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OLATZ BARRIUSO o.barriuso@diario-elcorreo.com
Lunes, 28 de febrero 2011, 09:24
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La cita con Aintzane Ezenarro es en su pueblo, Getaria, y llega directa desde el supermercado. El fotógrafo le sugiere el puesto de frutas y verduras del frontón para retratarse, pero no es necesario forzar el gesto: la portavoz de Aralar aprovecha para hacer la compra -dos bolsas llenas, es madre de familia numerosa-, aunque reconoce que no es demasiado amiga de los posados. «Paso mucha vergüenza». En cuanto empieza la charla, Ezenarro se transforma. La delicada situación en la que queda Aralar, al menos sobre el papel, tras la irrupción en escena de «la otra sensibilidad de la izquierda abertzale» centra la conversación. Y es clara: Aralar debe ser el referente de esa opción política en el futuro porque «las formas en política son tan importantes como el contenido». «No concibo retirar el saludo a nadie porque piense diferente y eso se ha hecho en este país».
- ¿La irrupción de la izquierda abertzale tradicional les pone nerviosos?
- No sé por qué se hace esa pregunta a Aralar y no a otros. En ningún caso. Siempre hemos pedido que sean legales, queremos competir en igualdad de condiciones porque somos dos formas de entender la izquierda abertzale del futuro. En una situación de post-violencia habrá que intentar estructurar ese espacio no en una sola formación, pero sí colaborar y hacer una oferta electoral potente. Pero lo que no queremos es que la izquierda abertzale del futuro pivote en torno a lo que hoy es Batasuna: son tres décadas vinculados a una estrategia político-militar que no compartimos.
- ¿Cómo debe ser entonces?
- Que apueste por la política y sea pacifista, que reconozca todo el sufrimiento de este país, un camino que se ha iniciado pero no se ha culminado. Que deje de lado los maximalismos y valorice la política como un instrumento para ofrecer soluciones a los ciudadanos desde la izquierda. Y que asuma la pluralidad de la sociedad vasca con normalidad, y no vea al contrincante político como un enemigo a batir. Estas tres características, además de nuestra visión de la autodeterminación como un acuerdo entre diferentes, y la territorialidad, son lo que hemos venido defendiendo desde siempre. Por eso Aralar es más importante que nunca.
- Si están tan seguros de su proyecto, ¿por qué le hicieron a la antigua Batasuna una oferta de colaboración el pasado 12 de febrero? ¿No revela eso ciertas angustias electorales?
- Porque creemos que a medio y largo plazo sí es necesario estructurar desde una relación de tú a tú una nueva forma de entender la izquierda abertzale. No concebimos la 'plataformitis' como vía para construir la izquierda abertzale del futuro, que tiene que ser algo ideológicamente acordado y estable. Pero eso hay que hacerlo desde el respeto mutuo y no invitándonos al postre, como ahora.
- ¿El rechazo de Batasuna a la violencia no les deja sin espacio?
- ¿Quién dice eso? Yo no quiero para este país que la oferta de izquierda abertzale sea la que representa Batasuna. Por eso tuvimos el apoyo de 64.000 personas en las últimas elecciones y somos la primera fuerza abertzale en Navarra. Las formas son casi tan importantes como el contenido. Esas formas que durante años se han practicado en Batasuna han ahuyentado a muchas personas que ideológicamente podían compartir cosas. Yo no concibo la idea de retirar el saludo a alguien porque piense diferente a mí, y eso se ha hecho en este país. Como vemos tan necesario que la forma de hacer política sea otra vamos a mantener nuestra apuesta, por ejemplo, por llevar la paz a los pueblos.
- ¿Buscan empezar por la base?
- La paz no se hace en las élites. No es suficiente que ETA deje de matar, se restituyan derechos básicos como la legalización o incluso se avance en el tema de los presos. Hay que cambiar actitudes en los pueblos. Cualquier experto en procesos de paz, y esto lo he vivido en Elkarri durante muchos años, dirá que si no se baja a la base de la sociedad no hay paz que dure.
