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Ilustración: Sr. García
España sigue siendo berlanguiana

España sigue siendo berlanguiana

Nueva palabra en la RAE ·

Por fin se ha incorporado al diccionario un adjetivo que sirve para describir buena parte de nuestra realidad: «Vivimos empapados en lo berlanguiano»

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Viernes, 18 de diciembre 2020

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Luis García Berlanga murió en 2010, pero nos dejó envueltos en lo berlanguiano y ahí seguimos. A menudo, vemos las noticias y nos parece que estamos viviendo en una de sus películas: puede ser la inauguración de un hospital en Madrid («¿hay quirófanos?») o la devolución del pazo de Meirás («ayer nos despedimos de los criados que teníamos allí»), pero el caso es que a menudo da la impresión de que el director valenciano y su cómplice logroñés Rafael Azcona (fallecido en 2008) han asumido desde el más allá la tarea de guionizar nuestra actualidad. La palabra 'berlanguiano' se viene a la cabeza a menudo, cada vez que se impone la tendencia nacional a la chapuza, el esperpento y el barullo, y ya iba siendo hora de que la Real Academia Española tomase nota y la incluyese en el diccionario. Eso sí, la definición se retuerce sobre sí misma para ahorrarse complicaciones: «Que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga». Toma, claro.

Ha sido un largo camino desde que, todavía en vida del director, otro hombre de cine aprovechó su sillón en la RAE para lanzar la propuesta: «¡Qué bonito y cuán justo resultaría que, calculando a ojo de buen cubero, volviéramos la página 210 de la futura y vigésimo tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española y leyésemos: 'Berlanguiano, na'», manifestó José Luis Borau en 2009. Su empeño contaba con el apoyo de pesos pesados como el actor Fernando Fernán Gómez, que además hizo hincapié en una diferencia fundamental entre Berlanga y otros epónimos, es decir, nombres propios que han pasado a designar una realidad o un concepto: «Es el único de nuestros cinematografistas que ha dado con su nombre origen a un calificativo. No en el ámbito de las artes, como se puede decir de una narración que es galdosiana, valleinclanesca o proustiana, o de un nuevo director que es felliniano, sino en el ámbito de la vida común».

Un fragmento memorable de 'Bienvenido, Mister Marshall'.

Lo berlanguiano es más fácil de percibir que de acotar con palabras. Obliga a emprender cierto malabarismo conceptual con adjetivos como 'esperpéntico', 'grotesco', 'caótico', 'picaresco' o 'fallero', pero al final siempre nos queda la sensación de que nos hemos quedado un poco cortos. Podríamos decir que es algo así como el punto donde se solapan lo costumbrista y lo surrealista, el momento en el que la realidad se abre la camisa y muestra su corazón absurdo, y ahí caben demenciales proyectos institucionales, desesperantes diálogos de sordos y otras manifestaciones cotidianas de nuestro folclore político. Preguntemos por ahí:¿qué es lo berlanguiano? «Aquello que, pareciendo imposible, es absolutamente real. Es cuando la vida da dos giros de 360 grados y el resultado es caótico, divertido, extraño, políticamente incorrecto, principalmente en ambientes sociales y culturales latinos. Lo berlanguiano es extensible a la condición humana, es una metáfora fantástica pero sorprendentemente identificable en nuestro día a día. Vivimos empapados en lo berlanguiano», desarrolla el periodista Natxo Lara, profesor de la Universidad Miguel Hernández de Elche y autor de una tesis doctoral sobre el director valenciano. Un ejemplo sacado de uno de sus estudios: el propio ayudante de dirección de Berlanga, Ricardo Muñoz Suay, relató la desconcertante situación en la que se vio cuando falleció su padre y, de camino al entierro, los conductores de dos coches fúnebres se picaron y empezaron una carrera.

«Las noticias traen constantemente el adjetivo a la cabeza: el otro día leí que en Arabia construyen una ciudad a imagen de Murcia»

carlos mayoral

«Berlanga y Azcona retrataron, de manera sarcástica pero a la vez conmovedora, la idiosincrasia de la realidad española –apunta Begoña Siles Ojeda, profesora titular y directora de la Cátedra Luis García Berlanga de la universidad valenciana CEU Cardenal Herrera–. Podríamos decir que el adjetivo berlanguiano define situaciones cotidianas marcadas por el bullicio, la fiesta, el caos chapucero y absurdo en el sentido de arbitrario, irracional, disparatado, con ciertos tonos grotescos, pícaros, de humor negro, ironía y sátira, pero en situaciones sentidas como entrañables y vitalistas».

Los golpistas del chat

Películas como 'Bienvenido, Mister Marshall', 'Plácido', 'El verdugo' o la trilogía 'nacional' de la familia Leguineche retrataban el franquismo y la Transición con un tono que se suponía exagerado, muy cargado de tintas, pero que tal vez no lo fuese tanto. Se supone que España ha cambiado mucho desde entonces, pero los rasgos berlanguianos de nuestra sociedad se resisten a desaparecer. «No solo creo que no se están suavizando, sino que me parece que están ahí desde el licenciado Cabra, o desde las coplas de Mingo Revulgo. Nadie sabe cuándo la realidad se deforma así en esta, nuestra sociedad. Para mí que es algo perenne y Berlanga lo sublimó en un arte nuevo como el cine. Las noticias traen constantemente el adjetivo a la cabeza, sobre todo en política, donde el sainete es tremebundo. Y el otro día leí que en Arabia estaban construyendo una ciudad a imagen y semejanza de Murcia, ¡es para no dar crédito!», se sorprende el escritor Carlos Mayoral.

