Hay un grupo nuevo que se llama Kiss

Hoy los vemos allá arriba, criaturas metalizadas sobre escenarios inmensos, pero Kiss empezaron en lo más bajo. Por no tener, entonces ni siquiera se habían comprado aún sus prodigiosas botas de plataforma. Montemos en la máquina del tiempo y el espacio y viajemos hasta el Nueva York de hace cuarenta años, enero de 1973, cuando Kiss acaban de nacer. Gene Simmons y Paul Stanley (o, si preferimos utilizar sus nombres civiles, Gene Klein y Stanley Eisen) vienen de fracasar con su proyecto anterior, Wicked Lester, con el que llegaron a grabar un álbum que el sello Epic prefirió no editar. Así que han hecho borrón y cuenta nueva, han fichado a un batería que se anunciaba en los clasificados de la Rolling Stone (Peter Criss, aunque su apellido completo es Criscuola) y a un dotado guitarrista que se presentó a la audición con una zapatilla roja y otra naranja (Paul Ace Frehley) y han intentado llevar su estilo hacia terrenos más hard rock.

Este miércoles se cumplirán cuarenta años del primer concierto de este nuevo cuarteto. Después de unas pocas semanas de ensayos, Gene Simmons consiguió que les contratasen en un local bastante cutre del barrio neoyorquino de Queens: se llamaba The Popcorn Club (sí, el Club de las Palomitas de Maíz), aunque no tardaría en rebautizarse como Coventry, y en él había tocado gente a la vez tan ilustre y tan poco recomendable como los New York Dolls, una clarísima influencia para aquellos primeros Kiss. Allí les ficharon para tres días, del 30 de enero al 1 de febrero, con dos pases por noche, y les pagaron 105 dólares por todo el paquete. Simmons, con esa fama de Tío Gilito del rock and roll, ha comentado alguna vez que ahorró la parte que le correspondía: «Todavía la guardo». También ha explicado que el bolo se contrató con el nombre de Wicked Lester, así que probablemente fue esa la actuación que propició uno de los grandes hitos fundacionales de la banda: había que tachar el antiguo nombre en los carteles y escribir encima el nuevo, ese Kiss breve y rotundo, y el siempre imaginativo Frehley lo rotuló con dos eses de aire rúnico, como rayos. O, si prefieren, como insignias de las SS nazis. Así nació la artesana primera versión del logo de Kiss, que en Alemania, para no herir susceptibilidades, se sustituye por otro con dos zetas invertidas.

Nadie esperaba mucho público en el Popcorn Club, porque al fin y al cabo el día del primer concierto era un martes, pero los resultados fueron todavía peores de lo previsto. Al primer pase, debut sobre los escenarios de las futuras superestrellas del rock más espectacular, asistieron tres personas. Algunas fuentes llegan a identificarlas, de hecho, como la novia de Gene, el hermano de la chica y el camarero del local, mientras que otras elevan un poco la cifra: «Había literalmente cinco personas en el local», evocó el propio Paul Stanley en una entrevista con Guitar World Legends. En el segundo pase se juntaron seis o siete espectadores, la mayoría relacionados también con los músicos. Ese puñado de gente tuvo ocasión de ver a Kiss al alcance de la mano, tocando clásicos del porvenir como Deuce, Black Diamond o Firehouse. Eso sí, los vieron con la cara lavada, porque nuestros cuatro protagonistas todavía no habían diseñado su estrategia de transformarse en personajes de cómic y tenían pinta de New York Dolls baqueteados y vestidos de saldo. O sea, de New York Dolls. Según recoge KissFaq, el único maquillado era Gene, que llevaba una capa de pintura blanca con manchas negras alrededor de los ojos, sin mucha similitud con el icónico diseño que luciría después: «Parecía más bien -describen- una puta que hubiese estado llorando».