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Miguel Gutiérrez
Domingo, 13 de agosto 2017
Todo el mundo tiene un plan hasta que le han tumbado. Yo tenía un plan. Había estado muchas horas observando las cartas de hielo, las imágenes de satélite del Sentinel -enviadas y analizadas por el experto Íñigo Orue- y las cartas marinas y había observado lo siguiente: el Estrecho de Nares es como una pista de bolos. El hielo se desliza por el corredor desde el Polo Norte y los glaciares de Humboldt y Petermann arrollando todo a su paso. Pero -según pude ver- había algunos puntos seguros que marqué en las cartas. Como el sur de la isla de Pim o las bahías de Baird, de Dobbin y de Wright. Podríamos -me dije- llevar el barco de un punto seguro a otro. Avanzar cuando el flujo de hielo diera tregua y refugiarse cuando arreciara.
Todo el mundo -decía- tiene un plan hasta que le han tumbado.
Y -tal y como amablemente me hizo ver Mike Stewart, nuestro capitán- el mío no era malo. Pero para ello se necesita algo de suerte.
Nicolai opinaba:
-El problema es que el Estrecho de Smith sigue bloqueado. Los dos años pasados por estas fechas estaba desbloqueado. Pero este año el deshielo se ha pospuesto dos semanas. El plan no es malo. Pero mientras tengamos este panorama ni siquiera eso es viable.
Sigue toda la aventura
Con todo, el día 29 la carta de hielo ofreció una tregua. Teníamos paso hacia el norte, hasta la bahía de Etah, lugar último que alcanzó la cultura inuit y punto de partida de numerosas expediciones árticas. Partimos de nuevo hacia el norte, con el ánimo prendido a un par de alas. Si se abría hacia el este, tal vez pudiéramos alcanzar la isla de Pim en Canadá, uno de mis puntos seguros. Pero sucedió todo lo contrario. El frente de hielo avanzó en nuestra dirección como un ejército coordinado e implacable. Tuvimos que abandonar de nuevo el Estrecho de Smith en medio de una tormenta en la que hizo, incluso, su aparición, un pequeño tornado.
Refugiado en Cabo Alexander el Northabout soportó rachas de 50 nudos. Luego el viento trajo al hielo y hubimos de huir de nuevo hacia el sur. Hay un dicho inuit que reza: «El tiempo manda». Los pescadores del lugar, de hecho, nos previnieron: «Es poco probable que el Estrecho se abra este año. Hay más hielo que los años anteriores. Y los próximos días viene tormenta».
El día 30, en el seno de una pequeña razzia de exploración, recalamos en un gran témpano. Allí, sobre el trozo de banquisa, pensé lo paradójico de la situación: luchar a diario contra un hielo amigo del que depende la salud de todo el planeta. Fue el último momento de asueto. Después nos devoró la borrasca. Con ella se fueron los planes y la moral se mantuvo a duras penas y no en todos los casos. Todo el mundo -decía al principio- tiene un plan hasta que le han tumbado.
Y aunque sentíamos que perdíamos tres a cero en la prórroga, estábamos decididos a echar el resto hasta que el pito del árbitro marcara el final.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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