Arlabán, una tumba francesa
Tres ataques de la guerrilla convirtieron en leyenda este puerto entre Álava y Gipuzkoa
FRANCISCO GÓNGORA
Lunes, 13 de mayo 2013, 09:39
Durante los seis años de ocupación francesa entre 1807 y 1813 , el ejército invasor nunca estuvo cómodo. Ni siquiera fue dueño de todo el territorio. Vitoria se convirtió en un fortín inexpugnable pero cada vez que salía una patrulla, un correo, incluso un convoy, el temor a un ataque de los guerrilleros, brigantes para los galos y patriotas para los alaveses, obligaba a reforzar las operaciones de la Grande Armée con más y más escolta. En mayo de 1813, Longa atacó una columna de 4.000 franceses en Armiñón y consiguió detener su marcha hacia Francia al refugiarse en Miranda. [Ver gráfico del ataque]
El cronista Eulogio Serdán afirma que teatro de nuestras guerrillas eran las cercanías de Vitoria y la provincia. Longa y Fernández de Leceta Dos pelos contaban con numerosos confidentes para controlar el movimiento de los más de 6.000 soldados acuartelados y los que iban y venían hacia Francia. Ambos guerrilleros extendieron parte de su reputación mediante pequeños golpes en los pueblos y en el camino real que el ejército napoleónico mantenía abierto a base de pequeñas fortificaciones.
Fue precisamente Dos pelos quien se enteró de que el 24 de mayo el general Massena saldría de Vitoria en dirección a Francia con más de mil prisioneros ingleses cogidos en los combates de Portugal. Había habido un antecedente exitoso cuando Longa y otro guerrillero, Salcedo, al frente de sus respectivas partidas, sorprendieron a un convoy que llevaba a Francia 2.500 españoles apresados en la batalla de Ocaña (1809). Fue el 10 de agosto y la emboscada se produjo en la posada de Ventabarri, en el inicio del puerto. Desde entonces se había construido un blocao junto a la posada y un fortín para 300 soldados en el alto del puerto, junto a la aduana con el fin de dominar el camino real desde Ullíbarri Gamboa hasta Salinas de Léniz.
Sin embargo, todos sabían que era el lugar perfecto para una emboscada. Aunque los franceses han llegado a escribir que Arlabán era un desfiladero de barrancos espeluznantes y bajo peñascales, lo cierto es que no es más que una leve cuesta de dos kilómetros en medio de un monte forestal, con un frondoso robledal.
Dos pelos, el más importante de los guerrilleros alaveses, le pasó la información a su jefe, Espoz y Mina. La táctica utilizada fue perfecta. Cerca de 3.000 guerrilleros alaveses y navarros (4.500 según otras fuentes) ocultos entre la maleza y los robles de ambos lados del camino real a Francia, en el puerto de Arlabán, esperaron desde las 4 de la madrugada a las 8.00 horas del 25 de mayo de 1811 -¡cuatro horas sin mover una ceja!- a recibir la orden de ataque por parte del gran guerrillero Espoz y Mina. Cuando la parte central del convoy, compuesto por 150 carruajes, 1050 prisioneros y una escolta de 1.600 soldados franceses, se encontraba en medio de la leve ascensión, sonó el disparo de aviso. Una sola descarga cerrada de fusilería y ataque a la bayoneta calada. La sorpresa de los militares napoleónicos, a pesar de su veteranía, fue mayúscula. Siete horas después de un combate feroz, la mayor hazaña de la guerrilla hasta el momento, acabó convertida en una leyenda que, gracias a los prisioneros ingleses, dio la vuelta al mundo. A pesar de toda la vigilancia sobre el terreno de los gabachos los emboscados no cometieron ningún error.
Sobre el camino y bajo los robles quedaron los 150 carruajes y 240 cadáveres de las tropas invasoras. Otros 160 fueron hechos prisioneros y conducidos hacia Zalduondo, el lugar donde los cuatro batallones navarros y uno alavés descansaron. Muchos de los presos -algunos murieron en la refriega junto a mujeres y niños que iban en el convoy- se unieron a los atacantes.
