«El maltrato psicológico es más difícil de probar y de superar»

También es más difícil de superar. «Una agresión física se cura, pero las humillaciones, faltas de respeto, el control... se convierten en comportamientos habituales y se van cronificando», explica la abogada Sonia Blas, de la asociación Clara Campoamor. «De un bofetón te recuperas pronto. Que te digan que eres tonta y no sirves para nada o que te vayan separando de tus hijos produce secuelas más hondas», afirma Altamira Gonzalo Valgañón, vicepresidenta de Themis, asociación de mujeres juristas.

«El maltrato psicológico tiene más variantes, puede ser verbal, económico, a través de los hijos...». La víctima suele «sentirse responsable, busca excusas y termina justificando al agresor». «Se ha quedado sin trabajo, se le ha muerto su madre... Y él culpabiliza a la mujer. Has hecho que te llame 'puta' porque te lo estabas buscando». Esa «carga», esa «mochila», recae sobre los hombros de ella y «poco a poco se va agachando más».

La letrada especializada en violencia de género asegura que el relato de Carrasco le resulta familiar. «Aquí hemos escuchado palabras parecidas en mujeres que también terminaron perdiendo a los hijos. Callan por vergüenza, no pueden confesar que su hija de quince años les ha dado una paliza». La manipulación de los menores, conocida como alienación parental, forma parte del maltrato psicológico. «Cuando se separan, es lo único que les queda para seguir haciéndola daño donde más le duele, sus hijos», confirma la presidenta de la asociación, Blanca Estrella Ruiz. Una vez que el niño cumple doce años, «se le puede oír». El juez puede preguntarle con qué progenitor prefiere quedarse y aún son «manipulables, vulnerables». «¿Por qué un niño que se ha criado con su madre, en dos meses no quiere saber nada de ella ni de su abuela, ni de todo su entorno?», se pregunta. Al final, esos menores «pueden repetir los roles que han visto en casa, los terminan normalizando. Algunas mujeres deciden denunciar cuando se dan cuenta de que están criando a un monstruo».

Ahora «se denuncia más, aunque a algunas mujeres les sigue costando identificar el maltrato psicológico, no son conscientes de que lo están sufriendo», dice Blas.

Una profesional de la psiquiatría que trabaja con víctimas cree que «sobreseer el caso», como le ocurrió a la denuncia por maltrato psicológico que presentó Carrasco contra su exmarido, «no es garantía de que sea falso, sino de falta de pruebas o de sensibilidad por parte de los jueces». La escasa formación en violencia de género de los diferentes actores en los juzgados, es una queja repetida por parte de las asociaciones que ayudan a las víctimas.

Altamira Gonzalo Valgañón, vicepresidenta de Themis, asociación de mujeres juristas, recuerda las conclusiones de dos estudios sobre resoluciones judiciales de los últimos años. «La primera es que la violencia psicológica ni siquiera se denunciaba y, si se hacía, prosperaba mal en los juzgados. Y la segunda, que a la propia mujer, al testigo principal, no se la creía en los juzgados».

La asociación feminista bilbaína ha conseguido «sentencias condenatorias y órdenes de alejamiento» en casos de violencia psicológica, «aunque no es lo normal», advierte Blas. Para Gonzalo Valgañón, la solución pasa por «tener a mano otras pruebas». Las Unidades de Valoración Forense Integral (UVFI)-Bilbao cuenta con una-, «asesoran a los jueces sobre los datos de la violencia psicológica». Someten a un estudio en profundidad tanto a la víctima, como al agresor, y a los hijos, desde una perspectiva multidisciplinar. En estos servicios trabajan forenses especializados en psiquiatría, asistentes sociales y psicólogos, entre otros profesionales, que realizan un informe para presentar en el juzgado. «El problema es que ni de lejos existen en todas las ciudades y el tiempo que necesitan para completar su trabajo excede del que transcurre hasta el juicio rápido, por lo que a veces ni se tienen en cuenta».

Desde Argitan, centro asesor de la mujer de Barakaldo, Mireia Saiz concluye que aunque la violencia psicológica «no deja evidencias, el calvario es más crudo y cuesta más escapar de él. Afecta a la autoestima, a la capacidad de decisión, a la voluntad y a la percepción. Te aísla del entorno social. Es una violencia invisible, difícil de identificar y de poder salir de ella».