Y no precisamente las estrellas del Real Madrid, ayer en su ciudad deportiva de Valdebebas y con numerosas bajas, sino los futbolistas obreros del Alavés ... que forzaron otra victoria histórica. Fue la noche soñada para la cual el técnico albiazul Pablo Machín apostó por el mismo once que empezó arrollando al Valencia. Y sólo hizo los recambios al final para sustituir a los hombres más exhaustos y perder tiempo, más que por tener que corregir algo. Porque el guion salió a la perfección, con esa dosis de fortuna que siempre se necesita para ganar al Madrid y más a domicilio. Todo comenzó bien pronto con un Alavés sin complejos e incluso saltando al campo dominador para forzar un penalti -de esos que antes no se pitaban por una mano no intencionada, pero cortando la trayectoria del balón- que no perdonó Lucas. Y durante la primera parte, pudo incrementar el gallego la renta como Pacheco salvó la igualada ante un rival que forzó la máquina antes del descanso. Y tras la continuación, más de lo mismo con el segundo gol de Joselu -que por algo es el jugador que más balones se lleva de cabeza en todo el campeonato-, pero que aprovechó con el pie un obsequio de Courtois. Incluso, ambos goleadores forzaron la opción del tercero ante un equipo madridista que tiró de banquillo para intentar la heroica. Hasta que a falta de cinco minutos y de tanta insistencia, lógica por otra parte, Casemiro acortó distancias para meternos el miedo en el cuerpo. Y en un partido no apto para cardiacos, Lejeune salvó un balón bajo palos e Isco disparó al larguero en el último tiro del encuentro para sellar un triunfo que debe suponer un punto y aparte para este Alavés. Porque lo más tranquilizador es la imagen del equipo.
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