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El diestro Iván Fandiño da un pase de muleta a su primer toro. EFE

Los toros de la ganadería de Antonio Bañuelos defraudan en Vista Alegre

El vizcaíno Iván Fandiño fue quien más carne puso en el asador, Finito de Córdoba simplemente cumplió y un gris Talavante puso punto y final a la corrida entre las protestas del respetable por la mala actuación de los astados

EFE

Viernes, 28 de agosto 2015, 23:21

Era demasiada felicidad la que hasta ahora se había vivido en Bilbao con el comportamiento de las corridas enviadas por las distintas ganaderías, que arrojaron una altísima media de toros notables en los cuatro festejos mayores celebrados con anterioridad. Pero para bajar ese gran nivel hasta capas casi subterráneas salió hoy por los chiqueros una corrida de Antonio Bañuelos impropia para el que era el debut con cuatreños de la divisa en una plaza con la categoría de la de Bilbao.

Los llamados "toros del frío", pues se crían ente las gélidas temperaturas del burgalés páramo de Masa, tuvieron, ya de principio, una escasa presencia, no tanto por su baja alzada sino por su falta de remate y, pese a sus buenas defensas, un pobre aspecto general. Y para ahondar la extendida sensación de fracaso, dentro de tan escaso continente apenas hubo contenido, pues ninguno de los seis tuvo la raza o las fuerzas mínimas para garantizar un halo de emoción en el tendido. Ante tal material, el extraño cartel de matadores diseñado por la organización no pudo más que poner un permanente empeño que ya de antemano se antojaba se adivinaba infructuoso.

El vizcaíno Iván Fandiño fue aparentemente quien más carne puso en el asador, aplicando un dilatado tesón ante los dos de su lote, que en el primer turno no encontró más respuesta que unas cortas arrancadas sin celo sobre las que basó una faena que quiso premiar parte de la plaza. Con el quinto aún puso más el torero de Orduña, que pegó dos largas afaroladas antes de lucirse a pies juntos con el capote ante el toro de mejor remate de la corrida. Pero justo después de que Fandiño brindara su muerte al público, el de Bañuelos comenzó a dolerse al esfuerzo y a pararse irremediablemente, hasta que llegó el desolado remate de una buena estocada.

Finito de Córdoba intentó suavizar con temple las oleadas rebrincadas de un primero muy terciado y berreón al que ya se protestó desde su salida al ruedo. Apuró Finito con aseo, pero sin brillo, esas escasas prestaciones y no perdió demasiado el tiempo con un cuarto toro largo pero vareado de carnes que no tardó demasiado en volver grupas y buscar rajado la puerta de los chiqueros.

Pero para falta de contemplaciones la de Alejandro Talavante, la figura del cartel, que, ante las protestas que provocó el sexto entre un público ya muy enfadado, tiró por la calle de enmedio y entró a matar después de haberle dado al cuatreño apenas cuatro o cinco pases de muleta. Talavante acabó así, de un plumazo, con el sinsentido de una corrida que había tenido otro de sus seis decepcionantes capítulos en la lidia del tercer toro, que, muy desfondado, no agradeció la suavidad del planteamiento técnico del extremeño después de una apertura de faena en los medios a muleta plegada tan ilusionante como ilusas fueron sus expectativas.

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