El nuevo prelado vitoriano en su comparecencia de ayer ante la prensa en la sede del Obispado.

«Los curas somos mileuristas»

El obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, habla de refugiados, jóvenes, laicos y reconciliación en su primer contacto con los medios de comunicación

Rosa Cancho

Viernes, 18 de marzo 2016, 22:35

El pasado 2 de marzo en la basílica de San Pedro del Vaticano el papa Francisco conoció a Juan Carlos Elizalde (55 años), obispo de ... Vitoria. «Le pregunté que qué les podía decir (por sus feligreses) y me contestó pues que le aguanten y que le quieran. Yo me reí y me dijo ¡qué bien, un obispo alegre, se necesitan pastores alegres para levantar el ánimo de nuestras comunidades! También me dijo que me sea leve». Fue el propio prelado quien relató ayer entre sonrisas esta breve entrevista con un Pontífice con el que se siente «como pez en el agua desde el principio». El obispo dedicó el sexto día del ministerio que inició el pasado sábado con su consagración a los periodistas, a quienes habló de pobres, inmigrantes, refugiados, reconciliación, jóvenes, familias, laicos y hasta del IRPF.

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El prelado no eludió ninguna pregunta y demostró que se desenvuelve con soltura delante de los micros y cámaras -incluso maneja las redes sociales- y de hecho arrancó su charla con la promesa de intentar mantener una relación estrecha. «Valoro la transparencia en comunicación, porque quita crispación social y eclesiástica, evita malentendidos». Navarro de Mezkiritz, criado en el valle de Erro, en las montañas de Roncesvalles, dijo no sentirse extraño en Vitoria; al contrario «me he sentido en casa», por el carácter de los vitorianos, pero también por los retos de su Iglesia diocesana.

«Soy de aquí»

El nuevo obispo contó numerosas anécdotas de su vida dedicada a la Iglesia durante la que ha mantenido un estrecho contacto con los jóvenes, ya que ha sido profesor y también capellán de la universidad pública de Navarra. Para quienes duden de si es o no un prelado foráneo, fue tajante. «Yo amo profundamente la tierra vasca, soy de aquí», zanjó. Elizalde, que ha visitado Loyola tras ser consagrado, se declaró imbuido de espiritualidad ignaciana. «Con los 12 años estudié con los jesuitas y mi vocación surgió en ese contexto», relató.

Al prelado no parece preocuparle que le tilden de conservador o de lo contrario, prefiere centrarse en otras cuestiones. Así, recordó su apuesta por una Iglesia que dé cabida a «los pobres, los parados, los marginados o los inmigrantes» e incluso tuvo palabras para los refugiados. Apreció «cierta hipocresía» en la respuesta que el Consejo Europeo da a la constante llegada de sirios que huyen de la guerra en su país. «Estamos jugando con personas. No se puede tener a miles de inmigrantes en condiciones infrahumanas a merced de lo que los poderosos decidan porque sí».

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También habló de cómo ha encontrado a su diócesis, «pionera» en las ayudas sociales y en programas de inserción, dijo en referencia a Cáritas Vitoria. «Creo que partimos de una implicación y una sensibilización enormes», pero con retos importantes como el de atraer a los jóvenes a la Iglesia y analizar los problemas de la falta de sacerdotes. En ese punto abogó por «promocionar el laicado tanto en lo litúrgico como en lo social». Y todo eso con una merma de 500.000 euros menos de las aportaciones de los alaveses a la Iglesia vía IRPF. «Ese descenso tiene que ver con la decepción de la gente, con los fallos de la Iglesia», admitió. Pero defendió que ésta se sostiene en un 75% por sus propios medios y por las aportaciones de los fieles. Negó cualquier ostentación de lujo en su entorno. «Los curas somos mileuristas, tenemos gastos cubiertos y punto. No tenemos tentación de acumular», resaltó, tras lo que reveló que la nómina de un sacerdote ronda los 800 euros al mes y que la suya como obispo es de «ciento y pico euros más».

«Gestos audaces»

Y tampoco evitó Elizalde el siempre espinoso tema de la reconciliación y de las víctimas de la violencia. «Puede haber una guerra fría en nuestra sociedad y eso no es reconciliación ni paz auténtica», advierte. Además de abogar por el perdón, es partidario de «gestos audaces» para lo que va a pedir consejo a diferentes niveles. En este sentido se refirió al valor de los religiosos que han vivido en países en conflicto «y se han librado de matanzas» y los laicos comprometidos. «Tenemos la tentación de actuar desde lo políticamente correcto con gestos mínimos para salvar apariencias», critica.

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Uno de esos gestos podría ser el ceder el uso de la iglesia de San Francisco como sede de un memorial permanente a las víctimas del Tres de Marzo. El obispo dijo haberse enterado de este proyecto por los medios de comunicación y se mostró abierto a hablar si le hacen la petición de manera formal. «Me aconsejaré y daré la respuesta que sea mejor».

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