólo llevase un gol en 62 partidos.
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Actitud El mayor riesgo que sufre el Athletic es no arriesgar en ataque implicando a más jugadores en sus acciones ofensivas.
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Transición Es fundamental que los jóvenes sigan empujando y disputen la titularidad a algunas vacas sagradas que no terminan de rendir.
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