El pezón de Janet y otras historias de la Super Bowl
Sí, es un acontecimiento deportivo, pero la audiencia sube en el descanso, cuando aparecen los cantantes: este domingo les ha tocado a Bruno Mars y Red Hot Chili Peppers
CARLOS BENITO
Lunes, 3 de febrero 2014, 09:38
Seamos sinceros: aunque llevamos toda la vida viendo películas en las que tiene mucha presencia el fútbol americano, y también series en las que los niños sueñan con convertirse en famosos quarterbacks, muchos de nosotros seguimos teniendo una idea más bien difusa sobre este deporte. Nos hablan de la Super Bowl y, en vez de recordar emocionantes triunfos in extremis y pases de cuarenta yardas, lo que nos viene a la cabeza es el pezón de Janet Jackson, más o menos cubierto por un sol plateado. Al menos, los datos de audiencia brindan un poco de consuelo a nuestra ignorancia: también en Estados Unidos el público televisivo aumenta durante el descanso, cuando los muchachotes fornidos del deporte ceden el sitio a las figuras de la música, sus canciones, sus bailoteos y, cómo no, sus absurdos escándalos.
Porque ya va siendo tradición convertir en agravio cualquier nadería vinculada con el concierto del descanso, que en la Super Bowl de este domingo ha estado protagonizado por Bruno Mars y Red Hot Chili Peppers. En realidad, durante muchos años, ese entremés artístico fue una cosa mucho menos estelar: al principio, tocaban sobre todo bandas de música universitarias, aunque hay excepciones como la de 1972, cuando cantó Ella Fitzgerald en un homenaje a Louis Armstrong, fallecido el verano anterior. Hasta los 90 no se impuso la costumbre de contratar a los triunfadores del momento: resulta casi inevitable citar la Super Bowl de 1993, cuando Michael Jackson logró por primera vez que los espectadores del descanso superaran a los del partido propiamente dicho. También tuvo una enorme repercusión la de 2002, otra de las consagradas exclusivamente a un artista: U2 interpretaron tres canciones, mientras los nombres de los fallecidos en el 11-S se proyectaban sobre un telón, y al final de Where The Streets Have No Name Bono se abrió la chaqueta para mostrar el forro, que era una gran bandera estadounidense. Al cantante irlandés siempre se le han dado muy bien esas cosas. Ah, también ha habido un español cantando por ahí: en 2000, apareció Enrique Iglesias en alegre batiburrillo con Tina Turner, Phil Collins, Christina Aguilera y Toni Braxton.
Pero, como decíamos, lo que más se recuerda son los escándalos. Ya en el siglo pasado hubo alguna actuación controvertida -en 1991 se criticó mucho, por ejemplo, la brusca continuidad entre un homenaje de Disney a los hijos de los combatientes en Irak y uno de los éxitos de New Kids On The Block-, pero la madre de todas las polémicas llegó en 2004, cuando el eje del espectáculo era Janet Jackson. Ya había cantado su primera canción, ya habían pasado también por el escenario P. Diddy, Nelly y Kid Rock y ya solo quedaba el dúo de la hermana de Michael con Justin Timberlake: justo cuando acababan Rock Your Body, en esa parte que dice algo así como "voy a tenerte desnuda para cuando acabe esta canción", Justin tiró de la cazadora de Janet y quedó al descubierto el pecho derecho de la chica, sin que al realizador de la CBS le diese tiempo de cambiar de plano. Se vio solo un momento y, en fin, no era más que una teta con pezonera, pero en Estados Unidos se montó un lío de mil demonios, que convirtió a Janet en la persona más buscada de la historia de internet. El Nipplegate también tuvo un papel en el nacimiento de YouTube, porque el fundador del canal, Jawed Karim, decidió poner manos a la obra a raíz de lo mucho que le costó encontrar el vídeo en la red. La protagonista, por cierto, siempre ha sostenido que se trató de una exhibición puramente accidental, y ha criticado la "hipocresía" de quienes hicieron tantos aspavientos: "¡Con todo lo que se ve en la tele! Hay cosas más importantes en las que fijarse que en una parte del cuerpo de una mujer, que es algo hermoso: hay guerra, hambrunas, gente sin hogar, sida...".
A partir de entonces, los escándalos -a veces, más bien escandalillos- se han convertido en costumbre. En 2007, se criticó que la silueta de Prince y su guitarra, perfilada sobre una pantalla mientras tocaba un intenso solo en Purple Rain, sugería pensamientos obscenos: el llamativo cuerno inferior de la guitarra-símbolo parecía más bien un juguetón falo de diablillo, una percepción que sin duda agradó al artista, siempre preocupado por los asuntos de la entrepierna. En 2010, hubo protestas por la contratación de los Who, a raíz de aquel asunto de Pete Townshend con la pornografía infantil. Y, en 2012, el año en el que Madonna batió todos los récords de audiencia, a su invitada M.I.A. se le ocurrió sacar un dedo a la cámara. Aquella peineta (que se produjo cuando la letra de la canción decía "I dont give a shit", es decir, "me importa una mierda") todavía colea: la Liga Nacional de Fútbol Americano ha exigido a la artista anglo-cingalesa un millón de euros y una disculpa pública, por su "flagrante falta de respeto a los valores que constituyen los pilares de la liga". M.I.A., que siempre ha sido brava y desenvuelta, les ha recordado a los señores del fútbol americano que, justo después de su gesto, se pudo ver en pantalla a unas cuantas animadoras negras "abiertas de piernas". Y les ha preguntado: "¿Qué es más ofensivo para el público familiar, mi dedo o una menor de edad negra abierta de piernas?".
La verdad es que, como escribió en su momento un periódico estadounidense, aquel año era difícil esperar corrección con invitados como los de Madonna: la revoltosa M.I.A., el dúo LMFAO (Laughing My Fucking Ass Off, traducible por partiéndome el puto culo) y Cee-Lo Green, que al fin y al cabo había triunfado con la canción Fuck You. ¡Eso es entretenimiento familiar!
La presentación de Bruno Mars para la Super Bowl de este año.