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Ebbot Lundberg en comunión con la parroquia en el bis.

Místicos y míticos

Dos conciertos con especial conexión con el respetable ayer en Bilbao: el saxofonista Scott Hamilton en plan 'La La Land' en el Bilbaína Jazz Club, y el vocalista Ebbot Lundberg generando psicodelia astral en el Kafe Antzokia

Óscar Cubillo

Viernes, 27 de enero 2017, 14:21

Sendos bolazos en la noche bilbaína del jueves con buen ambiente, sendos líderes acoplados a grupos de apoyo estupendamente conjuntados, muchas versiones trufando el repertorio (todas las piezas lo fueron en el de jazz) y cantidad de aficionados agolpándose en el puesto de discos al acabar las citas (¡a 30 y 40 eurazos los vendía el sicodélico sueco y les daba salida!).

A las 8.30, en un Bilbaína Jazz Club con todas las sillas ocupadas, actuó un año más el saxofonista neotradicionalista Scott Hamilton (Providence, Rhode Island, 1954). Según las cuentas del amigo Pato, era la quinta vez que nosotros le veíamos desde 2007. Ya figura mítica, Hamilton, escoltado por el engrasado Tony Solá 4t catalán, generó emociones y proyectó amor por el jazz como se respira en 'La La Land', pero sin ninguna traición a los propios valores e ilusiones. En 85 minutos interpretaron 8 versiones con los dos saxos tenores echando humo en los pasajes doblados (en la apertura con 'The Opener' de Zoot Sims, «un buen nombre para la primera canción», ironizó el yanqui, o en el bis con el espectacular ritmanblús 'Blue Caper' de Blue Mitchell), sucediéndose en duelos más bien de caballeros, sin agresividad (la batalla de saxos 'Blues Up And Down' atribuida ora a Sonny Stitt ora a Gene Ammons-, en la que la sangre no llegó al río a pesar de que Hamilton dijo en la presentación que iban a matarse uno a otro), y lanzando solos en lapsos tan inspirados que indefectiblemente el público aplaudía a modo de premio (por ejemplo en el blues a lo Count Basie 'Centerpiece', con el catalán Solá colando guiños a los saxos honkers bocineros- recibidos con una sonrisa por el yanqui Hamilton, que a veces se sentaba en mitad de la escena, sin dejar de disfrutar de las notas que le venían por todos los lados).

Tercer protagonista de la velada fue el pianista Gerard Nieto, que también se lució en numerosos solos sobre la estupenda base rítmica de Ignasi González (contrabajo) y Xabi Hinojosa (escobillas en el swing 'Wabash' de Nat Adderley, solo percusionista en el mentado 'Blues Up And Down'). Fue un concierto sin tacha, feliz y fiel, todo el tiempo a nivel celestial, reminiscente de los tiempos dorados del jazz pero sin nostalgia, en el que también sonaron la balada peliculera (de 'The Sandpiper / Castillos en la arena', con la pareja reincidente Liz Taylor y Richard Burton) 'The Shadow Of Your Smile', con Hamilton como único saxo en cuarteto; un tropical 'Tin Tin Deo' de Dizzy Gillespie; y el blues con swing 'Isfahan' de Ellington-Strayhorn, éste protagonizado por Solá en cuarteto.

Acabó el show y los espectadores se acercaban a Hamilton con un CD recién comprado y un boli para que se lo firmara. A ver si vuelve el próximo año al Bilbaína Jazz Club, en la 27ª edición de su programa, y podemos repetir sensaciones.

Media hora de retraso

Luego, con casi media hora de retraso, a las 10.39 ocuparon el escenario grande del Kafe Antzokia los suecos Ebbot Lundberg & The Indigo Children, o sea el ex cantante de los míticos Union Carbide Productions y The Soundtrack Of Our Lives escoltado por cinco chavales que tocaban con caña y acierto, con más pulsión brit pop que nostalgia hippie. Los seis con las caras pintadas y uniformados con casacas, ante sólo unas 200 personas (menos de las esperadas a tenor de la leyenda del líder barbado y con toda la tez pintada, mucho más que sus escuderitos), arbitraron 16 piezas crecientes en 94 minutos también crecientes. Y es que empezaron un tanto renqueantes, trasladando la duda la gente, con la voz sin calentar de Ebbot, ronca, a veces casi desafinada (¡se le escapó un gallo!), pero la mística alumbró la cita, la comunión con la parroquia fue incrementándose (en especial con la fracción más jovezna y diríamos que femenina), y todos salimos contentos tras un epílogo extático en conexión en cuerpo y alma con el respetable.

Ebbot Lundberg & The Indigo Children hicieron rock psicodélico persiguiendo el mantra astral y consiguiéndolo a la postre. En sus canciones se percibían ecos de Love y de Pink Floyd (versionados estos en 'Arnold Layne', el primer single del grupo inglés, el de coleccionar nubes), algunas introducciones remitían a los Oasis más contenidos y lisérgicos o exploraban el sonido Canterbury ('For The Ages To Come'), a menudo Ebbot cantaba igual que Jim Morrison de los Doors (ciertas atmósferas de bajón o en el bis una catárquica, festiva y nada verbenera versión del 'Light My Fire' de Las Puertas), en ocasiones apretaban en la onda garajera de Rocky Erikson, se atrevieron a versionar con acierto a Los Pekenikes en 'Cerca de las estrellas' (adaptándola al inglés con el título de 'Calling From Heaven'), fueron panteístas como los hippies ('I See Forever'), se acordaron de Union Carbide Productions y consiguieron numerosas dianas con las recuperaciones de The Soundtrack Of Our Lives: por el principio un inesperado 'Nevermore' con vocación de Himno, por la mitad 'You Are The Beginning' con otra intro a lo Oasis, por el final la gradación de 'Second Life Replay' (con sus pasajes de surf spaghetti western) y, ya en el bis solicitado por la gente coreando uuuh-uhhh la melodía de este mismo 'Second Life', el pogo de 'Sister Surround' con Ebbot cantando abajo, más el adiós ceremonial a modo de góspel con 'The Passover', el momento más hippie y espiritual. A la salida, la gente se agolpaba comprándole discos carísimos a Ebbot, que muy sobrio había salido al puesto de merchandising.

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