61 días de erupción y ningún realojo
La alternancia entre fases explosivas y de relajación del volcán de Cumbre Vieja sume en la incertidumbre y el hartazgo a la población
Dos meses después de la erupción del volcán de Cumbre Vieja, nadie se atreve a vaticinar su final, porque tan pronto pierde fuerza como la ... recobra. «Ya queda poco», aventura Juan Carlos Carracedo, geólogo que ha invertido media vida en escrutar las erupciones canarias y que acertó al predecir el estallido del Teneguía hace medio siglo. Dos meses de cenizas y piroclastos dan para mucho. En 61 días ha muerto un hombre mientras limpiaba las cenizas de un tejado y han corrido muchas lágrimas por las casas, cultivos y carreteras devastadas. Mientras, la burocracia se confabula para que las ayudas tarden en llegar a sus destinatarios. Nadie de los que se han quedado sin techo ha ocupado todavía las viviendas adquiridas por el Gobierno canario.
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Los vulcanólogos saben que viven un acontecimiento histórico con pocos precedentes. Satélites, drones y científicos de todas las instituciones del mundo que pintan algo en la vulcanología se dan cita en La Palma para escudriñar el cráter desde tierra, mar y aire. «Este tipo de erupciones permiten incluso que los expertos se acerquen a pocos metros de la lava y puedan extraer muestras», dice Carracedo.
43 hectáreas ganadas al mar
Las bocas eruptivas parecen jugar al despiste. Un día se aletargan, al siguiente los temblores sacuden la isla, el tercero remiten las vibraciones de la erupción. Si se analizan las tendencias, el volcán está dando signos perceptibles de que pierde energía, pero la extinción no se producirá de un día para otro. Las emisiones de azufre repuntaron ayer y oscilaron en un rango de entre 16.000 y 32.000 toneladas diarias, una horquilla muy inferior en todo caso a las 50.000 toneladas máximas registradas el 23 de septiembre pasado. «Ahora no se puede asegurar nada. Lo importante es que, si la cámara profunda del magma realimenta a la más superficial, tendremos un repunte», apunta el geólogo.
Una consecuencia imprevista es que, aunque parcos, los ingresos de La Palma se acrecentarán por el terreno ganado al mar, unas 43 hectáreas. «La isla ha crecido en tamaño, lo que requiere la realización de una nueva hoja topográfica. Muchas cuestiones presupuestarias van ligadas a la superficie de la isla, cuyas cuentas tendrá que reajustar el Gobierno canario», asegura José Luis Barrera, del Colegio Oficial de Geólogos. La lava ya ocupa una superficie de 1.040 hectáreas. Cuando la ministra Reyes Maroto dijo que el volcán podía convertirse en un reclamo turístico, le llovieron las críticas. Hoy resulta que el turismo volcánico es una realidad que ayuda a reactivar una economía maltrecha. Los niveles de ocupación hotelera se cifran en un 45%, cuando el año pasado por estas fechas, en plena temporada alta, las plazas estaban contratadas en un 90%.
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