Denis hereda la gloria de Nené y Bodipo
La férrea labor defensiva permite al bloque albiazul imponerse al Athletic en Bilbao por primera vez desde 2005
Nené y Bodipo ya tienen heredero. Denis Suárez, aliado con la fortuna, demostró que ninguna maldición es eterna. Que, por fin, San Mamés ya no ... es un estadio imposible para el Deportivo Alavés. Sin necesidad de brillar, incluso en un rol muy diferente a ese bloque protagonista que buscaba alinear Coudet, el club albiazul se hizo con uno de esos triunfos de prestigio capaces de llenar el zurrón anímico incluso más que el de puntos. Con la puntería justa y una inconmensurable seguridad defensiva, el Alavés clavó su bandera en feudo rojiblanco, algo que no hacía desde 2005, y suma siete puntos en cuatro jornadas que son un tesoro.
Ha cambiado todo mucho desde entonces. El jugador más joven de la actual plantilla, Yusi, apenas tenía un mes de vida y ninguno de los actuales albiazules ni siquiera habían dado los primeros pasos de su carrera profesional. En realidad, tampoco el estadio en el que esos niños de entonces vieron ganar al Alavés es el mismo. Pero la condena que empezó tras esas horas de inesperada felicidad se había trasladado unos metros al actual recinto y parecía que iba a ser eterna. De aquel disparo cruzado de Nené y el cabezazo de Bodipo esa memorable noche de noviembre quedaba un recuerdo cada vez más lejano, difuso. Casi mítico. Esa juventud que se raspó las rodillas a base de sinsabores en Segunda B solo conocía la felicidad en San Mamés, precisamente, en un triunfo albiazul contra el filial rojiblanco. Muy poco.
7.236 días
Pero la maldición ha terminado. Han sido 7.236 días salpicados de visitas infructuosas o, directamente, ni siquiera un derbi que llevarse a la boca. No había forma de ganar. De derrotas inapelables a empates famélicos pasando por tropiezos golpeados por el infortunio, el Alavés volvía a casa una y otra vez por la misma carretera oscura sin nada que llevarse a la boca. Era ya una cuestión anímica. El Alavés llegaba a San Mamés y todos los buenos propósitos se diluían en un escenario que devoraba la optimista voluntad albiazul. Faltaba incluso malicia, capacidad de creerse que podía ser tan bueno como el Athletic.
A veces también faltó un poco de suerte. Hay que tenerla para que un centro de Denis Suárez con destino incierto lama la bota de Berenguer y entre tras tocar en el poste. El Alavés volvía a marcar en San Mamés tras seis partidos de sequía y se adelantaba en el marcador. Igual que aquella noche de noviembre, la última vez. Llegados a ese punto tocaba echar paciencia, apretar los dientes y defender como fuera. Y eso sí que sabe hacerlo bien el Alavés. A base de sinsabores ha aprendido a resistir, a hacerse duro y a guardar cada ventaja como un tesoro. Las enseñanzas de tantas noches tristes fueron la gasolina para, al fin, volver a sonreír en San Mamés.
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