Pero la hazaña la habían hecho antes y era el gran arma de la guerrilla: la agilidad en sus movimientos. En dos días, aquellos hombres habían caminado 84 kilómetros por senderos de montaña. A pesar de que iban ligeros de peso, y no como los franceses que cargaban hasta 30 kilos de impedimenta, andar esa distancia era una barbaridad.
Patriotas
Los "brigantes", como los llamaba el invasor, eran tipos normales: herreros, posaderos, panaderos, pastores, labradores, estudiantes. Se llamaban José de Abecia (Marquina, 1788), Francisco Longa (Mallavia, 1793), Sebastián Fernández de Leceta "Dos Pelos", Martín Eguiluz, Andrés García o Eustaquio Salcedo. Las calles de Vitoria han elevado a alguno de ellos a la categoría de héroes aunque sus acciones son muy desconocidas. En Arlabán fue fundamental el apoyo de los vecinos de Ullíbarri-Gamboa dirigidos por el posadero Silvestre Fernández de Larrea que, al conocer el terreno, hicieron de enlaces. Fueron los únicos con licencia para moverse en la larga espera de cuatro horas.
La guerrilla o el "corso terrestre", como se autodenominaba Mina, dominó gran parte de la provincia durante la Guerra de la Independencia y llegó a bloquear Vitoria, donde había permanentemente una guarnición de 6.000 hombres, además de destacamentos dispersos en distintos fuertes y pueblos para garantizar la comunicación entre Francia y la España ocupada. En 1810, un informe para el general Drouet describía los lugares de más intensa actividad guerrillera en el territorio: Laguardia, Labastida, Peñacerrada, Salvatierra, Aramayona, Villarreal (Legutiano), Alegría, La Puebla de Arganzón, Armiñón, Salinas de Añana, Salinillas de Buradón, Oion y Arciniega». El historiador Enrique Martinez Ruiz describe la irrupción de estos civiles como una novedad en la historia universal. «Es la milagrosa animación de un paisaje que se creía inerte; la aldea, el suburbio, el monte irrumpen en la historia militar».
El paisaje como arma
Es una nueva forma de lucha que se olvida del orden cerrado, los cuadros y las maniobras y lo cambia por la genial improvisación de convertir la geografía en un elemento más del combate. Los ejércitos napoleónicos no incluían la «utilización del paisaje» contra el enemigo en su táctica. Lo que hacían era colocar los efectivos «en el paisaje». Pero en España, ese espacio estaba controlado por la guerrilla, escribe Enrique Martínez.
El 9 de mayo de 1811, José Bonaparte, el rey intruso, había pasado por este mismo puerto de Arlabán, el pequeño paso que separa Álava de Guipúzcoa en la carretera que va a Mondragón, para asistir en París como padrino al bautizo del rey de Roma (el primogénito de Napoleón). 16 días después se produjo en el mismo lugar la emboscada, la mayor derrota que las guerrillas vascas habían infligido a Napoleón. En pleno territorio del Ejército del Norte, con 70.000 soldados y en la ruta de Francia que siempre debía estar abierta, fue un bochornoso desastre para los galos que se jactaban de tener espías y confidentes en todas partes. Aquella maquinaria de conquista casi perfecta que era la Grande Armée había sufrido una humillante derrota por parte de las «partidas de brigantes».
La reacción del mariscal Bessiéres, jefe de aquel ejército, no se hizo esperar. Además de perseguir y ahorcar o fusilar a muchos sublevados impuso contribuciones extraordinarias de 4 millones de reales de vellón a Álava, 5,5 millones a Vizcaya, 3,6 a Guipúzcoa y ¡20 millones! a Navarra. Los invasores utilizaban el terror para neutralizar el apoyo de los pueblos a los guerrilleros. Por ejemplo, se ejecutaba al que tocase las campanas al paso de los franceses, que era la manera de avisar a los insurgentes de la presencia de tropas.
