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Las infecciones sexuales alcanzan récords en Euskadi y alarman a los servicios sanitarios

La falta de sensibilización y educación, sumada a nuevos hábitos sexuales y al papel que juegan elementos como la pornografía o la presión social, multiplica las ITS a niveles de récord

Domingo, 20 de agosto 2023, 00:27

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El año 2000, los centros especializados en Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) diagnosticaron en el País Vasco un solo caso de sífilis y 31 de gonorrea. El año pasado fueron 282 y 983 respectivamente. Es un crecimiento exponencial que se ha agudizado desde 2018 y que se registra también en contagios con otras bacterias y virus, como la clamidia o el herpes genital. Por si fuese poco, puede que sea únicamente la punta del iceberg, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 70% de las mujeres y el 50% de los hombres no muestran ningún síntoma de las infecciones genitales debidas a clamidias.

«Es un problema de magnitud mundial, y Euskadi no es una excepción», afirmó el pasado mes de junio la directora de Salud Pública, Itziar Larizgoitia, durante la presentación de la Memoria del Plan Vasco de Sida e ITS.

La situación se refleja bien en las tres consultas específicas que Osakidetza destina al control y tratamiento de las ITS. «En la de Bombero Etxaniz (en Bilbao), hace un año se añadió una cuarta consulta y un servicio de tarde para revisiones rutinarias. Al principio era posible conseguir cita para dos o tres días después, pero ahora están dando para dentro de tres o cuatro semanas y ni siquiera cogen el teléfono. Está todo saturado», denuncia Alfonso Setiey, secretario de la Anitzak, una asociación que se centra en el colectivo LGTBI pero que sigue muy de cerca la evolución de las ITS y de las soluciones que se proponen para combatirlas.

Perdura el estigma, pero no el miedo

«Está muy bien que el Gobierno haga una campaña como la de 'No hagas 'match' con las ITS', que conecta bien con la juventud, pero si no se destinan los recursos necesarios para atender a la demanda, sirve de poco», critica, antes de sugerir la descentralización del servicio para evitar desplazamientos largos de los pacientes y para que se agilicen las esperas. Aunque Setiey reconoce que el problema es significativo, señala que «el crecimiento en el número de positivos también guarda relación con el hecho de que se hagan muchos más tests».

El crecimiento en el número de positivos también guarda relación con el hecho de que se hagan muchos más tests

Alfonso Setiey

Secretario de Anitzak

Joserra Landa, fundador del Instituto de Sexología Sustantiva (ISESUS), recuerda que enfermedades como la sífilis «fueron terribles antes de la aparición de los antibióticos» y que el sida instiló mucho miedo a finales del siglo XX, razón por la que aún acarrean un fuerte estigma social. Ahora, sin embargo, las infecciones bacteriológicas tienen cura con antibióticos, el Sida no es mortal y se ha perdido el miedo. Pero no por eso hay que despreocuparse. «Su importancia radica en los síntomas que producen en el tracto genital (uretritis, cervicitis, vaginitis) y otras zonas (faringitis, proctitis o inflamación del recto), dependiendo de la práctica sexual. Además, si las ITS no son diagnosticadas y tratadas de forma precoz, ocasionan complicaciones y secuelas, como infertilidad o dolor abdominal debido a una enfermedad inflamatoria pélvica», explican Asunción Díaz y Victoria Hernando, del Instituto de Salud Carlos III.

Sin condón

Preocupa sobre todo el crecimiento de estas infecciones entre los menores de 34 años, que sufren un 70% del total. En la franja entre 15 y 24 años -que representa en torno al 10% de la población- se concentra una de cada cuatro, con especial incidencia de la clamidia (29,5% de los casos). Larizgoitia explicó que esta coyuntura es fruto de un «déficit de información y sensibilización» que lleva a muchos a «no tomar de manera suficiente medidas de protección individual».

Aunque el uso de medidas de protección al practicar sexo sigue siendo mayoritario, preocupa la tendencia creciente de no emplear ningún método de protección frente a las ITS

Y, efectivamente, un estudio realizado por catedráticos de diferentes universidades españolas concluyó el año pasado que, entre 1999 y 2020, el uso del preservativo ha ido cayendo y marcó ese último año su porcentaje más bajo en relaciones con penetración vaginal y de sexo oral, mientras que, en el caso de la penetración anal, el suelo se alcanzó en 2016 y, desde entonces, ha repuntado levemente. «Antes, llevarlo era una muestra de seriedad; ahora la gente cree que es reflejo de promiscuidad», comenta Landa.

