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Ilustración: Higinia Garay
¿Podemos hacer algo para recordar más nuestros sueños?

¿Podemos hacer algo para recordar más nuestros sueños?

Nuestro cerebro retiene muy poco de sus 'experiencias' nocturnas: «Menos del 1%, aunque lo que olvidamos también deja sus trazas»

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Jueves, 14 de enero 2021, 00:16

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Todos conocemos esa molesta sensación de despertarnos con la impresión de haber soñado grandes cosas, pero sin ser capaces de recordar ninguna de esas correrías oníricas que parecían tan apasionantes. Hemos cruzado la barrera, ahora nos encontramos en el mundo sólido y prosaico de la vigilia, y los sueños se han quedado al otro lado y no podemos recuperarlos ya. Claro que existe otra versión de esto, todavía más fastidiosa: es cuando nos despertamos con el sueño todavía en la cabeza, más o menos nítido, y creemos que ya lo tenemos afianzado en la memoria, pero minutos después nos damos cuenta de que se ha volatilizado, como si nuestro cerebro hubiese apretado el botón de 'vaciar la papelera' y hubiese eliminado de manera definitiva hasta el último jirón de recuerdo.

Posiblemente, acordarnos de todas esas experiencias nocturnas no nos habría servido más que para dar la lata a algún ser querido, porque todos sabemos que relatar los sueños propios es una actividad mucho más atractiva y estimulante que escuchar los sueños ajenos. Pero siempre da rabia olvidar: de alguna manera, sentimos que se nos ha escapado una parte de nosotros mismos que, quién sabe, quizá contenía alguna clave importante. Durante buena parte de la historia, se concedía a algunos sueños una dimensión profética, como si al dormir el futuro se pusiese a nuestro alcance, y hay corrientes de la Psicología que los consideran una valiosa vía de autoconocimiento, libre de las riendas de nuestra educación y nuestras inhibiciones. Pero, aunque no creamos en nada de eso, no dejan de ser una parte de nuestra vida que, puf, se borra.

¿Por qué recordamos unos sueños y otros no? Puede sonar a perogrullada, pero existe una condición esencial para no olvidar lo que experimentamos mientras estamos dormidos: despertarnos. «No recordar es una condición biológica. Durante el sueño REM, donde ocurren la mayoría de los sueños y, además, los más intensos, los sistemas neuronales encargados de consolidar la memoria de lo que se está viviendo en ese momento están apagados. Sin embargo, aunque parezca paradójico, tanto el sueño REM como el no-REM son importantes para integrar en la memoria lo vivido durante la vigilia anterior. Recordamos un sueño si es intenso y está seguido de un despertar. El despertar es un proceso transicional, en el que el cerebro mantiene por un tiempo parte del funcionamiento del estado anterior. Es decir, sigue esa debilidad de consolidar nuevas memorias, en este caso de lo soñado minutos antes», expone el profesor uruguayo Pablo Torterolo, del Laboratorio de Neurobiología del Sueño de la Universidad de la República.

«Que nos acordemos depende fundamentalmente del momento en el que nos despertamos –apunta Diego Redolar, de la Universitat Oberta de Catalunya y Cognitive Neuro-Lab–, pero hay otro factor: si el propio sueño te ha despertado o si ha tenido un impacto de tipo emocional, las probabilidades de recordarlo aumentan. Nuestro sistema de memoria episódica es limitado, desecha muchas cosas y solo almacena lo importante. Pero, si el sueño te ha impactado, la amígdala, que se ocupa del procesamiento emocional, interactúa con el hipocampo, del que depende la memoria episódica, y le señala ese sueño como algo que debe conservar. Es un fenómeno similar al de acordarnos de lo que estábamos haciendo cuando ocurrieron los atentados contra las Torres Gemelas».

Solemos retener entre uno y tres sueños por semana, que corresponden al rato inmediatamente anterior a despertarnos, cuando en realidad soñamos un promedio de dos horas por noche, y eso considerando solo el periodo REM. De hecho, buena parte de las investigaciones de los sueños consiste en ir despertando a los participantes en los momentos más indicados, de manera que se pueda 'recolectar' un mayor número de relatos. Los científicos, por cierto, llegaron hace mucho a la conclusión de que nuestros sueños son mucho menos fantasiosos de lo que creemos: en su mayoría, se sitúan más cerca del realismo que de la imaginación desbordada. Ya en los 60, un especialista estadounidense publicó que, si no se nos revelase su origen onírico, la inmensa mayoría de los relatos de sueños «serían considerados descripciones creíbles de experiencias comunes». Otro investigador afirmó que soñamos a menudo con las cuatro efes («fight, flight, feeding, fornication», es decir: pelea, vuelo, comida y fornicación), que pueden resultarnos más o menos cotidianas en nuestra vida, pero solo en el caso del vuelo 'a pelo' alteran el orden habitual de este mundo.

