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Bombillas rojas para optimizar el descanso, 'vacunas' psicológicas para afrontar los peores escenarios, baños en agua helada para relajar los músculos... La revolución del fútbol ... ha llegado a un nivel de detalle que abruma. Los equipos se apoyan en la tecnología para mejorar el rendimiento colectivo y cada vez más jugadores contratan a especialistas para exprimir sus capacidades. Atrás quedaron aquellos años en los que los entrenamientos eran lo más parecido a la tabla de los diez mandamientos, con la misma aplicación para todos, sin excepción ni personalización. Sin distinciones. Ahora todo se monitoriza, se estudia y se ajusta a cada jugador y necesidad. Se busca la perfección. Una excelencia que se remata fuera de los terrenos de juego.
Los jugadores son cada vez más conscientes de que en el fútbol actual, donde las fuerzas son muy parejas, cualquier detalle puede hacerles marcar la diferencia. Como si de un Fórmula 1 se tratase, con mejoras que se traducen en décimas en pista. De ahí que algunos, a pesar de haber terminado la sesión en las instalaciones deportivas, continúen el trabajo con una tabla de rutinas en casa. Es el caso de tres jugadoers del Deportivo Alavés como Antonio Blanco, Nahuel Tenaglia y Carles Aleñá.
EL CORREO recoge ese trabajo que realizan en la sombra en una preparación que va más allá del aspecto físico. Aquello que antes era la piedra angular del proyecto futbolístico con el tiempo se ha descubierto que es la pieza de un puzle mucho más complejo. Es cierto que la capacidad de resistencia es el motor de todo profesional, pero para sustentarlo hacen falta unas cuerdas de tensión.
Víctor Amat lleva varios años trabajando con Aleñá el apartado psicológico. Matías Mut es el encargado de la recuperación física y el «empoderamiento» de Tenaglia , y Antonio Blanco monitoriza su descanso y conoce los límites de su cuerpo de la mano de Ray Ramis.
Esta dedicación explica en gran medida su rendimiento sobre el verde, donde se han convertido en tres jugadores imprescindibles para Coudet.
Carles Aleñá ha pasado de querer dejar el fútbol a volver a disfrutar con el balón. En Vitoria ha encontrado el clima perfecto con el que escampar esos nubarrones que se cernían sobre él. Se siente una pieza importante en un proyecto que le permite demostrar sobre el verde el talento que atesora. De exhibir el futbolista que es. Es el triunfo de un jugador que trabajó para despejar esos pensamientos negativos y ahora disfruta del resultado.
Formado en la Masía y tras debutar en el primer equipo del Barça, Aleñá buscó en el Getafe una oportunidad para explotar. Sin embargo, su protagonismo no fue el esperado. «Se puso en contacto conmigo a través de un familiar. Sentía que en el nuevo equipo su juego no valía y se culpó por la decisión tomada», recuerda Víctor Amat, el psicólogo con el que lleva trabajando desde entonces, hace ya siete años.
«Anímicamente estaba muy bajo», confiesa. De manera que el objetivo prioritario fue «devolverle su propia fuerza». Y la estrategia para conseguirlo no pasó por tratar de ver la vida con unas gafas de optimismo. «Cada persona es un mundo diferente, por lo que la forma de trabajar no debe ser la misma». Y optó por prepararle para los peores escenarios.
«Si estás continuamente viendo las cosas desde el optimismo y no obtienes resultados te puedes hundir. De manera que le enfrentamos a sus pensamientos negativos. Digamos que le 'vacunamos' con una visualización negativa para que fuese más fuerte». Llevemos esa idea a la práctica: «Cuando se enfrenta a un escenario adverso -suplencias, miedo a lesiones, fracasos deportivos, errores...- no se tiene que esforzar en revertir la situación, sino en disfrutar de lo que está haciendo porque ya es inmune a esos 'golpes'. Mentalmente está preparado».
Y dio sus frutos. «Consiguió darle la vuelta a la situación. El propio entrenador (Bordalás) le felicitó por su cambio y recuperación de la confianza». Continuó trabajando sobre el verde y también fuera de él. «Es un chico con una capacidad de disciplina muy grande». No paró de imaginarse esos peores escenarios ni de enfrentarse a un hipotético golpe de la vida. Pero en ese horizonte no aparecía el protagonismo futbolístico que deseaba.
Su situación dio un vuelco el pasado 3 de febrero, último día del mercado de fichajes de invierno. El Getafe y el Alavés hicieron oficial el acuerdo por el mediocentro en calidad de cedido hasta final de temporada. Hasta entones, apenas había disputado diez encuentros, con un total de 509 minutos entre Liga y Copa. En los siete partidos como albiazul ya ha superado esa cifra. «Se ha quitado una mochila enorme de encima. En Vitoria ha encontrado lo que necesitaba y se le ve encantado». Pese a ello, no ha dejado de prepararse para los peores escenarios.
Desde la llegada de Coudet, Antonio Blanco se ha convertido (aún más) en el indiscutible ancla del Alavés. Su posición como pivote le convierte en el faro que alumbra el inicio de los ataques y en un pulpo en las labores defensivas. Un dato: es el jugador albiazul que más balones roba (más de 120). Conseguir este rendimiento pasa por conocer su cuerpo, el motor. Comprender dónde está su límite y cómo cuidarlo para no griparlo. De ahí que el descanso sea un pilar básico.
