Manifestaciones y bella armonía

El 1 de mayo es día de salir masivamente a la calle, para reclamar todos esos derechos vinculados tradicionalmente al Día Internacional de los Trabajadores. Y, cuando no se puede hacer así, suele ser mala señal: el franquismo ni siquiera esperó a que acabase la Guerra Civil para abolir la fiesta del Primero de Mayo, y durante los años de dictadura los actos se dividieron entre audaces concentraciones sin autorizar (reprimidas con contundencia) y espectáculos oficiales que combinaban lo folclórico, lo religioso y hasta lo gimnástico. Este año, ya se sabe, es el coronavirus el dictador diminuto y cerril que impedirá manifestarse. Quedan los balcones y ventanas, las protestas virtuales (¿habrá algo que no acabemos haciendo virtualmente?) y esta pequeña mirada a la actualidad de hace un año, que nos presenta lo que estaríamos haciendo si pudiésemos hacer lo que queremos hacer. En la hemeroteca están la multitud, las pancartas, las consignas coreadas, exigiendo que los resultados de las elecciones de tres días antes se tradujesen en un giro a la izquierda de la economía. No es por fastidiar, pero encima salió un precioso día de sol.

Vamos, que uno miraba el cielo y pensaba que a lo mejor habían acertado los japoneses al bautizar su nueva era, que había empezado a las 0.00 horas de aquel día. La habían llamado 'Reiwa', que quiere decir 'Bella armonía'. Es de suponer que el señor que pone nombre a las eras estará a estas alturas un poquito arrepentido de su inoportuno buenrollismo. Mejor habrían contratado al señor que pone título a las películas en España, que seguro que habría hecho algo resultón con el adjetivo 'letal', que tanto le gusta. Bienvenidos a la era de la Letal Proximidad, o del Aliento Letal, o de la Letalidad Letal.

Pero, el 1 de mayo de 2019, la bella armonía parecía haber empezado su reinado con buen pie. El sol brillaba y los pájaros trinaban, sobre todo en Gorliz, donde se celebraba el concurso de aves cantoras. Si no supiésemos que en temas de fútbol es mejor no meterse, podríamos decir que el primer signo de que las cosas empezaban a torcerse fue el infarto que sufrió aquel día Iker Casillas.