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El asesinato de Galíndez en un medio dominicano. Museo Memorial Resistencia Dominicana

La desaparición de Galíndez: caso abierto en la era Trump (I)

La investigación de la muerte en 1956 del delegado del Gobierno vasco en Nueva York sufre las mismas trabas que la de la trama rusa que afecta al presidente de los Estados Unidos

david mota zurdo

Jueves, 1 de noviembre 2018

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Jesús Galíndez Suárez, político nacionalista vasco nacido en Madrid en 1915 y desaparecido en Nueva York en 1956, es una figura controvertida. Comunista, espía y homosexual han sido las etiquetas más utilizadas para definirle. Existen un gran número de obras que se han ceñido a su papel de informador para Estados Unidos y ello ha eclipsado su labor de dirección política en la delegación vasca de Nueva York.

En la actualidad, el caso Galíndez continúa abierto porque nunca se encontró su cuerpo, pero, sobre todo, por las mismas trabas que sufre el actual caso Trump-Rusia, en el que el Departamento de Estado está presionando al Tribunal Supremo para impedir que la Fiscalía Especial norteamericana divulgue públicamente los detalles de su indagación.

Según aducen los especialistas, al igual que la investigación del asunto Trump-Rusia, el caso Galíndez ha sido entorpecido por el Departamento de Estado que, al parecer, quiere evitar que se conozcan los detalles de su desaparición. Stuart McKeever, máximo especialista en el caso y uno de los peticionarios de que se divulgue el testimonio secreto del gran jurado de Washington DC que investigó el paradero del delegado vasco, ha sido claro en todas sus apelaciones señalando que en su desaparición participaron miembros de la CIA y que, dadas las posteriores consecuencias, deberían desclasificarse los informes sobre su caso. Así que, por el momento y hasta que dicha apelación no sea resuelta, solo se pueden repasar las principales hipótesis que hay en torno a su probable secuestro y asesinato.

El 12 de marzo de 1956 Jesús Galíndez desapareció misteriosamente en Nueva York. La versión más conocida y aceptada por la mayoría de los investigadores es la siguiente: después de dictar una clase sobre Derecho Internacional en la Columbia University, una alumna suya, Evelyn Lang, le acompañó a la boca de metro de la calle 57 con la 8ª Avenida para tomar un tren que le llevara a su apartamento, en el nº 30 de la 5ª Avenida (en el que se encontraba asimismo la delegación del Gobierno vasco). Al parecer, según las pruebas que encontró la Policía de Nueva York, camino a casa, compró el periódico de ese día, evidencia de que llegó a su apartamento (pues allí se encontró después el diario) y de que algo tuvo que suceder allí para que le hicieran salir y secuestrarlo. 

Foto de archivo del político nacionalista Jesús Galíndez en el exilio. E.C.

Según la fuente consultada, fue sedado, trasladado al aeropuerto de Linden (Nueva Jersey) y enviado a República Dominicana en una avioneta que pilotaba el estadounidense Gerald Lester Murphy. Tras hacer escala en el aeródromo de Zahn (Amityville-Long Island), en donde sus secuestradores simularon que estaban trasladando a un enfermo de cáncer terminal cuyo último deseo era visitar a su madre, aterrizaron en Montecristi (República Dominicana), donde les esperaba el capitán Octavio de la Maza. Este subió a Galíndez en una ambulancia para trasladarlo a la localidad dominicana de Dajabón y, desde allí, enviarle a Santo Domingo en otra avioneta y presentarlo ante el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. En el país caribeño, fue interrogado y torturado hasta la muerte. Su cuerpo fue lanzado al mar.

Las hipótesis

Desde el primer momento, las investigaciones policiales responsabilizaron a Trujillo de su secuestro y desaparición (no se puede hablar de asesinato, porque no se encontró el cuerpo). Y lo cierto es que existen razones de peso que avalan esta hipótesis, como son los artículos que Galíndez escribió desde Nueva York contra el dictador caribeño o su tesis doctoral 'La Era Trujillo', en la que dio a conocer todos los entresijos de la estructura dictatorial dominicana. Estos textos dañaron sobremanera la imagen del autócrata y de su familia, así como la de su régimen, porque el delegado vasco conocía el sistema trujillista a la perfección: entre 1941 y 1945 fue asesor del Departamento de Trabajo y Economía y de la Secretaría de Relaciones Exteriores de República Dominicana.

