Por fin en casa
Un privilegiado 20% de abonados vibran con un Alavés derrotado pero estimulante
Ni el verano quiso perderse la vuelta de la afición a Mendizorroza. Ya es decir en Vitoria. Después de un paréntesis liguero futbolísticamente cargado con ... la Eurocopa y los Juegos, arrancó lo importante. El cosquilleo del mediodía, la obligación de arrascarse las ganas durante la interminable tarde para conformarse con otros encuentros y, al final, ese Alavés-Real Madrid donde un privilegiado 20% de abonados liberaron el graderío del secuestro pandémico. Un ayuno involutario de 526 días había provocado una anemia peligrosa. Ese casi año y medio de nostálgicas miradas hacia el coliseo del paseo de Cervantes, ese mal alimentarse con los ojos, esa pérdida del resto de los sentidos que rodean a un partido: el tacto del asiento, el gusto del bocata, el oído de la ovación... Por fin en casa, debieron pensar los casi 4.000 espectadores depositarios del sentimiento alavesista en un día tan señalado. Lo podrán contar cuando llegue el momento de olvidar la pesadilla.
El Alavés se presentó apenas tres meses después de dejar atrás la angustia con aquella victoria frente al Granada la penúltima jornada de la 2020-21. Trece meses más tarde de la conclusión de aquella otra Liga cortada por el virus donde otro sufrido triunfo en el Benito Villamarín evitó un derrumbe que por momentos se antojaba inevitable. En suma, el equipo inicia avisado su sexto curso consecutivo en la élite -el récord en la centenaria historia albiazul-. Más allá del duelo de anoche y ese engañoso 1-4 de un Alavés pese a todo estimulante, consciente de que los equilibrismos clasificatorios se resuelven en función del viento de las últimas jornadas. Tras dos campañas de perder pie en la cuerda floja y recuperar la estabilidad sin demasiada explicación lógica, toca sacar réditos de la experiencia. Solo un rendimiento constante, al margen de las buenas y malas tardes, permite a un modesto sobrevivir con holgura. Lo demás es acercarse al fuego.
Algunos detalles apuntan a un optimismo moderado. La continuidad del entrenador tras una década donde sentarse en el banquillo vitoriano es sinónimo de calambrazos; una plantilla experta, sin demasiados cambios, y reforzada en la media, donde Calleja ha puesto el foco para tratar de cambiar las cosas, entre ellas que los encuentros resulten realmente un entretenimiento además de un sufrimiento por cada punto. Siempre con la debida proporción entre el potencial real y los objetivos. Manu García, el genuino, el Oráculo de Delfos cuando se trata de predecir, lo dejó dicho antes de marchar a Chipre. El Alavés tiene que pelear por ser el primero de los nueve últimos. Sobran más explicaciones.
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