¿Una casa o 12.000 pesetas?
Se cumple un siglo de la madre de todas las promociones periodísticas: en diciembre de 1913 ‘El Pueblo Vasco’ sorteó entre sus lectores un caserío nuevo en un pueblo a elegir. Le tocó a don Gumersindo Barbadillo, conserje
CARLOS BENITO
Viernes, 20 de diciembre 2013, 07:55
En los últimos años, las promociones se han vuelto parte esencial de la oferta periodística, pero se equivoca quien piense que estamos ante un fenómeno nuevo: ¡aquella gente de hace un siglo sí que sabía de esto! En 1912 y 1913, El Pueblo Vasco (antecesor de EL CORREO) puso en marcha una iniciativa que mantuvo ilusionados a sus lectores durante muchos meses, algo así como la madre de todas las promociones: el diario publicaba cada día un vale, con treinta vales se conseguía un bono y con ese bono se entraba en el sorteo de... ¡una casa! Para ser exactos, "una preciosa casa de estilo vasco" diseñada por el arquitecto Manuel María Smith, que se construiría en "el pueblo que indique el agraciado", siempre que quedase dentro del País Vasco, Navarra, las provincias limítrofes o la cornisa cantábrica. El ganador también tendría la opción de canjear su premio por 12.000 pesetas.
El sorteo se celebró finalmente el 20 de diciembre de 1913 y el número agraciado fue el 1.417, que obraba en poder de don Gumersindo Barbadillo: así se llamaba entonces a las personas, con el don o la doña por delante, y la verdad es que con nombres como ese la fórmula queda imponente. Eso sí, los redactores de la época también le denominaban de otra manera más coloquial, el de la casa, aunque don Gumersindo prefirió llevarse el premio en metálico. "¿Para qué quiere un hombre como yo un inmueble cuyo sostenimiento no puede soportar? En cambio, los billetes son cosa más práctica", planteó el propio afortunado.
Don Gumersindo, conserje del Círculo Burgalés de Bilbao, acudió a las oficinas de El Pueblo Vasco para llevarse las "12.000 del ala" o, como decía también el reportaje, "doce flamantes billetes de a mil capaces de alegrar las Pascuas al ser más tristón de la tierra". El periódico del día 23 publicó una entrevista con el ganador en la que las preguntas aparecen en blanco y solo figuran las respuestas, uno de esos desconcertantes géneros del pasado que aprovechamos para resucitar con este extracto.
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Verá usted: en mayo hizo dos años que soy conserje del Círculo Burgalés; antes estuve de camarero en el Café Comercio del Arenal.
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Tengo 39 años y toda mi familia la componen mi esposa, un hijo y una sobrinita que tengo recogida desde hace mucho tiempo.
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Yo tenía 21 bonos.
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¡Ca, no señor! Los vales de la suscripción del Burgalés los recogían el secretario y el portero. Los míos eran los de los periódicos que dejaban los socios en el Círculo y los de los números que yo compraba.
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Pienso ingresarlos en el Banco de Vizcaya y yo, ¡a continuar trabajando y a coger propinas! Más adelante veré si me decido a comprar una finquita en Soto de Cerrato (Palencia), que es el pueblo de mi mujer.
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A pesar de que soy un hombre de mucho orden, esta Nochebuena pensamos tener en casa una cuchipandita más ruidosa que en años anteriores.
Y qué mejor remate que el de aquel colega de 1913, cuyo nombre no conocemos: «Al decir esto nos tendió la mano y nos reiteró las gracias palpándose el bolsillo interior de la americana, para cerciorarse de que los billetes no se quedaban en nuestra casa. Repetimos nuestra enhorabuena y hasta otra».