Según Save The Children, solo el 58,8% de los adolescentes vascos utiliza el preservativo en todas sus relaciones sexuales, y un 12,5% asegura que no se lo pone nunca. «Percibimos que no hay tantas campañas dirigidas a sensibilizar a los jóvenes sobre las ITS como antes. Ahora se tratan más otros temas, como el de la orientación y la identidas sexuales, el consentimiento o los abusos sexuales», señala Lola González, sexóloga del Centro Borobil. «La educación afectivo-sexual se ha centrado demasiado en el embarazo, y el condón se ha visto más como un método para evitarlo que como una barrera contra las ITS. Ahora, la píldora e incluso el aborto han cambiado el panorama y la gente se ha relajado», añade Setiey.

Arriba, la campaña 'Póntelo, pónselo' promovida por en Ministerio de Asuntos Sociales en 1990. Abajo, la campaña 2023 'No hagas match con las ITS' del Gobierno vasco, que apela directamente a jóvenes que usan aplicaciones de citas.

Mucho porno, poca información

En cualquier caso, el porqué del espectacular auge de las ITS va mucho más allá de la reducción en el uso de preservativos. Responde a un amplio abanico de factores complejos. El primero en el que inciden los especialistas es en la falta de educación sexual, que, como señala González, «se da tanto a nivel formal como informal». Ella sabe de qué habla, porque Borobil da charlas sobre sexualidad en diferentes centros educativos de Euskadi. «No es suficiente», sentencia. Además, González es madre de dos hijas adolescentes y bucea a menudo por las redes sociales que utilizan. «Aunque hay algunos 'influencers' que lo intentan hacer bien, los mensajes suelen carecer de rigor informativo», afirma.

La sexóloga señala que, en muchas ocasiones, Instagram o TikTok perpetúan estereotipos arcaicos sobre la sexualidad o los roles de hombres y mujeres. «Llevan a caminos que no son adecuados, normalizan situaciones erróneas, y llegan a niños muy pequeños a través de otros más mayores o por casualidad», indica. Pone el ejemplo de Mostopapi, un polémico youtuber con más de dos millones de suscriptores que graba vídeos en los que hombres y mujeres, muchas veces pasados de vueltas, cuentan con cuántas se han acostado o cómo lo han hecho sin preservativo. «Es un ejemplo del 'genitalcentrismo' existente. Y de cómo lo guay es follar lo más posible y con cuanta más gente mejor», explica González. A pesar de que indica que esa actitud todavía predomina más entre los chicos, «cada vez se aprecia más entre las chicas».

«Aunque cada vez existe más información y más accesible sobre salud sexual para jóvenes y adolescentes, algunos estudios indican que muchos tienen ideas equivocadas sobre cómo se transmiten las ITS, cuáles son sus factores de riesgo o cómo prevenirlas», resaltan Díaz y Hernando.

Y luego está el creciente papel que juega la pornografía. «Tiene mucha influencia. Muchas escenas se graban sin protección, aunque los actores se hacen pruebas antes, y que crean unos estándares que la gente busca reproducir», analiza Setiey.

González concuerda: «Cada vez damos móviles a niños más pequeños y cada vez acceden antes a un porno que extiende la imagen del empotrador y la idea de que hay que hacerlo a lo salvaje y de que el orgasmo es la meta. El desarrollo cognitivo no es igual a los 12 que a los 18, y a muchos les cuesta entender que es ficción. Cuando ven Spiderman saben que los superhéroes no existen, pero si en un hombre tiene una erección durante dos horas en un vídeo tratan de reproducirlo y sale mal».

Más jovenes, más parejas sexuales

En opinión de González, esta pornografía genera miedo, ansiedad y frustración. Sobre todo entre los más jóvenes. Save The Children alerta de que la medida de edad a la que los adolescentes españoles acceden a este tipo de contenido está ya en los 12 años. «Casi 7 de cada 10 (el 68,2%) la consumen de forma frecuente. Sobre todo en la intimidad (93,9%) y en el teléfono móvil», escribe la ONG. En Euskadi, el 52,2% de adolescentes que ven habitualmente pornografía considera que puede dar ideas para sus propias experiencias sexuales, al 54,9% les gustaría poner en práctica lo que han visto en la pantalla, un 33,4% opina que le ha influido mucho o bastante en sus propias relaciones sexuales, y casi uno de cada seis cree que sus relaciones sexuales y lo que ven en la pornografía se parecen.

Esto es especialmente relevante porque la edad a la que se produce la primera relación sexual completa ha caído en picado desde que España es una democracia. Las mujeres nacidas entre 1971 y 1975 empezaron a mantener relaciones sexuales completas a partir de los 19 años, mientras que ahora esa edad está ya por debajo de los 16 años que marcan la frontera del consentimiento legal. Y la proliferación de las redes sociales y de aplicaciones para ligar facilitan que el número de parejas sexuales, clave en las ITS, se multiplique. «Las apps facilitan que ahora haya muchos más primeros encuentros. Los jóvenes son más promiscuos y tienen poco miedo a las infecciones», resume Landa.

