La mitad de las personas con discapacidad intelectual espera un año para lograr plaza en una vivienda foral en Álava
La falta de residencias privadas y el aumento de la esperanza de vida hacen que la lista de espera se mantenga estable
La discapacidad intelectual implica ciertas limitaciones que varían con cada persona. Hay quienes quieren y pueden emprender un proyecto de vida independiente lejos del 'nido' ... familiar. Y también quienes requieren unos cuidados de manera continuada para que se garantice su calidad de vida. Para estos últimos existen en Álava viviendas con apoyos, pisos supervisados y residencias, fórmulas de distintas características que se ajustan al grado de atención que necesitan.
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El Instituto de Bienestar Social de la Diputación (IFBS) gestiona de forma directa en estos momentos 131 plazas para este colectivo, pero cuenta con una lista de espera de 27 personas. De ellas 12 -un 44%- llevan cerca de un año pendientes de una llamada que les confirme que pueden acceder a alguno de esos recursos sociosanitarios y recibir una atención que ya no se les puede proporcionar en sus respectivos domicilios.
Los que más tiempo llevan apuntados en el registro de la Administración foral son personas con una discapacidad moderada (grados I o II) que tienen cierto grado de autonomía. Sí que existe un caso de los más severos (tipo III) que lleva alrededor de medio año pendiente del teléfono para acceder a la residencia Etxebidea, que está especializada para gente que necesita apoyos generalizados, según los datos aportados por el Departamento de Políticas Sociales que dirige Gorka Urtaran en una respuesta por escrito al grupo del PP en las Juntas Generales.
En su contexto
15
personas con discapacidad intelectual esperan para acceder a una vivienda con apoyos. Siete llevan cerca de un año, una ocho meses y otra siete. El resto llevan menos de medio año apuntados.
Mayor autonomía
Los grados más moderados
Las personas con grado I y II son las que más esperan para acceder a estos equipamientos, pues son las que más capacidad de autonomía tienen.
10
demandantes de los servicios sociosanitarios aguardan para acceder a un piso supervisado. La mitad de ellos llevan alrededor de un año pendientes de una llamada telefónica. Hay gente entre 35 y 56 años.
2
casos hay en el caso de Etxebidea. Son dos jóvenes de 18 y 19 años con un grado de discapacidad III, el más severo. Llevan aguardando seis y cuatro meses respectivamente. Esta residencia tiene 75 plazas, pero la posibilidad de relevo es limitada por la esperanza de vida de sus usuarios.
Pero esta lista de espera tiene muy pocos visos de que adelgace en un futuro próximo, a pesar de que la administración territorial tiene previstos nuevos centros para los próximos años. Una de las razones principales es que no existen soluciones habitacionales impulsadas por la iniciativa privada específicamente para las personas con discapacidad intelectual.
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A diferencia del sector de los geriátricos, las empresas aún no han apostado por construir en Álava residencias 'ad hoc' para personas con trastornos genéticos o que por razones biológicas y ambientales tienen alteraciones cognitivas que pueden originarles dificultades para desarrollar su vida cotidiana. Esto impide que se puedan concertar plazas que sirven para dar cierto 'respiro' a las administraciones públicas, como sí que sucede en muchos otros puntos de España, y sobre en el entorno de grandes ciudades como Madrid y Barcelona.
La mayor esperanza de vida es otro de los aspectos que aumenta esa lista de espera. La discapacidad intelectual hace bastante tiempo que no va ligada a menos años. En Álava en este tipo de equipamientos hay sexagenarios, pero también jóvenes con apenas 18, 19 o 25 años a los que, en el mejor de los casos, les puede quedar por delante una estancia de medio siglo en una residencia o una vivienda con apoyos, un tiempo en el que ocuparán esa habitación salvo que haya que redirigirlos a otra clase de recursos con una mayor intensidad de atención.
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De forma paralela, que las personas con discapacidad intelectual lleguen a peinar canas también provoca que en un momento sus familiares no puedan atenderles correctamente por los propios achaques de la edad y, por esa razón, reclamen la ayuda de las instituciones públicas. Eso es más que evidente con el colectivo de gente con síndrome de Down, ya que en la actualidad viven treinta años más que a finales de los noventa y tres de cada cinco ya consiguen superar los 65. Eso hace que sus padres sean octogenarios y no tengan capacidad de cuidarles en su domicilio.
En una antigua academia
Todos estos factores hacen que la capacidad del sector público de absorber a los demandantes sea muy limitada, pese a que se siguen desarrollando equipamientos para estos colectivos sociales. A Etxebidea y las siete viviendas con apoyos del IFBS (Basoa, Zaldiaran, Portal de Castilla, Pedro Asúa, Olaguíbel, Cruz Blanca y Beato Tomás de Zumárraga), pronto se le sumará el recurso que ocupa la antigua academia Almi de Llodio.
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Las claves
Respuesta al PP
Hay una lista de espera de 27 personas y 12 de ellos llevan cerca de un año esperando la llamada
Esperanza de vida mayor
Cada vez viven más y llega un momento en que sus familias reclaman ayuda para atenderles
A diferencia de geriátricos
Las empresas no están interesadas en impulsar centros de discapacidad intelectual en el territorio
Lo siguiente será Lakondoa, una residencia y un centro de día que sigue esperando una fecha de inauguración y que ocupará los 1.249 metros cuadrados en lo que en su época fue el polémico centro de menores Sansoheta en Arzubiaga, en el municipio de Arrazua-Ubarrundia.
Todas esas nuevas plazas rápidamente se ocuparán y, sin embargo, eso no impedirá que la lista siga creciendo, pues el número de personas con discapacidad -cuyo día internacional se celebra hoy mismo- crece y crece en el territorio histórico.
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Actualmente, según datos de la Diputación, hay 25.058 personas con discapacidad en el territorio histórico. O lo que es lo mismo, uno de cada trece habitantes de la provincia forma parte de este heterogéneo colectivo donde hay diversos grados con múltiples rostros y necesidades. Y es que los casos registrados por la Administración foral han crecido un 5,4% desde el final de la pandemia y la entrada de solicitudes para que se les someta a una valoración de la discapacidad se ha disparado un 81%.
La gente no sólo recibe cuidados en estos equipamientos, sino también una serie de tratamientos terapéuticos y de estímulos para evitar, o al menos retrasar, que sus patologías pasen a mayores.
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