Este conocimiento tan profundo de la dictadura fue uno de los principales factores que le empujaron a abandonar Santo Domingo en 1946: se había posicionado contra el régimen y lo había denunciado en público, subrayando la enorme desigualdad social y el férreo control que ejercía sobre la ciudadanía. Un escenario político y social agobiante y tenso del que decidió huir, para, acto seguido, plasmarlo en 'El Carnicero del Caribe', una novela no publicada en la que el dictador antillano y sus hijos Ramfis y Flor de Oro fueron mordazmente definidos. La gota que colmó el vaso fueron sus relaciones con los miembros del Partido Revolucionario Dominicano antitrujillista (Nicolás Silfa, Andrés Requena y Germán Ornes Coiscou), que le colocaron en el punto de mira de Trujillo.

Entre las demás hipótesis que se barajan sobresale aquella que responsabiliza al FBI de su desaparición. Como es sabido, Galíndez fue un importante colaborador de los servicios de inteligencia estadounidenses. Durante su etapa en República Dominicana, en plena II Guerra Mundial, colaboró con la Office of Strategic Services (OSS –agencia precursora de la CIA–) y la Office of Naval Intelligence (ONI –inteligencia naval–) a través del Servicio Vasco de Información (Los Servicios), avistando y siguiendo de cerca los movimientos de buques españoles pro-Eje y de submarinos nazis que se dirigían a Argentina, Chile, Brasil, Venezuela y Estados Unidos. También fue informador del FBI: tras la guerra, investigó las actividades del exilio comunista español, portorriqueño y dominicano.

Tal colaboración estuvo condicionada por la situación de enfrentamiento entre las agencias de inteligencia estadounidenses que, ansiosas de monopolizar las operaciones de espionaje en el extranjero, dificultaron las actividades de Galíndez. Por tanto, a tenor de estos precedentes y dada la conexión evidente entre la OSS y la CIA, algunos investigadores han sugerido que quizá detrás de la desaparición de Galíndez pudo haber estado J. Edgar Hoover, quien se habría enterado de que el nacionalista vasco era un agente doble de dos agencias norteamericanas. 

Franco y Trujillo se abrazan durante una visita a España del dictador dominicano. E.C.

Ahora bien, esta hipótesis carece de consistencia, porque no hay pruebas documentales que avalen este hecho y porque el director del FBI ejerció un obsesivo control sobre sus agentes. Además, Galíndez (alias agente Rojas, NY507-S) fue altamente valorado como analista político por la agencia de Hoover, por lo que resulta poco probable que actuara como agente doble de la CIA y del FBI, como se ha señalado en alguna obra reciente. Por la posición de delegado del Gobierno vasco que ocupó en Nueva York entre 1946 y 1956, encargándose de las relaciones con la Casa Blanca, lo lógico es que Galíndez continuara sus relaciones con el FBI. Así lo han señalado algunos autores, basándose en los informes que Galíndez envió a la policía federal sobre las organizaciones políticas comunistas y nacionalistas portorriqueñas con las que se relacionaba, a las que espiaba y de las que obtenía información de interés que después entregaba a la agencia estadounidense. 

En cuanto a la CIA, resulta difícil valorar hasta qué punto el delegado vasco pudo o no colaborar con esta agencia, porque no hay pruebas documentales que indiquen ni una ni otra cosa. Sin embargo, sí que se puede señalar que hubo relación entre agentes vascos y la CIA tanto en Sudamérica como en Europa, a través de Los Servicios y después a título personal, pero, mientras no se desclasifique la documentación solicitada por Stuart McKeever, no se podrá afirmar ni negar que Galíndez estuviera implicado en ellas. 

Conspiración

Con todo, algunos autores han apostado por la conspiración. Según esta teoría, diferentes sectores políticos de la Administración Eisenhower (1953-1961) estuvieron involucrados en la desaparición de Galíndez, entre ellos, el secretario de Estado John Foster Dulles y su hermano Allen, director de la CIA. De acuerdo con esta hipótesis, estos se habrían encargado de utilizar a Trujillo para quitarse del medio a un colaborador que, tras los pactos de Madrid de 1953 entre Estados Unidos y España, se habría vuelto incómodo y una amenaza potencial. A este respecto, argumentan que Galíndez, decepcionado con la política estadounidense, se convirtió en un agente peligroso: podía dar a conocer muchos secretos sobre la colaboración entre las agencias de información estadounidenses y Los Servicios en la lucha antifranquista, pudiendo dañar el acercamiento a España iniciado por Estados Unidos. 

Lo cierto es que, en parte, fue así. Las gestiones de Galíndez al frente de la delegación vasca en Nueva York –es decir, sus labores de 'lobbying' en la ONU para evitar la entrada de España– entorpecieron y dificultaron la política española del Departamento de Estado, retrasando el reconocimiento internacional del franquismo y perjudicando los intereses militares en la Península Ibérica de Estados Unidos, que sólo pensaba en su estrategia de Guerra Fría. 

(Continuará mañana)

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