Donde vuelan las ballenas
En la Semana Grande todo es posible, incluso que uno salga solo y se sienta acompañado
Muchos veraneantes rezagados y turistas que se han quedado en su casa con la promesa de venir antes el año que viene, no se pueden creer lo que se están perdiendo a pesar de llevar tan solo 3 días. Los que estamos viviendo en directo las fiestas sabemos que existe un lugar donde las ballenas vuelan acompañadas por txangurros para besar a los niños, donde se sale del metro cantando y el champán se convierte en agua. Donde un beso vale un concierto, los amantes se dan la mano y miran un cielo que estalla ante sus ojos con fuegos amigos tras un verano de terribles incendios. Una ciudad en la que salir solo es sentirse acompañado, en un año que promete récords importantes por las ansias acumuladas tras la pandemia.
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El dinero es moneda de cambio festiva para brindar con amigos entre abrazos verdaderos y cada rincón es verbena. Los hoteles abren sus puertas a la imaginación con actos muy celebrados y una gran oferta gastronómica, aunque nadie le dice que no a un bocata nocturno en una txosna tres estrellas Firestone compartiendo escenario con las primeras declaraciones de amor a una joven con traje de novia de arrantzale.
Los más peques de la casa sueñan con ser payasos y campeones de tiro mientras contemplan canguros saltarines, una noria y a las nietas de las chochonas. Existe un lugar donde se ve con respeto cómo bailan los gigantes cerca de su ría, donde se cocina en el suelo de un Arenal mejor que en cualquier fogón de París.
No hace falta que digas de dónde eres, porque todos somos uno y queremos que el respeto sea nuestro santo y seña. Una villa donde solo 'sí es sí', y no soportamos la violencia machista. Aquí los paseos matinales deslumbran por su limpieza mientras amanece otra fiesta. Ese lugar es Bilbao en su semana más grande, mejor que no te lo sigan contando, reúnas el kit festivo y lo vivas en directo.
Los brazos de la villa están tan abiertos para recibirte como los de nuestra querida embajadora Marijaia, que puede estar orgullosa porque sus fiestas son de champions. Pocas habrá en el mundo tan completas, amigables y generosas, en la que todos puedan participar.
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Hace días que soñaba con ella, con su pelo revuelto y su sonrisa pícara, ahora le veo en cualquier esquina, saltando con su canción de Kepa Junkera, con su blusa fucsia y sus faldas, tan femeninas, a juego. Bien maquillada para la ocasión, saludando tanto a propios como a extraños y señalando con sus brazos el cielo protector.
Si los Sanfermines recrean el factor humano, el contacto siamés de la juerga, la rebelión misma del desmadre internacional, Bilbao acaricia la fiesta de manera más sobria, todo es chispeante en una ciudad en la que, aunque llegues de tierras remotas como dicen los forofos del Liverpool: «You'll never walk alone», nunca caminarás solo, la soledad en nuestra Aste Nagusia es inconcebible, está fuera de lugar. Para los incrédulos quiero comentarles que solo en el arranque de la semana Mikel Urdangarin cantó con la BOS, hemos tenido conciertos jamaicanos, txistularis madrugadores, bailes de la Era, cada comparsa tiene su escenario, hemos visto al 'Drogas', donde sus devotos hicieron una auténtica barricada, a los cinco bilbaínos, y el desfile de Baly rompió todos los registros de afluencia a una cabalgata. Como dijo Víctor Manuel el domingo llenando Abandoibarra: ¿qué te puedo dar? Pues no queda nada.
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