«La tecnología es una medicina para la ciudad, pero también es un veneno»
Generar más vida en los barrios y contener la movilidad es la alternativa a «una revolución que nunca va a llegar» para frenar el cambio climático
Carlos Moreno (Colombia, 1959) llegó a Francia con veinte años como refugiado y exguerrillero. Luego prosperó y es Caballero de la Orden de la Legión ... de Honor. Catedrático de la Sorbona, ha ganado relevancia internacional como impulsor de la ciudad de los 15 minutos. Pero no se ha quedado en el lado teórico. Asesor de Anne Hidalgo, alcaldesa de París, está pegando un revolcón a la capital francesa con este invento que busca descentralizar las urbes hasta lograr que la gente tenga la posibilidad de satisfacer todas sus necesidades en un radio de un cuarto de hora andando o en bici desde su casa: el trabajo, la escuela, la cultura, la sanidad, las tiendas donde abastecerse y espacios bonitos y verdes donde socializar. Bilbao Metrópoli 30 le ha invitado a dar una conferencia magistral, que impartirá mañana a las 9.30 en el CRAI de la Universidad de Deusto.
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- La ciudad de los 15 minutos se parece bastante al barrio o el pueblo de toda la vida.
- Hay grandes diferencias. Antes el barrio era un espacio de introspección, estabas desconectado del resto de la ciudad. Ahora hay internet, redes sociales... Estamos conectados permanentemente. Nuestra propuesta no es volver a los barrios de antaño, sino descentralizar el acceso a los servicios municipales, regenerar los entornos sociales del vecindario. No se trata de crear barrios aislados, sino hacer de la ciudad un lugar mallado, irrigado de servicios que están siempre cerca de donde vivo. Sería como la metáfora de Pascal sobre Dios: es una circunferencia que está en todas partes, pero el centro, en ninguna.
- ¿Cuáles son sus beneficios?
- Se reducen los desplazamientos tanto en el transporte público como en el privado. Se propician encuentros entre la gente, se fortalece la economía local, el comercio de proximidad y aumenta la calidad de vida. Entra en relación con las políticas para frenar el cambio climático. La juventud es muy sensible a este asunto y la ciudad de los 15 minutos es un sustituto de una revolución a mayor escala que nunca llegará.
«Muchos edificios están infrautilizados ¿Por qué no dar clases de zumba por la tarde en una discoteca?»
- Suena bastante utópico.
- Me lo dicen mucho. Pero con la pandemia se ha demostrado, por ejemplo, que el teletrabajo funciona. Y ese era uno de los aspectos que más dificultades presentaba a la hora de contener los desplazamientos. No digo que haya que quedarse siempre en casa. Trabajar en pijama tiene gracia la primera semana. Pero sí puede haber lugares intermedios, como espacios de coworking.
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- Las ciudades ya están hechas. ¿Cómo avanzar en ese ideal?
- Claro, hay que utilizar lo que ya existe. En París queremos sensibilizar a actores públicos y privados de que tenemos muchas infraestructuras que son utilizadas para una sola función: una discoteca para bailar por la noche, un gimnasio para hacer deporte, un colegio para dar clase entre semana... Eso conlleva que sólo prestan servicio durante un 30% o un 40% del tiempo. ¿Por qué no utilizar una discoteca durante la tarde para hacer cursos de zumba? Se contrata a un entrenador y se genera empleo y un servicio para los vecinos. También hemos abierto conservatorios el fin de semana para otras actividades, convertido cafés en lugares donde dar cursos de idiomas en horas de poca afluencia... Hay muchos espacios desaprovechados donde desarrollar actividades creativas.
- En la vida callejera es esencial el comercio, pero se va a pique porque compramos en Amazon.
- Es necesaria una nueva cultura urbana, amar el lugar donde estamos, donde vivimos, y eso pasa por crear intensidad social. Debemos tomar conciencia de que antes que ciudadanos digitales somos ciudadanos. Esa conciencia se debe generar con la educación.
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- La tecnología nos permite también consumir cultura. ¿Para qué queremos una ciudad donde sea más fácil socializar cuando cada vez nos interesa menos hacerlo?
- Las nuevas tecnologías son una medicina, pero también un veneno para las ciudades. Gracias a ellas podemos compartir bicicletas, hacer presupuestos participativos o tener una gestión pública transparente. Pero al mismo tiempo ponen en riesgo los negocios de proximidad y podemos caer en la trampa del 'zombie geek', que estemos muy conectados tecnológicamente y desconectados socialmente. Hay que pelear contra eso.
«Durante 70 años hemos aceptado en las ciudades un tráfico que es inaceptable»
Líderes carismáticos
- Hacen falta cambios radicales cuando nuestras ciudades son más viejas y más conservadoras.
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- El envejecimiento demográfico puede significar conservadurismo, pero un mundo tan interconectado como el nuestro permite un impacto más inmediato de ideas nuevas. Y la juventud se ha movilizado. Casi todo el mundo tiene a una Greta Thunberg en casa. Además, en las sociedades europeas sí hay una gran simpatía por esos movimientos en torno al cambio climático.
- ¿Qué papel juegan las políticas públicas?
- Las ciudades cambian cuando los gobiernos locales impulsan el cambio. Eso se hace con personas carismáticas y con voluntad política. Siempre habrá resistencia, claro. Pero no podemos seguir impasibles. En París hay una empresa pública que compra locales para alquilarlos a pequeños negocios que no podrían pagar una renta de mercado: talleres, tiendas de segunda mano... También hay que frenar la economía especulativa que destruye el valor de la ciudad.
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- ¿Cómo es eso?
- El precio del metro cuadrado de la vivienda saca a la gente del centro, que acaba convirtiéndose en un lugar bonito para oficinas, turismo y rentas altas. Esto también se corrige con regulaciones públicas. En París estamos introduciendo en toda la ciudad vivienda social y hace poco hemos instalado a 27 familias en un bloque céntrico casi de lujo. La mezcla de categorías sociales es importante para evitar que se generen guetos.
- ¿Qué papel juega el coche en su modelo de ciudad?
- Durante 70 años hemos aceptado lo inaceptable, el protagonismo del tráfico individual. Medidas como los 30 kilómetros por hora apaciguan la vida urbana y facilitan la movilidad en bicicleta. Pero lo mejor es no tener que movernos tanto.
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