«Llevo un par de años con Blanco. Trabajo su nutrición teniendo en cuenta su entrenamiento, su sueño, descanso... Ahora vamos a pasar al siguiente nivel», explica Ray Ramis, quien además comparte su encuentro con el mediocentro cordobés a través de un vídeo en YouTube. En él, Blanco muestra los tres dispositivos que monitorizan su día a día: un reloj, una pulsera y un anillo. Su relevancia pasará ahora a un primer plano.
«Estás a un nivel físico muy bueno, pero creo que tenemos un talón de Aquiles con el tema del sueño. Es lo que vamos a trabajar este año». Lo va a notar «en la salud, rendimiento y recuperación», explica. Y para lograr ese impulso, uno de los cambios se centra en la propia casa del futbolista. Ramis ha instalado bombillas rojas en el salón y en el dormitorio, los espacios de descanso al final del día. De esta forma, sin la presencia de la luz azul, busca la secreción de melatonina en el cerebro, que es la hormona inductora del sueño. En definitiva, regular los ritmos circadianos.
«En Vitoria, y más aún en invierno, oscurece muy temprano y él se va a dormir tarde. Hay que tener todos estos aspectos en cuenta». También «ver qué cronotipo es: vespertino, matutino, nocturno, búho... Hay que tener todo en cuenta a la hora de estructurar un plan tan detallado», añade. Además, instala una bañera de frío para trabajar en la recuperación muscular.
No obstante, más allá de trabajar en mejorar la recuperación, también se centran en conocer el 'motor' de Blanco. Para ello, realizaron una prueba de rendimiento. 15 minutos de carrera en una cinta. Cada 15 segundos aumenta 0,25 km/h la velocidad. Para darle mayor realismo, la pendiente es de un 1,5%, lo que equivaldría al rozamiento del aire. Y así, durante un cuarto de hora. Un ejercicio que entrega una radiografía del futbolista.
La primera conclusión es clara. «Te recuperas mejor a 8-10 km/h que quieto. Tienes que rodar a esta velocidad». De ahí que le lance una recomendación. «En el descanso tendrías que dar pedales en una bici. Vas a acelerar y optimizar la recuperación mejor entre 100-120 pulsaciones que parado. Una capacidad que explica su rendimiento en el campo, donde realiza continuos desplazamientos con esporádicos sprints.
A la conclusión de las sesiones de entrenamiento en Ibaia, los jugadores del Alavés realizan baños en agua fría. Esta práctica dura alrededor de 10-15 minutos con el agua a una temperatura de entre 10 y 12 grados. El objetivo es desinflamar los músculos para facilitar la recuperación y prevenir lesiones. Una técnica tan antigua -durante décadas se han usado bidones de agua con hielo- como eficaz. Pero Nahuel Tenaglia va más allá.
Si en las instalaciones deportivas se sumerge hasta la cintura, en casa lo hace hasta los hombros. Sólo la cabeza se salva de esta gélida ducha, precisamente la parte del cuerpo que se busca ejercitar. «Es un ejercicio de resiliencia. De buscar empoderarse, de verse capaz de superar los diferentes escenarios. Un refuerzo mental», explica Matías Mut, preparador con el que lleva años trabajando. En su agenda de clientes también está Joaquín Panichelli, cedido en el Mirandés.
En el caso del lateral de Saladillo -cada profesional tiene un plan ajustado a sus necesidades- estas inmersiones se realizan a primera hora de la mañana. No es una elección al azar. «El objetivo es arrancar el día con la reconfortante sensación de haber superado la prueba». Un deber que requiere de mucha concentración. Tenaglia debe soportar durante cinco minutos una temperatura que varía entre 3 y 7 grados. La horquilla del termómetro tampoco es casual. Todo se mide al milímetro. Lo justo para llevar la cabeza a un escenario de «estrés externo». Y aquí empieza todo.
Durante ese periodo, el jugador entra en una especie de meditación. «Durante el primer minuto o minuto y medio debe aprender a mantener la calma. Aprender a sentirse cómodo en la incomodidad», apunta. Superada esa barrera, avanza hacia la siguiente fase: «La visualización». «Es entonces cuando debe imaginarse situaciones de un partido. De esta forma, cuando se enfrente a ellas sabrá gestionar mejor la respiración y las pulsaciones. Por ejemplo, también se pueden visualizar imágenes de personas o lugares queridos que reproducirán en su mente cuando les haga falta». Cuando la fatiga aprieta en los instantes finales del partido o en duelos como el del Villarreal en el que los nervios estaban a flor de piel.
Con estos baños, señala Mut, Tenaglia completa dos objetivos a la vez: «Reforzar la recuperación muscular y reforzar la faceta mental». Lo primero explica la continuidad que tiene desde que aterrizase en Vitoria hace tres temporadas y atesore más de un centenar de partidos como albiazul. Lo segundo, engrosar una fortaleza innata en el futbolista argentino. «Está hecho de otra pasta. Fuera del campo es una persona magnífica y dentro del campo se transforma en un competidor nato». Un jugador que siempre tiene la cabeza fría.
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