Campofrío, del miedo a la esperanza

Cuatro historias, cuatro tragedias que se tornan en ilusión. Repasamos con los protagonistas la incertidumbre que les rodeó desde el día que vieron arder lo que era el sustento de sus familias

María Orive

Domingo, 30 de noviembre 2014, 03:11

«Entre todos, vamos a hacer que lo que se quemó hace unos días florezca en 2016 con mucho más esplendor», apuntó el presidente del comité de empresa de Campofrío, Hilario Sánchez, tras la reunión (una de tantas) que los representantes de los trabajadores mantuvieron en el Ayuntamiento de Burgos. El incendio de hace justo una semana arrasó en menos de tres horas la planta burgalesa de Campofrío. Y, en menos de ese tiempo, los empleados ya eran conscientes de la magnitud de la tragedia.

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A las puertas de la fábrica del polígono Gamonal-Villayuda, viendo cómo se quemaba su lugar de trabajo, ya se podían ver rostros llorosos, preocupados, intranquilos. No era para menos. Fueron momentos dramáticos; el fuego se estaba llevando sus sueños más próximos.

«Las palabras de Ballvé prometiendo quedarse han sido la mejor vitamina»

Beatriz Recio. Trabajadora en la sección de Cocidos. 34 años de edad

Gustavo de la Cruz. Empleado en la sección de Secados. 38 años de edad

«Con la planta, se me hundió el mundo, vi un agujero muy negro», recuerda Gustavo de la Cruz (38 años) que ha trabajado cerca de 20 años en dos etapas en Campofrío, tanto en la planta que la compañía tenía en el barrio de Gamonal como ahora en la fábrica de 1997. «Fui un privilegiado, una suerte, con la tranquilidad de tener un sueldo fijo, así que decidimos casarnos y tener una hipoteca», relata este trabajador de la sección de Secaderos de la planta del polígono de Gamonal-Villayuda. Los momentos vividos el domingo 16 los recuerda como llenos de incertidumbre, de intranquilidad, de ansiedad.

Sus sueños eran devorados por el fuego y con ellos, el miedo con dos hijos (Rubén, de 6 años, y Jimena, de 2) y una hipoteca. «¿Y ahora qué hacemos?», se preguntaba hace siete días. Sin embargo, «llegó el lunes y oímos al presidente, Pedro Ballvé, que su compromiso es que la planta se vuelva a hacer aquí en Burgos», anota este trabajador de la compañía y eso «fue la mejor vitamina que nos han dado, una inyección de ánimo muy grande». Es más, apunta que «si este señor nos está apoyando, nosotros tenemos que apoyarle. Al igual que antes hemos trabajado para él, ahora que el obrero tiene problemas, está con nosotros».

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Su mujer, Beatriz Recio que tiene ahora 34 años, 16 de ellos en Campofrío ahora mismo en la sección de Cocidos, en el mismo sentido, afirma que «el presidente me da muchísima confianza, para nosotros la figura de Ballvé es muy importante». Ella señala que, al enterarse de la noticia vía el whatsapp de su marido que no hacía más que pitar el domingo por la mañana, «pensé que era una pesadilla», que confirmó cuando abrió las ventanas de su casa. De hecho, afirma que no lo ha «asimilado todavía. Voy a las concentraciones que realizamos todos los días y procuro ponerme de espaldas. No quiero verlo». Y es que asegura que es como «ver tu futuro, tu presente y tu pasado».

Porque la familia de Beatriz ha sido siempre de Campofrío. «Mi vida siempre ha estado vinculada a la fábrica. Aquí ha trabajado mi padre que está prejubilado y trabaja mi hermano», recuerda. También la de su marido, con «mi difunto padre, mi madre, mis tíos han trabajado aquí e iba a la guardería de la empresa» y añade: «Somos la generación de Campofrío. Cuando muchos no podían ir a la guardería, nosotros íbamos allí y llegaban los Reyes Magos a la factoría y nos traían regalos».

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De momento, «nos vamos al Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) planteado, aunque yo tengo la esperanza de que me recoloquen, que me digan a Soria o a Madrid, pero pensamos que primero van a tirar de la gente que no tiene paro», piensa en alto Gustavo de la Cruz. Una idea que su mujer confirma: «Dejaría aquí a mis hijos, con mis padres, por ejemplo, para no cambiarles de colegio, y me iría». Si la opción fuese cualquiera de los centros que Campofrío tiene en alguno de los otros países de Europa, «me trasladaría solo», dice el marido. Pero es que «es pan, e hipoteca, y vivir, y comer, y calzado, necesitamos trabajar», subraya.

