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Betis-Alavés | Hoy, 18.30 horas
El maestro Pellegrini y el discípulo Coudet miden sus apreturasIván Benito
Sábado, 18 de enero 2025, 00:18
El fútbol eleva su grado de componente social en Latinoamérica. Allí, el deporte rey se compone de historias impensables en otros ámbitos y latitudes. La ... más cercana es la que convirtió en inseparables a Manuel Pellegrini (Santiago, Chile, 1953) y Eduardo Coudet (Buenos Aires, 1974). Los 21 años de diferencia no fueron un obstáculo para tejer una fuerte amistad entre dos perfiles aparentemente opuestos. El de un entrenador graduado en ingeniería civil y amante de la pintura, la literatura y la música y un jugador excéntrico, pícaro, vacilón, poco disciplinado tácticamente y capaz de convencer a toda una plantilla de teñirse el pelo de rubio.
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Existe en Internet una imagen chocante que corresponde al año 2003. Coudet viste de corto con la equipación de River Plate, el 8 a la espalda y el cabello pintado de platino. En la banda, Pellegrini le da instrucciones con su prominente melena todavía de color castaño, camisa amarillo roto y pantalones de pana bien sujetos por el cinturón. De aquello poco queda. El argentino es ahora técnico del Alavés y enemigo de las extravagancias. El chileno sigue en los banquillos, pero ya con el cabello plateado y con una indumentaria opuesta. Va de chandal, una especie de talismán para los béticos más creyentes y supersticiosos.
La etapa de ambos en el Monumental los unió para siempre. «Ya teníamos una relación mientras yo jugaba», reconoció ayer el Chacho. Pellegrini acogió de vuelta al entrenador del Alavés. Coudet triunfó en River Plate en varias etapas, y destacó tanto en el césped como en las celebraciones de algunos campeonatos, pero optó por salir de Argentina en 2002 debido a la inseguridad del país. «Es muy feo sentir dos pistolas en el pecho», comentó sobre un asalto a mano armada que sufrió. Estuvo cinco meses como jugador en el Celta con la misión de reemplazar a Valery Karpin.Pero no congenió con Lotina y se volvió a Buenos Aires a los cinco meses.
Coudet
Pellegrini le cambió la vida. Le disfrutó como futbolista en su plenitud. «Una fortuna» dijo ayer. Después le sentaría las bases para el futuro. Coudet colgó las botas en 2011 y llamó al 'Ingeniero', por aquel entonces al frente del Málaga. «Fue la persona en la que más me apoyé para ser entrenador. Es mi padre futbolístico», asegura el técnico albiazul. El primer consejo que recibió fue que se comprase un cuaderno. Allí debía escribir todas las ideas que le venían a la cabeza. Ya con la libreta llena y una transformación completa de su personalidad, dio el salto a los banquillos en 2015.
En su etapa en Racing Club, al que hizo campeón en 2019, el Chacho Coudet presumía de su relación. «Todos los días hablo mucho por teléfono con él y me aconseja bastante». De esa manera se convirtieron en dos entrenadores de la misma escuela. Sistemas con sellos personales, la preparación física y la ambición con el balón son aspectos indispensables para ambos. Con la diferencia de cómo afronta cada uno la profesión.
«El que dedica 24 horas al día al fútbol es muy mal entrenador. Si sólo sé de fútbol, no sé nada. El fútbol es una combinación de personalidad, gusto, exigencia, liderazgo y eso se aprende leyendo, viendo y viviendo», explicó el chileno en una entrevista. «A veces peco de vivir en una burbuja donde veo fútbol y fútbol», confesó cuando estaba en el Celta. Solo con la familia logra «desintoxicarse». Los dos regresaron a España casi a la vez. Pellegrini recaló en el Betis en junio de 2020 y el Chacho en Vigo pocos meses después.
Pellegrini
Se enfrentaron en cinco ocasiones antes de la destitución del ahora preparador del club vitoriano, con un balance simétrico. Dos victorias para cada uno y un empate. Ahora afrontan el reencuentro de distinta manera. La presión va por barrios. «Si hubiese un partido para tachar sería este. Prefería no enfrentarnos», dice el albiazul. «Le deseo que pierda», pide el verdiblanco. Coudet tiene la explicación. «Son cuatro años clasificándose para Europa y cuando pierden uno o dos partidos, aparece ese nivel de exigencia». La suya, la marca el descenso. Son las apreturas de dos «amigos», maestro y discípulo. «No es ni una ventaja ni una desventaja conocerse», culmina Pellegrini, quien resucitó desde la UVI la ilusión bética.
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