Guevara, Diarra y Sivera, cariacontecidos tras el gol del Espanyol. Igor Martín

La corrosión del Alavés: fallos individuales, tibieza defensiva y un estilo de juego indefinido

Ante el Espanyol, la descomposición del tramo final se mezcla con un marcaje de Diarra al rival por el lado que no toca en la falta del gol

Sábado, 22 de febrero 2025, 21:02

Si para Cruyff, que buscaba la belleza del juego, el fútbol era un deporte de errores, para los que luchan por salvar la categoría, cada ... fallo es un tormento. Avanza la temporada y a uno le cuesta encontrar un partido (y van 25) en el que los jugadores del Alavés terminen sin cometer una equivocación considerable. La última, de las aciagas, le correspondió a Moussa Diarra, que en una falta lateral marcó a su rival por el lado contrario a la portería que defiende. Un despiste que le impidió siquiera intentar un despeje que al menos podía haber supuesto un empate. Un punto que sacaba, al menos virtualmente, a los albiazules del descenso.

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Pero la acción se tradujo en otra muestra de incapacidad del Alavés por mantener el nivel competitivo ante rivales de su mismo calibre. Pelear bien contra todo un Barcelona no sirve si no hay siquiera premio ante los adversarios más abordables. Esa puede ser la mejor definición de un Espanyol débil pero que con una idea fija y un baluarte en cada área salió vencedor de Vitoria. Como el Valladolid, los de Manolo González no habían ganado aún a domicilio hasta jugar en Mendizorroza, el estadio aspirina.

Ahora toca encontrar el tratamiento correcto para un equipo vitoriano corroído al que apenas le queda margen de error, a una afición abonada a la resignación y a un entrenador que se mostró alicaído. «Es difícil de explicar» fue todo lo que llegó a decir en los primeros cuatro segundos de comparecencia televisiva tras la derrota. Un mazazo que agranda el debate sobre su figura. Se esperaba tango con su llegada pero es fado, con su carácter melancólico.

Todavía no se sabe si el argentino es un entrenador optimista y que quiere que el Alavés borde el fútbol con balón o simplemente busca lo mejor para el equipo sin reparar en aquello en donde más le puede sacar partido. Preso de una dinámica de la que nadie es ajeno, como representa Toni Martínez. Al murciano se le fichó para ser más efectivo en ataque, como lo fue en las primeras jornadas. Ahora no encuentra los goles con los que decía querer terminar como Pichichi de la Liga.

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La primera parte albiazul representó las dificultades para definir su estilo. Parece imposible dar con un plan de juego estable y reconocible. Más presionante y elaborado con Coudet que con Luis García, pero también más falto de desequilibrio y con la misma tibieza defensiva. El Alavés dispone con Sivera de uno de los diez mejores porteros de la competición. Sometido a principio de curso a varios bombardeos. Batido ahora sin casi opción de intervenir. Ayer, con una falta botada a más de 40 metros de su portería. Casi el único acercamiento como ya hicieran el Athletic o el Girona a su paso por Vitoria.

Otra vez a cero

Jugó tan lento e inofensivo el Alavés en la primera mitad que el Espanyol se fue a presionar con la alegría que no suele tener. Quizás era la estrategia. Sacar al oso de la madriguera. Pero no salió. Lo mejor para los de Coudet llegó con la que es la idiosincrasia del club: mejor presionar y recuperar que elaborar. Antonio Blanco y Jordán no filtraban pases, los atacantes no tiraban desmarques de ruptura. Las ocasiones llegaban o a balón parado o con los errores de la defensa rival, incluso por debajo de la albiazul. Sin embargo, los albiazules volvieron a quedarse a cero por tercera vez en cuatro partidos como local en lo que va de 2025 (Girona, Getafe y Espanyol) pese a utilizar a todos los atacantes posibles menos Carlos Martín. El restante, ante el Celta, marcó de penalti.

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Se ha visto un esquema tan aplicado en cerrar los pasillos interiores, en estrechar Mendizorroza a la hora de defender, que luego no encuentra la amplitud en el ataque. Sin velocidad y sin espacios, todo queda reducido a la genialidad esporádica de alguno de sus jugadores.

El Alavés fue mejorando progresivamente. Y más en una segunda mitad mucho más acorde a la situación del equipo. Embotelló al rival pero no avasalló. La sensación era de haber dos jugadores por encima del nivel del partido, pero ninguno de ellos vestía de albiazul. Joan García no se inmutaba tras una defensa que no hacía más que complicarle la tarea de mantenerse imbatido. Y Roberto Fernández dio un recital de cómo jugar de espaldas, dar salida a su equipo e incordiar a los centrales. El tramo final fue un bucle de despejes pericos y forcejeos del delantero, solo empañado por llevar el 2. El cordobés provocó la falta del gol.

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Con una escuadra vitoriana ya descompuesta pese a mostrarse más entera físicamente que su rival. Pero con el alma en el suelo al ver su portería perforada otra vez. Quizás la entrada de Guridi mucho antes hubiera dotado un equilibrio que no hay forma de encontrar en el juego defensa-ataque albiazul. Antonio Blanco apagafuegos pero no es bombero.

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