Muere el último rey afgano

Disfrutar o padecer una biografía tan accidentada como la de Mohamed Zahir Shah sólo es posible si uno es monarca de un país desgraciado. Reinó en Afganistán durante cuarenta años, en los que se reconocieron una serie de libertades que entonces eran desconocidas en países como España; fue derrocado por un primo comunista; padeció el exilio en Italia; trataron de asesinarle a cuchilladas... Tras muchas peripecias, regresó a su país tras la caída de los talibanes, pero no le permitieron recuperar su trono. Los últimos años los pasó en lo que había sido su reino, colaborando en la penosa tarea de estabilizar el país. Mientras, en su interior crecía una grave enfermedad que ayer acabó con su vida, a los 92 años.

La historia de Zahir Shah, de etnia pashtún, igual que los talibanes, y lengua darí, comenzó en el mismo sitio donde llegó a su fin: nació el 15 de octubre de 1914 en la capital afgana, y cursó estudios en Kabul y Francia, país en el que pasó gran parte de su juventud. Con tan sólo 19 años, en 1933, accedió al trono después de que su padre, Nadir Shah, que sólo reinó tres años, fuera asesinado por un estudiante de etnia hazarí.

En la primera etapa de su reinado, el joven monarca gobernó con la ayuda de sus tíos, Mohamed Hashim y Shah Mahmud. Pero con el paso de los años, Zahir Shah comenzó a tomar las riendas del país, y sus elogiadas reformas tuvieron su punto culminante en la Constitución de 1964. En ella se prohibía a los miembros de la familia real ocupar ciertos puestos en el Gobierno, se establecía un Parlamento, la formación de partidos políticos, elecciones libres y una prensa libre, lo que se contempló como símbolo de su mentalidad abierta y su deseo de un sistema democrático. Ese mismo talante le sirvió para estrechar lazos con los países occidentales, lo que en buena medida allanó el terreno para la fundación de la primera universidad afgana moderna.

Llega la República

Pero un mundo polarizado y en plena guerra fría no era el escenario idóneo para un país que, aunque emergente, tenía un escaso peso en la política internacional y que se había mantenido neutral en la Segunda Guerra Mundial. El 17 de julio de 1973, su primo y cuñado, el ex primer ministro Mohamed Daud, dio un golpe de Estado con el apoyo de los sectores comunistas, aprovechando que el rey estaba en Italia recibiendo atención médica. Daud proclamó la República y el ya ex monarca Zahir tuvo que exiliarse en Roma, donde abdicó un mes más tarde.

Afganistán entró entonces en uno de los períodos más turbulentos de su historia. En la década de los ochenta se produjo la invasión soviética. Luego, cuando la URSS estaba decidida a retirarse del país, en 1988, se especuló con la vuelta del rey al poder, que contaba con el apoyo de la ONU, Moscú y gran parte de la población afgana. Sin embargo, la falta de acuerdo propició que el líder ex comunista Mohamed Nayibulá permaneciera en el poder hasta 1992. Pero, ante la posibilidad del regreso monárquico, el 4 de noviembre de 1991, Zahir Shah fue víctima de un atentado que casi acabó con su vida, cuando un supuesto periodista angoleño le acuchilló en Roma.

En 1992 llegaron los talibanes, y los grupos que en años sucesivos lucharon contra ellos intentaron agruparse en torno a su figura en 2000, aunque fue tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 cuando Washington puso sus ojos en Zahir como alternativa al régimen integrista. Tras la invasión estadounidense, el ex monarca volvió a Kabul, donde inauguró la 'Loya Jirga', que en junio de 2002 eligió a Karzai como presidente del país.

Fue Karzai quién informó ayer de su muerte y quien le recordó como «símbolo de la unidad nacional, de la democracia y modelo para todo el país».