Barea dice que su «gran premio» es permanecer en la profesión. Ignacio Pérez
Ramón Barea | Actor y director

«Joder, estoy en la gloria»

A los 74 años, continúa sin representante y admite que el teatro le ha chuleado, pero le «sobran las ganas de vivir»

Sábado, 26 de agosto 2023

Ramón area (Bilbao, 1949) rinde homenaje a su oficio en 'El viaje a ninguna parte'. Le avergüenza contar la cantidad de trabajo que se le ... acumula.

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- Si me permite, le voy a tratar con el don por delante.

- …

- Que usted es muy grande.

-… Ja, ja.

- ¿No va a decir nada?

- Diré que me he hecho muy grande porque he crecido y comido mucho. De niño me engañaban. No se elogiaba el ser alto o ser grande, elogiaban tener lunares.

- ¿Lunares?

- Era una forma de engañarme para que me echara la siesta en verano. Cuando estaba de vacaciones y quería salir a la calle, me recordaban 'Jose Ramón, échate la siesta, que te van a salir lunares y vas a estar muy guapo'. Por lo visto, mi madre y mis tías Pilar y Emilia lo celebraban mucho.

- Actor, dramaturgo, director de cine y teatro, productor... ¿Hace de todo y todo bien?

- Y todo como puedo. En este oficio los altibajos son tan habituales que te blindas un poco contra los éxitos y los fracasos.

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- Además de gran profesional, ¿es también buena persona?

- Ja, ja. Trato de ser amable e intento no ser dañino. Con la edad algunas cosas ya me dan igual. Pero otras me revuelven más que de joven. A veces detecto injusticias, desplantes y estupideces más allá de lo aceptable. Pero, en general, tiendo a ser una buena persona.

- Y un 'robaimágenes' que eclipsa a los protagonistas.

- (Risas). Hay muchos papeles cortos que los quiero mucho. Tienen tanto valor emocional como las cosas más largas.

- Su carrera ha ido de menos al infinito.

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- He tenido suerte de empezar de veinteañero y de estar en un momento dulce ya con 74 tacos. Mi gran logro y éxito es que no he parado de trabajar. Nunca me ha importado subir y bajar.

- Qué gran homenaje dedica a su oficio en 'El viaje a ninguna parte'.

- Es muy cabrón lo que hace Fernando Fernán Gómez. Muy bonito, pero no muy condescendiente con el gremio. Hecho desde el cariño, pero con muchas pullas.

- ¿Siempre tuvo claro que éste iba a ser también su oficio?

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- Al principio me provocaba rechazo. Salí espantado de una función escolar en la que me implicó mi madre. Nunca más quise hacer teatro. Después me reconcilié y luego lo he necesitado. A partir de los 20 años no he hecho más cosas que ser actor o director. O autor.

Una infancia bella

«De niño me decían 'échate la siesta, que te van a salir lunares y vas a estar muy guapo'»

«No he parado»

- Pese a que su madre no admitiera que se dedicara a ello incluso cuando ya llevaba ocho años en los escenarios.

- A ver, ser actor en los años 70 era un disparate. No les cabía en la cabeza a los padres. La profesión no estaba bien vista. Cada vez que mi madre venía de Madrid, donde se jubiló de maestra, la pregunta del millón era 'entonces, ¿qué, José Ramón? ¿En la oficina bien, ¿no?' Jugaba porque lo sabía perfectamente hasta que empezó a ver que su hijo ya tenía un reconocimiento público.

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- ¿Ha merecido la pena el viaje?

- Creo que sí. Aunque el teatro me ha chuleado mucho. Lo decía Nuria Espert: 'El teatro es un chulo muy exigente'. Y es verdad. Lo que yo pueda tener de neurasténico guarda relación con mi vida profesional. También lo que tengo de bueno.

- ¿Su mayor premio es la permanencia?

- Sin duda. Mi gran premio, viendo lo que pasa en esta profesión, es haber permanecido. No he parado de trabajar. Cuando me preguntan 'Ramón' ¿qué vas a hacer ahora?', me da vergüenza decir 'tengo dos películas a punto de estrenar, voy a hacer otras dos, vamos a Madrid con el montaje de Baroja...' Joder, estoy en la gloria.

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- ¿No lo cambia por ningún galardón?

- No. Siempre tenemos la sensación de que no te ven, no te aprecian, no te reconocen... Los premios tienen ese punto de visibilización, aparte de ser una ración de mimos y cariño. Te ponen la autoestima estupenda, al menos unos cuantos días u horas. Los representantes los aprovechan para subir el caché rápidamente. Aunque no es mi caso. Sigo sin representante.

- ¿A los 74 años?

- Pues sí. No me han hecho falta. Siempre me he movido por corazonadas. Se me hacía muy rara la figura de alguien organizándome la vida. Quizás por eso las productoras me han timado todo lo que han querido. Seguramente haber ido por libre ha contribuido a una carrera tan errática, pero me da igual. Es lo que he elegido.

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- La pandemia le hizo sentirse viejo. ¿Sigue pensando que en esta sociedad interesa que te mueras antes de llegar a mayor?

- Sí. Esa prolongación del arco de edad, con unas expectativas de vida cada vez superiores, ha generado un conflicto sin solución entre las nuevas generaciones y la gente mayor. Hay un desprecio a la vejez porque no se repara en ella, especialmente entre los jóvenes, que jamás piensan en ser viejos.

- ¿Confía en alcanzar los 97 años que cumplió su padre?

- ¡Ojalá! Si empiezo a ser un problema y a no enterarme de lo que pasa en la vida, seguramente trataría de ahorrar ese trabajo a quienes tengan que atenderme. Pero tengo que estar vivo mientras posea lucidez, me lo pase bien y me divierta.

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- ¿Le sobran las ganas de vivir?

- Muchas. Se me hace raro ser un señor mayor. Fue en la mili donde tuve la primera pulsión de muerte mientras disparaba con un sargento o un teniente balas de verdad con el cetme. Pensé 'hostias, esto viene en serio'. Me dije 'si ahora le doy a este sargento tan bestia que está haciéndose el chulo, esto mata y te mueres'. Me costó mucho asimilar que yo me iba a morir.

- Le pasa a mucha gente.

- Ahora convivo con ello. Mientras esté vivo y activo, tengo que disfrutar sabiendo que está a la vuelta de la esquina y que el futuro es muy cortito. Ja, ja.

«No iré a ver grúas y obras»

- ¿Le espanta la jubilación?

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- No quiero. ¿Jubilarme para dedicarme a otra cosa mejor y más tranquila? ¡Ahí sí que me muero!

- Que no.

- Duro un mes. A mí me da vida estar en algo que me gusta y al mismo tiempo me sigue disgustando. A veces no aguanto como aguantaba antes algunos disgustos. No me imagino yendo a ver grúas, las obras de Zorrozaurre y todo eso.

- ¿Nunca intenta lo que no puede hacer?

- Ja, ja. Siempre he pensado en que algo es posible si me obstinaba. Pabellón 6 es fruto de la obstinación. Mi utopía no es acumular cosas imposibles. Mi utopía es 'vamos a conseguir el máximo de cosas posibles'.

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- ¿Hay espacio entre los bajos fondos y las altas esferas?

- Ja, ja. Hay conexión. Los extremos se tocan. En ocasiones, los bajos fondos utilizan artimañas y recursos que emplean las grandes esferas. Podrían darse clases unos a otros. Se tocan y, además, nos cercan. Los bancos y multinacionales se han apropiado de las ideas más modernas, revolucionarias y humanistas.

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