La mitad de los edificios de la calle Santo Domingo de Vitoria se encuentra en estado «regular, malo o ruinoso»
21 de 44 inmuebles situados en esta vía del Casco Viejo sufren un avanzado deterioro tras décadas sin una intervención conjunta
La última voz de alarma que han lanzado vecinos y policías sobre el abandono del entorno de Aldabe y su posible «guetización» está reforzada en ... el estado de sus edificios. En la calle Santo Domingo, donde se produjo el último intento de okupación abortado por el vecindario, los inmuebles –y por extensión las viviendas– arrastran un deterioro evidente. El desgaste y el paso del tiempo se asoman a las fachadas en los casos más graves, como los más conocidos de los números 40 y 42. Sin embargo, las cifras resultan aún más reveladoras de lo que puede observarse a simple vista con un paseo por la calle.
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Un goteo de reformas con los casos más graves aún pendientes
Desde el tramo final de la Pintorería (sobre todo el número 63) hasta que Santo Domingo conecta con Aldabe, 21 de los 44 edificios se encuentran en estado «regular, malo o ruinoso», según ha podido saber EL CORREO. Así lo refleja un documento de diagnóstico del Ayuntamiento y de Agenda Transversal enmarcado en la Agenda 2030 y que el Consistorio empleó para buscar ayudas europeas para la regeneración. Más allá del grado de deterioro de los propios inmuebles, el documento también recomienda realizar proyectos de rehabilitación y reforma en todos ellos, sin contar las intervenciones para mejorar la accesibilidad como la instalación de ascensores, escasos en estas comunidades.
Santo Domingo muestra una de las mayores concentraciones de edificios con una necesidad urgente de rehabilitación en el Casco Medieval. Es decir, no puede decirse que sea un caso aislado en el barrio, pero quizás sí el más galopante. Se trata de inmuebles, muchos de ellos construidos en el siglo XIX, que arrastran décadas sin intervenciones integrales, y que incluso han visto comprometida su estructura o hasta han tenido que desalojarse.
Es lo que sucedió en los números 40 y 42, que fueron vaciados hace cinco años y desde entonces no se ha realizado ninguna actuación que permita el regreso de sus vecinos, ni se observa una solución a «corto plazo». Esta es, además, la zona donde más acumulación existe de edificios en mal estado. De hecho, sólo en ese tramo (entre el 20 y el 42) están agrupados nueve inmuebles en estado «regular» (la mayoría), «malo o ruinoso».
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El citado documento municipal, que también cuenta con el sello de Agenda Urbana Española, detecta cinco edificios en el estado de deterioro más extremo, tres en la segunda categoría de gravedad y el resto, en situación «regular». Este último grupo, más extenso, incluye construcciones habitables, pero que requieren una forma de importante calado o, al menos, de reparación de cubierta o fachada para atajar su decadencia.
Cabe recordar que en todo el Casco Viejo existen otros 120 edificios en una situación similar, aunque con una menor concentración en sus calles. Y es que la 'almendra', al margen de la obvia antigüedad de sus construcciones, cuenta con dificultades añadidas para participar en programas europeos para mejorar la eficiencia energética, entre otras actuaciones.
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Difícil encaje
La situación de estos inmuebles no resulta sencilla. En los casos en los que la titularidad es privada, la responsabilidad del mantenimiento recae sobre los propietarios, que en muchos casos no pueden asumir los proyectos de envergadura. Existen comunidades de entre cuatro y ocho vecinos, lo que se traduce en inversiones mucho mayores por vivienda.
Si renovar una cubierta cuesta entre 60.000 u 80.000 euros, cada hogar debería asumir cerca de 15.000 o 20.000 euros, además de ponerse de acuerdo en el momento de acometer la intervención. Y la mayoría de los programas de ayudas con financiación pública obliga a acometer el proyecto por anticipado, antes de recibir la subvención, que en muchos casos produce un bloqueo que agrava los casos con el paso del tiempo.
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De hecho, la asociación vecinal Gasteiz Txiki suele reclamar al Ayuntamiento que tome la iniciativa a la hora de fomentar la rehabilitación y recuperar las ayudas «a fondo perdido» para acelerar la renovación. «No puede ser que lograr una dignidad urbanística esté en manos de iniciativas privadas», afirma el presidente del colectivo, Manu Arakana.
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