La última leyenda
Berasaluce era, es y será el inicio de la alineación albiazul que se recitaba de memoria para conjurar los 42 años de travesía hasta el regreso a Primera División en 1998
Berasaluce, Sanz, Erezuma, Gorospe, Primi, Bolado, Arbaizar, Echeandía, Remacha, Echániz e Ibarra. Durante 42 años, los que mediaron entre el descenso de 1956 y la ... larga travesía que culminó con el regreso a la máxima categoría en 1998, varias generaciones de albiazules recitaban esta alineación talismán. Incluso sin ser preguntados y a modo de orgulloso exorcismo. Retahíla de nombres ilustres con pasado en el césped vitoriano que algunos eran capaces de encadenar con la velocidad de las certezas memorizadas con devoción. En una situación por momentos caótica en lo deportivo, algo así como un modo de recordarse a sí mismos que un club debe aspirar, como mínimo, a las metas que sus predecesores dejaron marcadas con huella indeleble. El fallecido guardameta alavesista era, es y será el inicio de esa mágica concatenación de jugadores que algunos privilegiados disfrutaron en Mendizorroza. Otros, con menos edad, los observaban absortos en fotografías color sepia. Mientras, escuchaban historias de barrizales y de balones cosidos artesanalmente que pesaban un quintal y herían las cabezas de los defensas. Cuentos verídicos de partidos que comenzaban a las tres de la tarde por falta de luz artificial, de goles del cojo debido a que no se permitían las sustituciones (los lesionados se colocaban en la punta de ataque para no molestar y aprovechar algún despiste) y, claro, de porteros sin guantes. Cuando el cambio climático era un término aún por acuñar las manos heladas del cancerbero de Deba se calentaban con el roce del cuero.
Quizás solo Tiburcio Beristain le discute el primer cajón en el altar histórico de porteros albiazules
Mito
Aunque en algunas de sus instantáneas más famosas Javier Berasaluce luce en notables escorzos –como en la 'palomita' en Chamartín en 1955–, dicen quienes le pudieron seguir sobre el césped que lo suyo fue la sobriedad y el aplomo. Cumplir a rajatabla el eterno mandato de un guardameta: transmitir seguridad a sus compañeros. Vamos, que un error importante -ningún arquero tiene este expediente en blanco- resulte una especie de conmoción por inesperado. Que nunca lleguen dos consecutivos, porque para un portero errar es inevitable a largo plazo pero la frecuencia de las equivocaciones siempre cuenta más que el número total. En otra de las fotografías legendarias el meta alavesista, aparentemente tranquilo, se cala la gorra ante la presencia de Di Stéfano en Mendizorroza, con Primi al acecho ante el lanzamiento de un córner. Quizás porque el cancerbero alavesista nunca necesitó darse por aludido ante la conocida frase que el genio argentino del Real Madrid le espetó una vez a un guardameta de su propio equipo. Aquel: 'No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no metas las que vayan fuera'.
Como el vetusto Mendizorroza cumplirá en abril 98 años, bajo los palos del campo del Paseo de Cervantes ha desfilado ya una ingente cantidad de porteros. Quizás solo uno, Tiburcio Beristain, otro guipuzcoano, le discute históricamente a Berasaluce el primer cajón del podio histórico en el altar albiazul de guardianes de la red. Aquel guardameta de los años 30 al que sólo un tal Ricardo Zamora alejó de la internacionalidad. Díaz, Urreta, Alberola, Salazar, Goikolea, Emery, Larzabal, Bernardo, Rodri, Pereira, Basauri, Zubizarreta, Cendoya, Cuenca, Bergara, Azkune, Tinoko, Aguirreoa, Núñez, Armando, Tito, Leal, Kike, Herrera, Constanzo, Ardouin, Bonis, Montero, Dituro, Rangel, Iván Crespo, Goitia y Pacheco, entre otros, han sentido el calor de Mendizorroza. Pero solo a uno le correspondió el honor de realizar el saque de honor en la conmemoración del centenario. A la última leyenda. Un Javier Berasaluce que, tras sumar cinco Copas de Europa con el Real Madrid, explicaba que su «equipo favorito» era «el Glorioso». Amén.
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