Un cuaderno en la mesilla

¿Podemos mejorar nuestras reminiscencias de lo que soñamos? Algunos expertos sostienen que si, antes de dormirnos, nos proponemos de manera expresa recordar, eso puede influir positivamente. Y, por supuesto, está el sistema clásico de dejar cuaderno y boli en la mesilla: al despertarnos, sin movernos ni abrir siquiera los ojos, debemos reproducir mentalmente lo que estábamos soñando para después ponerlo por escrito. «Llevar un diario de sueños tiende a aumentar, aunque relativamente poco, la capacidad de recordarlos», asiente Torterolo. En cualquier caso, también podemos profundizar un poco más: ¿ya tiene algún interés recordar nuestros sueños, más allá de la curiosidad? Redolar menciona un estudio reciente del equipo del neurocientífico italiano Giulio Tononi, uno de los más destacados en este campo: «Han dado con las primeras pruebas de la importancia de acordarse de los sueños de contenido emocional: cuando, en la vida real, te encuentras en una situación parecida, las regiones cerebrales que han de responder a ella se activan con menor intensidad y eso reduce la ansiedad. Recordar esos sueños nos protege, minimiza el impacto de esas situaciones en la vida diaria».

Nuestro cerebro dedica la noche a repararse y organizar sus archivos. A lo largo de la historia, ha habido muchos casos de personas que dicen haber encontrado en sueños la solución a algún problema o algún reto que les agobiaba. ¿Nos estamos perdiendo un tesoro de experiencia y autoconocimiento? «Si el recordar los sueños fuera fundamental para nuestra supervivencia como especie, estaríamos hablando de una enorme falta de eficiencia biológica, ya que recordamos menos del 1% –concluye Pablo Torterolo–. Puede tener cierta ventaja creativa, siempre sabiendo que son solo sueños, pero no es fundamental para la vida. Y otra cosa: el dormir trae soluciones, recordemos el sueño o no. Dada la enorme plasticidad del cerebro, ese sueño deja sus trazas aunque por la mañana seamos incapaces de contarlo».

Ideas traídas del otro lado: de 'Yesterday' a la máquina de coser

'Yesterday'

Paul McCartney siempre ha contado que soñó la melodía de la canción, uno de los mayores clásicos de los Beatles. Por fortuna, tenía un piano al lado de la cama. «Pensé en qué tonalidad la había soñado... y la toqué». Eso sí, la letra no aparecía en el sueño, por lo que durante meses los versos que usaba como recurso decían «huevos revueltos. / Oh, nena, cómo me gustan tus piernas, / pero no tanto como los huevos revueltos». A McCartney le agobió, además, que eso que había soñado fuese en realidad un plagio de alguna canción ajena que se le había grabado en la memoria.

Tabla periódica

Al químico ruso Dmitri Mendeléyev le obsesionaba encontrar una manera de clasificar los 56 elementos conocidos en su época. «En un sueño, vi una tabla en la que todos ocupaban su lugar, según lo requerido. Al despertar, la escribí de inmediato en un trozo de papel», recogió en su diario.

Máquina de coser

Al inventor Elias Howe le faltaban algunos detalles para que su pionera máquina de coser funcionase debidamente. Una noche, soñó que había sido apresado por una tribu y que el rey le concedía veinticuatro horas para completar el diseño. Cuando los guerreros le conducían hacia la ejecución, se dio cuenta de que las puntas de sus lanzas le aportaban la solución que estaba buscando. Se despertó y, aunque eran las cuatro de la madrugada, corrió hacia su taller: para las nueve, ya tenía sus nuevas agujas.

'Frankenstein'

Es bien conocido que la novela 'Frankenstein' surgió de un reto, en el que los invitados a la residencia suiza de Lord Byron se propusieron escribir cada uno un relato de terror: de ahí salió también la primera historia moderna de vampiros. Pues bien, la idea del científico y su monstruo se le ocurrió a Mary Shelley en un sueño, o más bien en una pesadilla, días después de que se plantease aquel desafío. «Lo que me ha aterrorizado a mí aterrorizará también a otros», escribió la autora en la introducción.

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