Ver fotos
Santa Catalina prende su memoria
El Jardín Botánico acoge con gran éxito de público la primera recreación de la quema del convento en la Guerra Carlista
El fuego volvió a iluminar este sábado la sierra de Badaia, al igual que el 6 de agosto de 1836, aunque esta vez no hubo que lamentar pérdidas humanas ni materiales. Todo un espectáculo, de la mano de la pirotecnica Valecea y con final feliz, que dejó boquiabiertos a los espectadores. La recreación teatralizada de la quema del convento de Santa Catalina durante la primera Guerra Carlista fue el plato fuerte de una jornada de lo más completa en el Jardín Botánico, donde se organizaba esta actividad por primera vez. «El general liberal Zurbano decidió prender fuego al convento, que servía de refugio a las tropas carlistas, para que no se pudiese volver a utilizar», resumía durante la visita guiada Asier Merino, miembro de la asociación de recreación histórica 'Batalla de Vitoria 1813', promotora del evento junto al Ayuntamiento de Iruña de Oca.
Publicidad
Cientos de personas se acercaron hasta el Jardín para sumergirse en un viaje en el tiempo al siglo XIX. Descubrieron el funcionamiento de un cañón de cuatro libras, cómo se comunicaban los soldados, qué comían o cómo se fabricaba un proyectil de la época. «Nos hemos visto desbordados por la respuesta de la gente. Es la primera vez que lo hacemos y está siendo todo un éxito», celebraba Justo Bobadilla, también de la asociación de recreacionistas, enfundado en su traje de soldado. La mayoría de visitantes llegó de Vitoria pero también de Bilbao, Eibar, Portugalete o Lezama. «El trabajo de investigación que hemos hecho para que esto sea posible ha sido brutal», señalaba Bobadilla. De los resultados de su labor investigadora disfrutaron familias como la de Iñaki, Elena y el pequeño Aimar, de solo cinco años. «Nos está gustando mucho, es muy interesante. No conocíamos el sitio, así que otro día tendremos que volver a ver las plantas», aseguraba el aita tras escuchar la explicación sobre el cañón. «Cada vez que se dispara una bola, el cañón se humedece primero y después se seca con un palo y una bayeta antes de lanzar la siguiente bola. Así cada vez», detallaba el experto Fernando Gavilla. «¡Pues menudo trabajo!», exclamaba una de las oyentes.
En la siguiente parada, ataviado de carlista, Francisco José del Río narró al detalle qué aspecto tenía la oficina del comandante. «Aquí podían permitirse tener un camastro, una mesa y una silla. A diferencia de cuando estaban en el campo. Pero no había grandes lujos, los carlistas éramos mucho más pobres que los liberales». Incluso los fusiles estaban «obsoletos» ya que eran los mismos que portaban los soldados napoleónicos veinte años antes. Los participantes en la visita descubrieron también el funcionamiento de un telégrafo óptico, el sistema de comunicaciones durante la batalla, o cómo se elaboraba un proyectil con pólvora y un canutillo de papel. Todo esto mientras una pareja realizaba el reportaje fotográfico de su boda a escasos metros y decenas de niños correteaban con sombreros de soldados de papel.
Los visitantes aprendieron el funcionamiento de un cañón, cómo fabricaban un proyectil o qué comían
Izaskun Sánchez compartió sus conocimientos sobre plantas medicinales, como que el laurel machacado con aceite mejora el embarazo y el parto o que la lobera cocida rebaja el picor y ayuda a cricatrizar quemaduras. «Estamos aprendiendo un montón de cosas», se felicitaban Asun y Mari Jose, dos amigas vitorianas. Conocieron también que las mujeres de la época se casaban de negro porque era el tinte más caro y se consideraba el más elegante. Todo esto antes de que al igual que en 1836 el convento volviera a arder.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión