Carta de amor al Palacio de Añana
En Los Ozpinas Plaza, 8. Salinas de Añana ·
Sección en la que los redactores de El Correo nos hablan sobre su taberna favoritaA la hora de elegir un bar, ese al que volveré a la mínima de cambio, entonces, envido a mayor. ¿Envido? Rectifico, ahí va mi órdago. Escojo un palacio. No me ha dado un aire, y menos de grandeza, porque lo que añoro es un bar en un pueblo. En el mío, Salinas. Echo en falta el palacio de Añana, tomar en su terraza con vistas al Valle Salado un café, una coca cola, un crianza o una sidra, los cuatro reyes de la baraja que pongo sobre la barra según el momento.
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Café. Estoy deseando revivir uno de los mejores momentos del día de mis veranos en Salinas. El del café que tomo con Juankar al regresar de nuestra caminata matutina, con el lago de Arreo como meta. Y que si la fuerza de voluntad me abandona, acompaño con uno de esos tentadores pintxos distribuidos a lo largo de una barra que evoca los terrazos del valle. Ese en el que se hace una de las mejores sales del mundo (aunque, y ahí va otro órdago, yo diría que la mejor).
Sidra o crianza. Añoro tomarme un 'culín' o un 'solagüen' con mis padres y hermanos como muchos domingos al mediodía, antes de comer todos juntos en casa. O en el mismo palacio, porque su menú de fin de semana es digno de recomendación. Todo un momentazo: la terraza, el calor, la sombrilla, el plato de rabas... Charlando y charlando.
Coca Cola. Esa que entra de dos tragos después de una tarde de piscina. Y que estrena la ronda vespertina con los amigos que cerramos, risotada va risotada viene, en otro bar indispensable en Salinas, el Urgazi, con las mismas privilegiadas vistas a la historia de esta villa y la misma magia que comparten todos los bares rurales: conseguir que en ellos nunca te encuentres sola.
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