En cuanto a la confianza en las administraciones, Gustavo apunta que quiere creer. «Las palabras son todas muy bonitas, pero se las lleva el viento, mejor todo por escrito», destaca. Por el momento, «todas las instituciones bien», pero «somos 900 personas, 900 familias, y que las ayudas no nos duren cuatro días». También recogen con optimismo el anuncio del Ayuntamiento de comprometer 11 millones de euros con la compañía, tanto en la licencia para levantar la nueva planta como en bonificaciones de impuestos. Y, además, «¿buscar trabajo para tantas personas en Burgos?», se pregunta Gustavo de la Cruz. «No lo hay», concluye.

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«Con el fuego se marcha toda mi vida, que ha sido esta fábrica»

Marcos Santamaría Prejubilado, 62 años (45 en la compañía)

«La colocación de la primera piedra será fundamental, no para mí, que ya estoy prejubilado desde hace dos años, sino para toda la gente joven que trabajaba en la planta de Campofrío», anota Marcos Santamaría, de 62 años, con una antigüedad en la empresa de 45. En el fondo, es un sueño para él que, desde el domingo, apenas puede conciliar el sueño pensando en la fábrica a la que ha dedicado su vida.

Quizás es de los menos afectados en el plano económico por el incendio. Sin embargo, su rostro mirando la planta de La Bureba en el polígono Gamonal-Villayuda de la capital burgalesa completamente arrasada, antes de hablar con él, lo dice todo. «He estado más tiempo aquí que en mi casa, por lo que, con el fuego, se marcha mi vida, que ha sido Campofrío», explica el padre de Lorena Santamaría que ha sido ella la que le ha convencido para que cuente su experiencia a El Norte de Castilla.

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«No te puedo explicar lo que es Burgos sin esta empresa, porque siempre he vivido en Burgos», apunta Marcos Santamaría, que añade que «da riqueza a la ciudad y ahora se va a ver». Y así, señala que cerca de 15.000 personas, solo en la capital burgalesa, se pueden ver afectadas tras el siniestro del pasado domingo. «Solo con lo que es Campofrío aquí, sin contar el resto de la cadena del sector, como agricultores o ganaderos», anota.

«Después de las palabras de Pedro Ballvé, el lunes, tengo confianza con él, hemos coincidido varias veces aclara, y en él, y también en las palabras de todas las administraciones», señala. «Han sido grandes apoyos», recalca.

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Desde 1969 ha trabajado en la compañía, «muy involucrado», destaca. Cuando recuerda sus orígenes, le cambia la cara. Mucho más alegre que las últimas imágenes de la factoría que le vienen a la mente. Aquellos primeros años de la empresa en la que trabajó, como una época en la que Campofrío renovó a la gente. «Éramos todos muy jóvenes y fueron años muy bonitos», subraya, «salíamos de trabajar y nos íbamos todos juntos a jugar al fútbol o a tomar algo». Eran otros tiempos.

Marcos Santamaría señala que, en cuanto a la juventud de la plantilla, era casi como ahora. «El otro día me comentaron que la media de edad estaba en 37 años, con un 95% de jóvenes entre 30 y 35 años», destaca, así que «cuando nos jubilemos los que quedamos, pues la media es de 30 años». Y, precisamente, entre esos jóvenes, se encuentra su hija, Lorena Santamaría. «Apoyo a todo el mundo, pero especialmente a ellos, que quien no tiene una hipoteca, tiene dos», subraya.

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«Por muchas noticias positivas que lleguen, siempre hay un pensamiento negativo»

Jairo Manzano 26 años (ocho trabajando en Campofrío)

Jairo Manzano, de 26 años, lleva ocho trabajando en Campofrío. Los dos y medio últimos como indefinido. «Tuve la oportunidad de entrar indefinido cuando estaba estudiando Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos y no lo dudé», explica, antes de añadir que «si tardo un año más en acabar la carrera, pues un año más, pero era la seguridad que daba Campofrío en Burgos». Ahora hace justo doce meses se compró una vivienda el 8 de noviembre de 2013 y, aunque la hipoteca es «pequeña», afirma, «yo no voy a poder estar todo el tiempo cobrando el paro», así que «tengo que moverme», aunque «tengo la ayuda de mis padres y mis propios ahorros». Por lo tanto, «me iría donde sea», subraya preguntado por la posibilidad de marcharse a cualquier planta de la compañía a nivel nacional o internacional.

