Siempre quedará el 'nueve'
Joselu caza un remate a pocos minutos para el final que evita el colapso en un duelo plano que el Getafe tuvo en sus botas
Siempre queda Joselu. El 'nueve' como primer o último recurso. En partidos buenos, malos o mediocres, como de de ayer en Mendizorroza, donde un Getafe ... aguerrido y experto desperdició una gran oportunidad y permitió respirar al Alavés. El delantero gallego de Stuttgart infló el chaleco salvavidas con su octavo tanto en la liga, el que le coloca ya en solitario con 30 como máximo artillero histórico albiazul en Primera.
A poco menos de cinco minutos para la conclusión del duelo, al borde de la tercera derrota consecutiva y del regreso a los puestos de descenso. Cuando las miradas se dirigían ya hacia el marcador simultáneo, cuyas cifras se acercaban inexorablemente hacia el minuto 90. El conjunto albiazul, demasiado plano, se afanaba en insistir e insistir. Pero ya se sabe que casi nada mágico ocurre cerca del área rival si Luis Rioja o Joselu no lo inventan. Un tanto para el sevillano, recién renovado, y ocho para el Pichichi albiazul. Tres goles más a balón parado y otro en propia puerta (Granada) hasta llegar a los pobres 13 anotados en 16 partidos. No hay demasiado que añadir a estas cifras cuando el campeonato corre hacia su ecuador. Son garantía de sufrimiento y advertencia para un mercado de invierno donde habrá que buscar algo más para tratar de resquebrajar muros como el que ayer plantó el equipo madrileño. No siempre Mendizorroza va a estallar con el 'Jo-se-lu Ma-to' que atronó en la megafonía mientras los aficionados, tan aliviados como algo incrédulos vista la tendencia del choque, repetían las sílabas que conducen al gol.
El Getafe había trazado su partido de forma minuciosa. Defensa de cinco, agresividad en todas las zonas del campo y dos delanteros para que se las apañasen prácticamente solos. Después, balones largos a la espalda de la defensa para forzar cada situación. En definitiva, tirar la caña a ver si pican. Y el Alavés lo hizo. Otra vez un error: una mala entrega de Rioja que Enes Unal, con fortuna por un leve desvío de Laguardia, aprovechó para convertir en gol el primer remate visitante. Colocarse 0-1 ante un adversario de este pelaje, con futbolistas llenos de escamas, taco afilado y notable repertorio teatral, suele resultar fatal. Algo así como bañarse entre medusas. Y si el equipo albiazul no acabó con picaduras de todo tipo fue gracias a que la fortuna que faltó en anteriores partidos ayer apareció. Aranbarri se estrelló con el palo antes del descanso, Mata, siempre genio y figura, erró una oportunidad muy clara y Laguardia estuvo a punto de hacer el 1-2 en propia puerta al final.
El Alavés se había atragantado de forma evidente. En la primera parte, con una posesión de balón lejana al área rival y prácticamente ningún acercamiento claro a la portería visitante. De hecho, el guardameta David Soria aún debe preguntarse cómo le pudieron marcar sin realizar una sola parada en todo el partido. Porque el Alavés era incapaz de imprimir ritmo al balón, cometía demasiadas imprecisiones técnicas y apenas Loum y Manu García dejaban detalles, físicos o técnicos, que alentaban la posibilidad de igualar el partido.
Pocas llegadas por las bandas, pocos centros y, así, un Joselu sin alimentar. Su voracidad, sin embargo, no parece menguar en situaciones de desesperación. Alentaba a la grada para apretar al Getafe cuando el Alavés al menos consiguió encerrar por momentos a su rival. Finalmente sacó, tras centro de Edgar y desvío con la cabeza del defensa Cuenca, su habitual puntería. Para arañar un punto que, pese al mal rato de ayer sobre el césped, es un puntazo.
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