Ni los futbolistas ligan
Historias en albiazul ·
santiago de pablo
Jueves, 1 de diciembre 2022, 00:23
El Deportivo Alavés disputó por segunda vez en su historia la Serie B de la categoría regional vizcaína en la temporada 1926-1927, compuesta por ... dos grupos. La trayectoria del once albiazul fue excelente y antes de la última jornada ya se había proclamado campeón de su grupo, con una gran diferencia respecto al segundo. Para ascender a la Serie A todavía faltaban dos pasos más. Primero, el equipo vitoriano debía medirse en una eliminatoria de ida y vuelta al campeón del otro grupo de la B, el Deusto, al que derrotó tras un partido de desempate en Bilbao.
Le tocaba después enfrentarse en la promoción al último de la Serie A, el Erandio, al que el Alavés derrotó tanto en Mendizorroza como en Ategorri. De este modo, en su segunda temporada regular, el club albiazul subía a la máxima categoría posible, puesto que entonces aún no había Liga nacional, aunque los mejores de cada regional disputaban posteriormente el campeonato de España o Copa del Rey. El arrebato en Vitoria fue inenarrable y se sucedieron los homenajes, mientras en Erandio cundía el desánimo más absoluto. Al fin y al cabo, el Alavés era un equipo casi recién fundado, mientras el Erandio, que había nacido en 1915, llevaba compitiendo ininterrumpidamente con los mejores clubes de la Federación Vizcaína, como el Athletic Club o el Arenas de Getxo, desde la creación del campeonato regional en 1918.
Por eso, para los directivos y jugadores erandiotarras fue un alivio ver que un año más tarde el Alavés quedaba subcampeón de la Serie A vizcaína, solo por detrás del Athletic, y se clasificaba para la Copa del Rey, donde llegó a la semifinal, que perdió con el Barcelona. Desde su perspectiva, quedaba claro que haber sido eliminados por los babazorros no era demérito propio sino mérito de un once albiazul en pleno auge. Así lo hizo saber el expresidente del Erandio, Antonio Bancuidúa, en una carta que envió al diario bilbaíno 'El Liberal', titulada 'En defensa propia'. En ella, quien estaba al frente del club vizcaíno cuando se produjo el desastre recordaba que «un año escaso hace que el Erandio Club fue eliminado por el Alavés. Con harto dolor vimos que nuestro querido equipo tuvo que descender de categoría. Recibimos muchos desprecios por personas que parece se creían que nosotros -en aquella ocasión, directivos- teníamos la culpa, llegando a decir que nos debieron de tirar por las escaleras del club».
La derrota del Erandio ante el Alavés motivó que los jugadores vizcaínos se vieran despreciados por las chicas de su pueblo
Al parecer, había incluso aficionados que pedían «la cabeza del señor Duñabeitia (como reliquia para ponerla en algún escaparate), que desinteresadamente entrenaba al equipo». El expresidente recordaba que los directivos habían sufrido tanto o más que los hinchas por el descenso de su equipo y sobre todo reivindicaba el esfuerzo de los jugadores, que habrían tenido incluso dificultades para salir con las chicas del pueblo después de su fracaso ante el Alavés. «¿Qué sabían esos señores de las amarguras que pasábamos, nosotros que tanto habíamos hecho para subir y sostener alto el pabellón de nuestro querido club? ¡Y qué diré de los pobres jugadores! Estos se veían despreciados por todos y hasta las mocitas del pueblo se juramentaron de no dejarse acompañar por ninguno de ellos. Supongo que se habrán convencido aquellos señores que en aquella ocasión los censuraban, de que el Alavés jugaba y sigue jugando al fútbol».
La prensa vitoriana se hizo eco de esta carta, que suponía un reconocimiento al buen fútbol del Alavés, que había ascendido a la máxima categoría con justicia. 'La Libertad' reprodujo en su integridad la misiva, precedida de un titular alusivo a la supuesta reacción de las jóvenes de la localidad vizcaína ante el descenso: «¡Ni las muchachas querían a los jugadores!». Con toda seguridad, se trataba de una exageración, pero no deja de reflejar el shock que para el Erandio supuso el ser apeado de categoría por un neófito Alavés que iniciaba su primera etapa gloriosa.
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