Otra emboscada
La llamada por algunos segunda sorpresa de Arlaban tercera si se tiene en cuenta la primera escaramuza- se produjo el 9 de abril de 1812. De nuevo es Dos pelos el que recibe una confidencia de su compañero Fermín Salcedo. Un importante convoy ha salido de Burgos en dirección a Francia. Lo custodiaban 2.500 soldados y 400 prisioneros. Entre los viajeros marcha el secretario del rey José I, general Deslandes. Dos pelos da aviso de nuevo a Mina que rápidamente desde Los Arcos se dirigió hacia Arlabán. En un solo día los guerrilleros caminaron 17 leguas,más de 80 kilómetros, una verdadera proeza, mayor que el de la primera emboscada. El gran guerrillero, perseguido obsesivamente por los franceses, deja pistas falsas y hace creer que ha tomado un camino en dirección a los Pirineos.
Si en la más importante de las sorpresas atacó en la parte alavesa del puerto, en esta ocasión decide hacerlo en la cumbre y en la bajada norte hacia Escoriaza. Solamente dio dos cartuchos a cada guerrillero, porque la táctica era una carga a la bayoneta tras la primera descarga. Los franceses habían reforzado las defensas del puerto blocaos y fortines- y marchaban tan confiados que llevaban los fusiles descargados. Los estudiosos aseguran que las armas entonces eran tan inseguras que había numerosos incidentes con los disparos involuntarios.
A la cabeza de este nuevo convoy iban en esta ocasión 300 granaderos de la Guardia Imperial y un batallón de jinetes polacos. Después marchaba el grupo de prisioneros seguido de los carruajes. Cerraba la escolta otro pelotón de polacos y la escolta.
El ataque guerrillero comenzó a las 8 de la mañana. Según relata Espoz y Mina, su demasiada extensión no permitió abarcar a la vez toda la columna de escolta, pero a la general descarga de mis batallones y antes de corresponder al tiro, se vieron los enemigos con las bayonetas de mis valientes al pecho. La vanguardia enemiga quedó tendida y no hubiera quedado con vida ningún francés ni polaco de no haber tomado el partido de huir.
Tras la confusión inicial, otros cronistas indican que los franceses abandonaron a los prisioneros y al convoy y corrieron hacia el fortín situado cerca de la cumbre del puerto, donde pudieron hacerse fuertes.
Las bajas de la guerrilla no pasaron de 30 muertos, mientras que las tropas imperiales dejaron más de 600 fallecidos y heridos y 170 prisioneros. El éxito fue rotundo. El secretario del rey José murió de un sablazo, se cogieron todo el convoy, dos banderas, ocho tambores, la caja del regimiento polaco, varias cartas del rey a Napoleón, cantidad de joyas. Las que se llevaba encima Deslandes estaban valoradas en 800.000 francos. Fueron encomendadas a Dos pelos y desaparecieron misteriosamente.
En una de las misivas capturadas, el rey José pedía a su hermano que lo sacase de España.
El ataque dejó otra curiosidad. La presencia de la caballería polaca en Álava. La presencia de tropas de este país en el ejército de Napoleón forma parte de la memoria histórica de los polacos. Su carga en Somosierra es un hecho heróico. Hasta el punto que cuando en 1936 durante la Guerra Civil muchos polacos se alistaron en las Brigadas Internacionales denominaron a su batallón Palafox. El nombre resulta exótico si se tiene en cuenta que la unidad estuvo formada mayoritariamente por combatientes comunistas polacos. Pero todo tiene su explicación: alguienrecordó al bautizar el batallón que la caballería polaca formó parte del ejercito napoleónico que invadió España en 1808. El recuerdo al general Palafox es una especie de expiación de la participación en aquella agresión imperialista contra España. Muy apropiada, además, cuando la República española llamó al corazón de sus ciudadanos con la evocación de la Guerra de la Independencia. 1808-1936. De nuevo por nuestra independencia.
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