Vista del exterior del inmueble de Abetxuko que la familia ocupó hace casi un mes.

Los clanes de los ‘Bartolos’ y los ‘Pichis’ se unen en la ocupación de la casa de Abetxuko

Un matrimonio de miembros de ambas familias gitanas y otras dos parejas han tomado la vivienda de la calle El Cristo tras ser desterrados de Bilbao

ANDER CARAZO | DANIEL GONZÁLEZ

Martes, 6 de septiembre 2016, 23:12

Abetxuko sigue con inquietud las novedades en torno a la ocupación ilegal de una casa en la calle El Cristo. Un temor que se ha ... acrecentado en el vecindario al conocer que en el inmueble conviven miembros de los conflictivos clanes gitanos de los Bartolos, de arraigo vitoriano, y de los Pichis, de origen bilbaíno. Una de las tres parejas asentadas de manera ilegal en la vivienda es un matrimonio formado por una mujer de la familia asentada en Vitoria desde los años setenta y por su esposo, que pertenece al grupo que meses atrás acabó con la paciencia de los residentes en el barrio de Ollerías de Bilbao tras protagonizar agresiones, atracos y robos en viviendas que obligaron al Ayuntamiento de la villa a adoptar medidas especiales de seguridad y vigilancia .

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Su presencia en Vitoria está motivada por el destierro a que fueron obligados en aplicación de la ley gitana, después de participar en enfrentamientos y provocar incidentes. Fuentes de los servicios sociales del Consistorio bilbaíno aseguran que estaban al día con el alquiler del inmueble donde residían en Ollerías y no tenían problemas económicos, pese a que algún mes hubieran ingresado la renta con cierto retraso.

El exilio forzado les llevó en agosto a Vitoria, enclave de los Bartolos, la rama femenina de la pareja. La mujer, que ejerce de cabecilla del grupo, es una de los nueve hijos del patriarca Bartolomé y María Cortés conocida como La María. En su momento decidió emprender su propio camino, lejos del clan que durante cerca de treinta años prácticamente campó a sus anchas por la capital alavesa hasta el punto de ser aislada por el resto de la comunidad gitana. Ahora ha buscado refugio en su ciudad, acompañada de su marido, del linaje de los Pichis, de sus hijos y de otros miembros desgajados de Ollerías.

Temor en la barrio

Pese a la tensa situación, por el momento no se han registrado incidentes. «Cuando me ven pasar por la calle, me saludan y me dan los buenos días. A las personas mayores les ofrecen ayuda para cargar con las bolsas de la compra», relata un vecino de Abetxuko, que no se fía de su civismo. «Están siendo muy amables, pero para ganarse la confianza y aprovecharse», indica a este periódico. «Mi madre está acojonadísima. Ni se atreve a ir a la farmacia y lamenta que para cuatro días que le quedan por vivir... se encuentre con esta situación», sostiene el hijo de la dueña de una casa en El Cristo, una calle donde el perfil más común es el de viudas de 80 años y sin compañía.

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Una incertidumbre que ya han trasladado al concejal delegado de Seguridad Ciudadana de Vitoria, el socialista Carlos Zapatero, en varios encuentros. La respuesta ha sido aumentar la vigilancia de la Policía Local en el barrio, con patrullas y dispositivos de incógnito, mientras los juzgados tramitan la denuncia de la propietaria legal del inmueble para obtener la orden de desalojo. Un proceso que podría durar dos meses y que las asociaciones de vecinos Uribe Nogales y Cauce Vecinal reclaman que se abrevie.

Todos los ocupas, según señalan fuentes municipales, están identificados y se mantiene una estrecha colaboración con los miembros de la Guardia urbana de Bilbao y el Departamento de Políticas Sociales del Gabinete de Juan María Aburto.

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«Nivel de nerviosismo»

La confluencia entre los Bartolos y los Pichis y su presencia ha incomodado a otras familias gitanas de Abetxuko, según destacan desde la asociación vecinal Uribe Nogales. Los residentes alertan del riesgo de que se ocupen más viviendas en un barrio donde permanecen vacías una de cada cuatro casas. «Ya se les ha visto por las traseras mirando hacia el interior e incluso hemos tenido que avisar a la Policía», aseguran.

La situación es de alerta, pese que, como reconocen los vecinos, las patrullas «están las 24 horas en el barrio, patrullando a pie, y en cuanto se marcha un coche, viene otro». Un estado de inquietud que intentan relajar desde las asociaciones vecinales. «Tras la asamblea en la que participó el concejal de Seguridad Ciudadana, el nivel de nerviosismo ha bajado un poco, pero todavía nos llaman vecinos preocupados», declara uno de sus portavoces. «Nosotros hacemos un llamamiento a la tranquilidad», añade.

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Pero muchos residentes no comparten esta reflexión. «Hay bastantes posibilidades de que se líe», coinciden, y piden al Ayuntamiento de Vitoria que tome cartas en el asunto. «No son gente que viva de la venta ambulante. No sabemos de qué lo hacen, y encima tienen luz en la casa. Desconozco qué enganches habrán hecho y cómo lo tienen montado», critican.

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