Arquitectura milagrosa
Dirigentes políticos encargan proyectos faraónicos para pasar a la historia o buscando el 'efecto Bilbao'
ROSA REGÀS
Domingo, 9 de mayo 2010, 05:00
En los últimos años una fiebre se ha extendido por el mundo y de manera muy especial por la España enriquecida con la burbuja inmobiliaria: alcaldes, promotores o presidentes de comunidad aprovechan cualquier acontecimiento, o se declaran profundamente amantes de la cultura, para encargar proyectos faraónicos, cuanto más espectaculares mejor, a los 'arquitectos estrella' nacionales o internacionales, con la esperanza de pasar por ello a la historia o buscando que el efecto de esta arquitectura poderosa sea el mismo que consiguió para Bilbao en 1997 el edificio del Guggenheim, de Frank Gehry. No porque Bilbao fuera la primera ciudad española donde trabajaban arquitectos estrella, sino porque fue la primera en la que se produjo el 'milagro' de la rehabilitación social y comercial de la zona depauperada donde se había construido el museo y en consecuencia el 'milagro' del auge en la economía de la ciudad y sus habitantes. Así lo afirma Llàtzer Moix en su espléndido libro 'Arquitectura milagrosa'.
A partir de una serie de edificios, analiza «el monocultivo de la arquitectura organicista y desinhibida» de Santiago Calatrava en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia; «el faraonismo» del neoyorquino Peter Eisenmann en la inmensa Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela; «la incontinencia expresiva» de la iraquí Zaha Hadid en el pabellón puente sobre el Ebro de Zaragoza; el Fórum de Barcelona, y la Caixa Fórum de Madrid de Jacques Herzog & Pierre de Meuron; el proyecto de ampliación del Club de Fútbol Barcelona de Foster+Partners, la Torre Agbar, también en la capital catalana, de Jean Nouvel; los cuatro grandes rascacielos y el hotel Puerta de América 'de los colorines', de Madrid; cuatro importantes bodegas de Santiago Calatrava, Zaha Hadid, Frank Gehry y Richard Rogers; las Torres Porta Fira del japonés Toyo Ito en Barcelona y finalmente dos obras en un pueblo de 8.500 habitantes, Palafolls, cuyo alcalde, sin recursos pero con constancia y entusiasmo, obró el milagro de conseguir un pabellón deportivo de Arata Isozaki y una biblioteca publica de Enric Miralles.
Partiendo de la crítica arquitectónica y aportando las reacciones que provocaron en la sociedad y en los medios, o reproduciendo conversaciones con los propios arquitectos que defienden la arquitectura como exhibición y espectáculo frente a la primacía de la función sobre la forma, Llàtzer Moix ofrece su mirada sobre el arte y ayuda al lector a profundizar en el fenómeno de la 'arquitectura milagrosa' -que posiblemente la crisis detendrá o ralentizará- y a opinar y decidir sobre la conveniencia o no de este tipo de construcciones con exorbitantes precios y presupuestos ultrapasados que suponen graves desequilibrios para las arcas públicas, que no siempre alcanzan los objetivos trazados.