Este burgalés también tiene a media familia trabajando en Campofrío: a su madre, a su hermano como eventual para la campaña navideña, a dos de sus tíos y muchos primos que han pasado por la fábrica en algún momento de sus vidas. Por lo tanto, «ahora la incertidumbre» es la sensación que predomina. «Siempre hay un pensamiento negativo, por muchas noticias positivas que nos lleguen en poco tiempo», afirma Jairo Manzano.

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«Se nos está haciendo el tiempo eterno, sin dormir, he adelgazado dos kilos, y hay muchas incógnitas que se tienen que resolver, muchas», señala, aunque sabe que aún es pronto para saber qué se puede decidir.

Jairo Manzano recuerda el domingo pasado como uno de los peores días de su vida. A las 8.30 horas, cuando recibió los primeros mensajes comunicándole el incendio, no se lo creía. «Pero a medida que iba por la calle Vitoria y veía el humo, estaba claro», explica. Asimismo, señala que «no podía ni describir verbalmente lo que estaba viendo, solo hacer fotos». Una semana después, «todavía no lo he asimilado».

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«Todavía no me lo creo; es como estar esperando a despertar de una tremenda pesadilla»

Lorena Santamaría Jefa de equipo Empaquetado Cocido (33 años)

«El peor día de mi vida». Así recuerda Lorena Santamaría, de 33 años, jefa de equipo de Empaquetado Cocido en la planta de La Bureba de la capital burgalesa el domingo pasado cuando le estaba «llamando una amiga, que es compañera de trabajo también, a las 8 de la mañana, y me lo dijo». Pero fue su novio el que la levantó, la llevó al salón y desde allí, al abrir la persiana, lo vio. «Me tuvo que recoger del suelo», señala. Una semana más tarde aun no se lo cree, explica, antes de añadir que «estás esperando despertar de una pesadilla». Aún hoy, «lo veo no tan negro como la fábrica, porque es muy pronto, pero difícil». Al igual que a su padre, también le cuesta mirar las labores de extinción que continúan haciendo los bomberos en la instalación que el domingo fue devastada por el fuego.

Lorena Santamaría reconoce que ahora «todos buscamos respuestas», algunas en la oficina de atención a los empleados puesta en marcha el martes por la empresa, y coincide con muchos de sus compañeros en que las palabras de Pedro Ballvé, mostrando su compromiso con Burgos y con la producción en la capital burgalesa, fueron fundamentales en el devenir de la semana y en sus esperanzas e ilusiones. «Él es una figura que tenemos muy presentes los trabajadores», explica, y añade que «aunque la compañía ya tenga otro accionariado compuesto por capital mexicano y chino, el corazón de Ballvé está aquí porque es la empresa que fundó su padre».

A partir de ahora, «hay que empezar de cero y esto no se lo deseo yo a nadie», dice. No obstante, «hay que salir», insiste. «En mi caso, cuento con el apoyo de la familia para la hipoteca su padre, prejubilado de la empresa, Marcos Santamaría, está presente en la conversación con El Norte de Castilla, porque «pasas de tener una estabilidad con planes de futuro a que el domingo se te hunde todo como la fábrica» su novio se quedó en paro también hace unos meses. Así que ahora los días se hacen eternos para Lorena, aunque peores aún son las noches. «Me meto en la cama y veo todo ardiendo», relata aun conmocionada por el suceso.

Lorena Santamaría afirma que «Campofrío es parte de tu vida». Ella estuvo en la guardería también de la empresa, donde conoció a muchos de los que ahora son sus compañeros en la instalación de La Bureba, y «esto que nos ha pasado, que es una desgracia. Si se construye una nueva planta, que se hará, nos cambiará la mentalidad a todos los trabajadores», destaca. Porque «esto va a crear que seamos una familia todavía aún más grande», concluye esta burgalesa.

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