«Las situaciones berlanguianas se suceden cada día en cada pueblo y ciudad, en cada parlamento local, provincial, autonómico o estatal. En la reunión de la comunidad de vecinos, en el bar de abajo, en una noche de Fallas o en un funeral. Cualquier situación enrevesada, cómico-trágica y de gran resonancia es sinónimo de berlanguiano, y eso es España», sentencia Lara, a quien se le agolpan los ejemplos: «El comisario Villarejo grabando a diestro y siniestro a Bárcenas o Corinna entusiasmaría a Berlanga, que lo situaría en la trama de 'La escopeta nacional'. El cardenal Cañizares y sus odas contra la homosexualidad, o un rey emérito reunido con sus asesores intentando entender por qué un monarca no puede hacer lo que quiera. Todo es Berlanga puro: los militares 'golpistas' del chat son los mismos que cacareaban en la playa de Benicàssim en 'Novio a la vista' sobre quién ideó mejor la estrategia de la Primera Guerra Mundial».

«Lo malo es que los comportamientos de los políticos están despojados de esos rasgos entrañables o conmovedores en los que Berlanga sabía envolver a sus personajes«

Begoña siles ojeda

Incluso la pandemia ha degenerado a veces en situaciones de humor negro propias de nuestro hombre, en cuyas tramas tenían tanto peso la decepción y la muerte: ahí están el acopio desenfrenado de papel higiénico o aquel manifestante que protestaba a bordo de un Mercedes con chófer. «O la compra de 2,1 millones de mascarillas por el Gobierno, que luego hubo que retirar porque eran defectuosas. Si no fuese por la situación tan dolorosa y tan tremendamente trágica que estábamos viviendo, aquello fue berlanguiano por chapucero, por irracional, por generar una absurda perplejidad. Parecía lo que Berlanga decía de sus historias, que eran 'crónicas de un fracaso'. En general, el proceso de gestión de la pandemia ha dado esa sensación de cierto desorden», lamenta Siles Ojeda. También ella contempla a los políticos como personajes de Berlanga, pero mucho menos divertidos y, sobre todo, carentes de ternura que los redima: «Sus comportamientos y sus apelaciones, más allá del partido político al que representen, resultan ridículas, groseras, bulliciosas... Lo malo es que están despojadas de cualquier rasgo entrañable o conmovedor, eso en lo que Berlanga conseguía envolver a sus personajes».

Epónimos

Entre lo kafkiano y la charlotada

No hay tantos creadores que hayan dejado una huella tan profunda en la cultura como para incorporar su nombre al diccionario, transformado en un vocablo útil para describir algún aspecto de la realidad. He aquí unas cuantas palabras que tienen ese origen. En el caso de los escritores, las emplea mucha más gente de la que lee a sus inspiradores.

Dantesco

«Dicho especialmente de una escena, una imagen o una situación: que causa espanto», así lo define la RAE. Se ha convertido en el recurso más trillado cada vez que una tragedia pone en apuros nuestra capacidad de descripción, pero su origen es de lo más exquisito. Viene, cómo no, del poeta italiano Dante Alighieri y, concretamente, de su 'Divina comedia', escrita en el siglo XIV. En su recorrido por los nueve círculos del infierno, el poeta contempla el bosque de los suicidas, el desierto donde llueve fuego, las lágrimas heladas que cortan los ojos o las insaciables fauces de Lucifer. Horrores sin nombre, o más bien con un nombre muy fácil: dantescos.

Kafkiano

«Dicho de una situación: absurda, angustiosa». Los protagonistas de los relatos de Franz Kafka veían cómo sus vidas se atascaban en situaciones que los superaban, alienantes y ajenas a toda lógica: el viajante que despertaba transformado en un monstruoso insecto, el agrimensor que intentaba en vano acceder al castillo donde le habían contratado, el gerente detenido por razones desconocidas y juzgado por un misterioso tribunal... El apellido del escritor bohemio se ha transformado en un adjetivo muy común, aplicado con frecuencia a la exasperante maquinaria burocrática.

Maquiavélico

Ha llegado a significar «astuto y engañoso», aunque en principio su sentido se ceñía estrictamente al maquiavelismo, es decir, la doctrina política del pensador italiano Nicolás Maquiavelo, «fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral», según la definición de la RAE. De la razón de Estado por encima de la ética se ha pasado al imperio del provecho personal.

Sádico

El sadismo es la «perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona» y también, más en general, la «crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta». El psicólogo alemán Richard von Krafft-Ebing lo bautizó así en recuerdo al marqués de Sade, el escritor francés del siglo XVIII que se deleitaba con placeres morbosos. Por supuesto, su complementario el masoquismo también viene de un autor literario: el austriaco Leopold von Sacher-Masoch, a quien no le hizo mucha gracia que Von Krafft-Ebing emplease su apellido para estos menesteres.

Charlotada

Es una «actuación pública, colectiva, grotesca o ridícula». Evidentemente, viene del mundo del cine, de Charlot, pero con una peculiaridad: su sentido original en castellano es el de «festejo taurino bufo» y se debe a Carmelo Tusquellas, un torero cómico que imitaba al personaje de Charles Chaplin. Se presentó como Charlot en 1917 y siguió en activo hasta 1964.

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