De la presión al abuso

Naia, una adolescente de 16 años, «casi 17 ya», residente en Galdakao, corrobora todo lo anterior. «En clase, casi todos han mantenido ya relaciones sexuales con penetración, y muchos con varias personas. Igual en la época de mis padres quien lo hacía era considerada una guarra, pero ahora la que no lo hace es una monjita a la que se hace bullying.«, cuenta sin tapujos.»

El problema es que hay mucha presión para pasar de una cosa a otra. De un beso a chuparla y, de ahí, a follar

Naia

Adolescente de 16 años

Preocupa que esa presión se convierta en abuso, a menudo acentuado por la peligrosa combinación de vídeos e internet, y que perpetúe actitudes machistas que parecían en vías de extinción. Es de lo que alerta el Barómetro Juventud y Género de FAD, que constata un aumento del porcentaje de jóvenes que niegan la existencia de violencia de género (un 20%, frente al 12% de 2019) y de quienes tienen actitudes machistas, como espiar el móvil de su pareja (un 18,1% entre ellos y un 12,7% entre ellas) o considerar que los celos son una prueba de amor (28% entre varones y 15% entre mujeres).

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, los adolescentes son uno de los grupos de edad que más crecen en número de denunciados por violencia de género. No obstante, también se registra un aumento de las jóvenes que se consideran feministas (46,1% en 2017 y 67,1% en 2021) y que sienten la violencia de género como algo grave (del 72,4% a 74,2%).

«La sociedad está tan polarizada en lo referente a los roles de género y el sexo como con la política. Cada vez hay más chavales modernos en sus relaciones, pero también crece el extremo opuesto, con actitudes posesivas y machistas. Reproducen lo que ven», sentencia Setiey. No obstante, Naia matiza que la actitud cambia considerablemente entre sus compañeros de clase según el grupo al que pertenecen. «Las chicas magrebíes son mucho menos activas, imagino que por su religión; los latinos, sin embargo, son los más lanzados. Entre los vascos hay un poco de todo», comenta entre risas, recalcando que «a veces es complicado gestionar los diferentes comportamientos según el origen de la gente» y que eso puede «llevar a malentendidos y problemas más graves».

VIH e inmigración

Esa diversidad social, un fenómeno relativamente reciente en la sociedad vasca, también tiene su reflejo en las ITS. Por ejemplo en los contagios de VIH. Si bien se mantienen relativamente estables (entre 100 y 200 nuevos casos al año en lo que llevamos de siglo) gracias a la mayor concienciación y el impacto positivo de los antirretrovirales y de la profilaxis prexposición (PrEP), el porcentaje de extranjeros entre los nuevos contagiados se ha disparado. Ha pasado del 3,7% en 1999 al 58,2% el año pasado, lo cual multiplica casi por siete su representación en la sociedad.

Un 38,6% de las nuevas infecciones diagnosticadas corresponden a personas de América Latina. «Conforman un grupo más promiscuo que utiliza menos el preservativo. Los latinoamericanos son más religiosos y tradicionales y responden más a un modelo sexual muy relacionado con el coito», explica Landa, que prefiere llamar a estas infecciones «de transmisión genital».

Aunque el Gobierno vasco no ofrece el dato del porcentaje de extranjeros diagnosticados con otras ITS, Setiey ve posible que la situación sea similar a la del VIH. «Viene gente de países sin una cultura de salud sexual y con sistemas de control más deficientes. Es como hacer un viaje al pasado. Por eso, hay casos que se detectan aquí en controles rutinarios», comenta. González es de una opinión similar. «Los inmigrantes pueden haber recibido menos educación sexual y sufrir más precariedad», añade.

Una sociedad más libre

En cualquier caso, Setiey es optimista y considera que el incremento en ITS es también el efecto secundario de una sociedad más libre. «Hemos cambiado mucho en lo sexual. Antes, las relaciones eran monógamas, románticas y muy poco libres. Ahora se practican con quien quieras y cuando quieras, sin tabúes. Antes, la mujer estaba supeditada al placer del hombre, ahora se ha empoderado. La sociedad avanza hacia la libertad sexual y surgen problemas nuevos, lo mismo que sucede con el envejecimiento. Lo que hay que hacer es buscarles solución», apostilla el secretario de Anitzak.

Díaz y Hernando creen que se debe «hacer que los adolescentes no se sientan juzgados o estigmatizados para fomentar la confianza, de manera que se creen entornos saludables para mejorar el cuidado de su salud y facilitar el acceso a las pruebas de diagnóstico y al tratamiento de las ITS». Recalcan que eso último es clave porque «en ocasiones, las ITS no presentan síntomas o son leves, por lo que si no se llevan a cabo pruebas periódicas no se pueden diagnosticar. Y así se pierde la posibilidad recibir tratamiento adecuado que evite el desarrollo de síntomas o el empeoramiento de las infecciones, además de poner en riesgo de contagio a otras parejas sexuales».

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