- ¿Para eso ve imprescindible también que la izquierda abertzale reconozca el daño causado o incluso pida perdón?
- Cuando hay un cambio de tiempo político hay que hacer una revisión crítica del pasado. No comparto el modelo de la Transición española, con una especie de punto final, que luego ha obligado a hacer una ley de memoria. Hay que reconocer el daño causado. Lo hizo el IRA y creo que Batasuna tendrá que hacer una revisión crítica sobre sus formas con el contrincante político. ETA, también la suya. El resto deberemos mirar qué no hemos hecho bien, pero algunos más que otros, porque yo nunca he tratado así al adversario, al que había que mirar como que no existía o bien hacerlo desaparecer.
Silencio contenido
- ¿Cree en la sinceridad de la izquierda ilegalizada en su apuesta por las vías políticas o la ve forzada por las circunstancias?
- Entiendo que haya grandes dosis de incredulidad, sobre todo de aquellas partes de la sociedad que más han sufrido el impacto de la violencia. Pero también creo que había muchas ganas en la base de Batasuna de hacer este cambio, había un silencio contenido. Han empezado a hacer un camino, que requiere acercarse a las víctimas no sólo en papel. Las esposas de dos ertzainas estuvieron en un acto de recuerdo a Brouard y Muguruza, y eso todavía no se ha hecho en la otra dirección. La credibilidad se pierde muy pronto y cuesta mucho recuperarla.
- Sin embargo, Patxi Zabaleta dijo hace unos días que las coincidencias con Sortu son cada vez mayores. ¿Se están superando los recelos o la relación de Aralar con Batasuna sigue instalada en la desconfianza?
- Yo diría al revés la frase: las coincidencias de Sortu con Aralar son cada vez mayores. El original en este proceso de apuesta por la política es Aralar, no Sortu. Nosotros llevamos un camino recorrido. Después de tres años sin ningún tipo de contacto, el Acuerdo de Gernika ha posibilitado un espacio estable para reunirnos, no exento de tensiones, que no hemos ocultado. Nuestra valoración de la declaración de ETA fue distinta. Lo que hay es eso, un espacio de contacto. Pero a la oferta que les hicimos aún no hemos obtenido respuesta. No es su prioridad.
- De hecho, los acuerdos estratégicos los han firmado con EA y Alternatiba. Por eso sorprende que les tiendan la mano, y más tras lo sucedido con Nafarroa Bai.
- El acuerdo de Gernika es como Lizarra, una hoja de ruta para la paz. Eso no significa concurrir a las elecciones de forma conjunta. Aquí subyace la lucha entre las dos formas de entender ese espacio político. Batasuna ha tenido su peso electoral, pero no ha generado empatía. Aralar ha entendido al otro y por eso en numerosas encuestas aparece como la segunda opción de mucha gente. Batasuna es la quinta para los votantes de Aralar. En Navarra, no nos parecía responsable echar a la papelera un instrumento político con respaldo social y con un objetivo concreto: quitar el Gobierno a UPN. Batasuna nunca ha solicitado la incorporación a Na-Bai. Solicitaban la creación de un nuevo sujeto político en el que se excluía al PNV.
- ¿Hay sitio para tantas siglas en el espectro abertzale?
- En una de las últimas encuestas que se han publicado Aralar mantenía sus cuatro escaños. Sortu entraba con nueve y cuatro partidos desaparecían. La gente que ha votado a Aralar no va a dejar de votar a Aralar.
- ¿Con el PNV es posible la colaboración tras las elecciones?
- No nos cerramos a nada, no lo hemos hecho en ningún sitio. Lo que no vamos a dejar que se traslade es el binomio que gobierna hoy en Euskadi, que nos parece frentista y excluyente. A partir de ahí todas las posibilidades están abiertas. En Guipúzcoa, si se presenta la otra sensibilidad de la izquierda abertzale, incluso puede haber un gobierno de izquierdas y abertzale. No todo tiene que ser o PSE o PNV.
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